El placer en el trabajo

Esta entrada está dedicada a «Jascnet» que crea el blog «Acervo de Letras«. Es la respuesta a un comentario suyo en mi entrada anterior: «¿Trabajo es trabajo y placer es placer?»

¡¡Gracias Jose!! Siempre encuentras las palabras justas para animar el camino y eso, amigo, es de agradecer. Tantos elogios me han puesto roja (bueno, en realidad, lo de roja ya me venía de familia). Debes ser un excelente maestro, porque traspasar conocimientos es fácil, pero entusiasmar en el descubrimiento de conocimientos y experiencias, ser capaz de encender la luz que ayuda a seguir a por más, en una palabra: enseñar… eso es otra cosa. Y tú, evidentemente, lo llevas dentro.

En cuanto a trabajo y placer, a mí me pasó al revés que a ti. Mi carrera fue el profesorado, unida a la de traducción e intérprete. Para mí era perfecto: enseñar en contacto con adolescentes efervescentes y luego, en la soledad de mi rincón, descifrar lo que realmente quiso transmitir un filósofo o un escritor y ser el «Trujamán» que lo descubre a otros seres. (Que conste que eres el primero en enterarte del porque de mi nombre de blog).
¡Amaba esa forma de ganarme la vida y pensé que nunca cambiaría!

Hasta que leí un pequeño anuncio en el periódico. Ofrecía, como tantos otros anuncios de tantos saberes, un curso de «COMPUTACIÓN» en una academia del centro. Te aclaro que era el año 1966 y en Argentina aún no se conocía prácticamente nada de esas moderneces (y perdón por la palabreja).

Y como no me resisto a descubrir y aprender cosas nuevas, me fui a anotar. Allí di el primer paso de una etapa nueva y apasionante, allí mi futuro daría un vuelco, cambiando el destino laboral para el cual me había preparado.

De la mano de Aldo, un profesor con alma de maestro, empecé a absorber términos y conceptos que hasta ese momento me eran totalmente ajenos. Esperaba los días de clase como quien espera un vasito de agua fresca en medio del desierto. Aldo era una persona que amaba el incipiente mundo de la computación, así que nos contagió su entusiasmo y formamos un grupo que nos divertíamos, reíamos, charlábamos y aprendíamos a paso acelerado.

No nos imaginábamos todavía como reemplazantes de las máquinas de escribir, y era muy reciente aún la idea de que las computadoras tuvieran un rol en los procesos de las empresas. Lo que esperábamos que hicieran las computadoras como primer paso, era resolver algunos cálculos matemáticos con una celeridad mayor a la que lo podían hacer las personas. Teníamos la absoluta imposibilidad de imaginar cómo cambiaría el mundo a partir de la tecnología, tal como lo conocemos actualmente. Nuestra idea era que existiría un gran ordenador que podría hacer cuentas, y no concebíamos todavía qué uso social se le podría dar a esa enorme capacidad de procesamiento de ecuaciones, aunque sí había un atisbo de su uso en el mundo empresarial.

Nos resultaba imposible imaginar la PC, Internet o las redes sociales como existen hoy en día. ¿Una computadora en cada casa? ¡Menudo disparate!

Cuando terminamos ese primer curso, la opción era seguir estudiando teoría y ampliando los conocimientos o largarnos a buscar un trabajo y empezar como aprendices para formarnos directamente en la práctica. Aldo, después del examen de fin de curso, nos comentó que algunos de nosotros ya estábamos listos para probar suerte trabajando y me nombró en la lista de los elegidos.

Así que, siguiendo su consejo y sin dejar mi profesorado, empecé a buscar trabajo, pero pensando que no iba a conseguir nada por no tener ninguna experiencia. Lo cierto es que no fue tan difícil porque en la primer semana, para mi sorpresa, ya tenía dos ofertas tentadoras.

Me sumergí en ese mundo ajeno y seguí estudiando en nuevos cursos, hasta que lo hice totalmente mío. Tomé la decisión de trabajar en ello para seguir aprendiendo y aplicar lo que descubría. Conseguí un primer contrato en el Centro de Cómputos de la Municipalidad de Buenos Aires. Era ad-honorem (o sea, que no cobraba absolutamente nada, ni siquiera viáticos), un término que posiblemente hoy no se entienda porque ya no se usa. Ni se usa el término, ni se usa eso de empezar a trabajar sin cobrar para aprender el oficio. ¿Quién recuerda a los aprendices?

Todo allí era extraño. Aún no tenían computadora, así que trabajábamos en escritorio, analizando y luego programando los programas que llevábamos a correr en una computadora llamada «Clementina», que en ese momento sólo era conocida por unos poquísimos privilegiados del Instituto de Cálculo dependiente de la Universidad de Buenos Aires. Había sido instalada por los ingleses, que tenían la pretensión de convertirse en el referente mundial en computación y además, estaban en aquellos tiempos, bastante más adelantados que los norteamericanos.

Una computadora de válvulas, un armatoste enorme de casi 20 metros que pesaba media tonelada, con una memoria de 64KWords, sin teclado ni pantalla, que leía las instrucciones directamente con pulsadores y luego con una cinta de papel perforada que servía para la entrada de los programas y los datos, así como para la devolución de los resultados, y que ocupaba todo un salón (a lo que había que sumar otra habitación para las fuentes de poder) y a la cual se entraba dentro de ella para programar.

Pese a su gran tamaño, era 50.000 veces más lenta que un ordenador hogareño actual. Para encenderla había que esperar tres horas, y como había que cuidar que la energía que la alimentaba fuera lo más estable posible, funcionaba en una red eléctrica distinta de la que tenía el resto de la ciudad.

En el ambiente familiar, entre los amigos y en el profesorado que seguía cursando, el desconocimiento sobre el detalle de lo que hacíamos, era muy similar al de los días presentes. Mis padres no entendían nada, “mi hija está en eso de las computadoras”, solían decir.

Era un mundo extraño, prácticamente sólo de hombres, con aspecto de genios que no abandonaban su mundo ideal para mezclarse con el vulgo. Allí las únicas mujeres que trabajaban eran perforadoras y miraban a la chica nueva y jovencísima, como a un extraterrestre. O sea que me tocó hacer de todo y, como una esponja, me embebí de la experiencia de los que ya trabajaban en la oficina, ganándome pronto la confianza y el respeto de todos. En Clementina se programaban modelos estadísticos, problemas de simulación socio-económica y trabajos en el campo del tratamiento numérico de la información. Nosotros comenzábamos con la computación aplicada al tema administrativo y a las finanzas.

Cuando finalmente en Municipalidad se consiguió la partida para traer la primer computadora, se reacondicionó la sala, se instaló una IBM 1401, uno de los mayores éxitos de IBM en su momento, y yo pasé a ser programador en lenguajes Fortran y Basic.

Mi curiosidad por los temas nuevos me había llevado a interesarme en la programación de computadoras. En Ciencias Exactas, los estudios de computación tenían un fuerte componente de matemáticas, como base de razonamiento. Cuando se estudia una carrera tradicional, se está estudiando algo que tiene un título al final. En la UBA el título no le interesaba a nadie, porque lo que interesaba era el conocimiento. ¡Sí, has leído bien!

Como contrapartida, en IBM se encontraba la aplicación pragmática. Se aprendía qué se podía hacer con la computadora, por ejemplo poner en práctica aspectos contables y administrativos en las empresas. Y era tan importante que el ordenador se convirtiera en una herramienta de administración de negocios, como que fuera un instrumento de investigación científica.

Mi vida se transformó en un caos de horarios y corridas para llegar a todos lados y no morir en el intento. Pero valía la pena el esfuerzo. Lo que había aprendido en el primer trabajo me había servido para aportarme una experiencia vital, para descubrir el futuro que estaba a mi alcance, entusiasmarme y dar un cambio profundo a mi mundo.

Era hora de afianzar conocimientos, tuve acceso a los cursos de IBM, dejé la docencia y las traducciones y comencé mi carrera en el universo de los ordenadores, cambiando de empresa cada poco tiempo y disfrutando del aprendizaje continuo ya que la tecnología avanza a pasos agigantados.

Mis padres dejaron de estar preocupados por la salida laboral, porque los sueldos eran cuatro o cinco veces más de lo que ganaba un administrativo. Con la experiencia que iba adquiriendo, pasé a formar parte de un reducido grupo de gente con experiencia, lo que me daba entrada a empresas y proyectos muy interesantes.

Años después y ya instalados en Euskal Herria, la cuna de mis padres y antepasados, fundamos nuestra propia empresa de electrónica industrial. Nos dimos cuenta que la demanda de personal capacitado para el mundo tecnológico es superior al interés que tienen los jóvenes en seguir esas carreras. Con este panorama, nos planteamos realizar cursos de capacitación para formar a los niños y jóvenes en temas que les permitan conseguir una salida laboral inmediata. Así nació una iniciativa que comprende impartir diferentes planes de estudios que se siguen realizando hasta el presente y que combina el interés de la población en encontrar una salida laboral con cierta celeridad y nuestro interés en consolidar la empresa con gente capacitada en nuestra tecnología, teniendo así más oportunidades de hacer negocios y de cumplir con lo demandado por nuestros clientes.

O sea que, de alguna forma, terminé uniendo mis pasiones: la de enseñar organizando una academia dentro de la empresa, la de aprender permanentemente, la de traducir (los manuales interesantes de nuevas tecnologías no suelen estar en castellano), la de ayudar a crear un grupo de gente que se sienta más en una familia que en una simple oficina, la de trabajar con una sonrisa. No tuve ni un sólo día de estar sin trabajo durante 50 años.

Y, sobre todo, me sentí tocada por la varita mágica de mi hada madrina, aunque algo habrá ayudado el esfuerzo, las ganas de aprender, y de romper los límites apasionándome por lo que he hecho y hago.

Porque como muy bien dices, Jose en tu metáfora mañanera sin anestesia: «El placer en el trabajo y en trabajar, es fundamental para llegar vivo hasta la muerte.»

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

6 comentarios sobre “El placer en el trabajo

  1. ¡¡¡Maremía!!! ¡Qué Maravilla!

    Ya sabía de tus dotes y de tu talento, porque le había echado un vistazo a tu bio, pero aquí me has confirmado y ampliado lo grandísima que eres. Tu inquietud y tu valentía. Tu voracidad aprendiendo y tu corazón de luchadora.
    Con todo lo expuesto, tú también tienes que ser una grandísima maestra.

    Tu experiencia con la llegada del ordenador me ha recordado la mía, aunque desde otro punto de vista. Yo estudié Electrónica Industrial y tuve «el plasé» de ver entrar en la universidad el primer computador del centro. (En aquel tiempo nadie se atrevía a llamarlo ordenador y mucho menos personal). Lo metieron por piezas porque no cabía en la habitación.

    Después he ido conociendo como disminuía el tamaño y aumentaba su potencia y sin darme cuenta, me convertí en profesor de informática, porque en la academia a la que entré a trabajar no había nadie que pudiera hacerlo. Así, fui transmitiendo lo que iba aprendiendo (siempre he sido para casi todo autodidacta) y compaginando las clases de informática con las de Mates y Ciencias.

    Sin embargo, lo tuyo es de grandísima proeza, porque has luchado siempre a contracorriente: por ser mujer, por entrar en un mundo totalmente nuevo en tus albores laborales, por ser pionera en conocimientos, vivencias y enseñanzas de las nuevas tecnologías, por ser inquieta y también esponja. Pero, a la vista está, tu capacidad y talento te han valido para aceptarlo todo y convertirte en lo que eres ahora.

    Profundizando en la palabra Trujamán, que me encanta, veo que la has elegido muy sabiamente. Porque según dicen por los mares digitales, era/es el/la que hace posible la comunicación entre dos individuos con diferentes lenguas y culturas. Justo tu labor y por partida doble, como docente y como intérprete entre el mundo analógico y el digital.

    Por último, q¡Qué requetebueno que sea feliz en tu «trabajo»! Porque te lo mereces. Porque te lo has currao, en un camino que no ha sido fácil, y porque has sabido labrarte un maravilloso futuro.
    ¡Ojalá que siga así por siempre!

    Gracias por la dedicatoria, gracias por abrirte y contar tus experiencias y gracias por ser como eres.
    Para mí, un preciado y maravilloso descubrimiento gracias a nuestros blog y a las letras.

    Un abrazazo gaditano.

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  2. Como siempre Jose, tus palabras levantan la moral de un muerto. ¡Gracias por ellas!
    Vuelvo a encontrar puntos de conexión entre tu vida y la mía. Tú estudiaste electrónica industrial y nosotros montamos una empresa que se dedica a… electrónica industrial.
    Conociste el mundo de las computadoras desde el inicio, como yo. Cuando cuento que yo entraba dentro de la computadora para poder manejarla, creo que la gente piensa que se me ha ido la mano inventando batallitas.
    Has ido viendo la maravillosa carrera de aumentar potencia y disminuir tamaño con cada nueva hornada de bichos que salían al mercado. Cuando los primeros Apple llegaron a la empresa donde estaba trabajando y me asignaron el aprendizaje de ese nuevo mundo, los demás empleados pensaban que me pasaba el día jugando con las maquinitas. ¡Ni te cuento cuando hizo su aparición el primer MacIntosh con su diseño de juguete divertido!
    Aprendiste y enseñaste informática. Durante un tiempo, enseñé computación a ingenieros que tenían miedo de sentarse frente a los primeros portátiles.
    Salvo en lo de ser mujer y por lo tanto, tenerlo todo un pelin más difícil… Hemos intentado, como tantos, meternos en un mundo nuevo, abiertos a aprender todo lo que nos pudiera aportar el universo y sus locos planes, hemos sido aprendices y transmisores, despertadores de vocaciones, unos realistas en quienes la fantasía forma parte de sus proyectos, con los oídos muy abiertos para tratar de entender, de cotejar opiniones distintas y evolucionar las nuestras, si era necesario. Pero manteniendo siempre los códigos que nos legaron quienes nos precedieron y de los cuales nos sentimos orgullosos y agradecidos. O sea, compartimos trayectorias de vida que me gustaría compartir con más gente, sobre todo, con los niños y jóvenes del futuro.
    En cuanto a la palabra «Trujamán» a mí también me encanta su significado. Fíjate si será importante en mi vida, que fue el nombre que elegimos con mi marido para nuestra pequeña empresa de traducciones e intérpretes, que creamos al llegar a Euskal Herria. Pero eso es otra historia.
    ¿Feliz en mi trabajo? Creo que siempre lo he sido. He tenido, por supuesto, mis momentos duros y desagradables, pero siempre he procurado que mi trabajo me hiciera sentir bien. Porque eso también es cuestión de actitud, ¿no es cierto?
    Hoy en día ya estoy jubilada. Mis amigos me preguntan si no me aburro y yo puedo asegurar sin mentir, que no me alcanzan las horas del día para todas las cosas en las que me meto, para seguir trabajando con placer. ¿Una prueba? Este bendito blog que me ha permitido conocer gente como tú y unos cuantos/cuantas más. Y que ha permitido que, contrariamente a mis costumbres, me ponga a hablar en primera persona.
    Como verás, las manchas de aceite no tenemos fronteras. ¡Aleluya!
    Ya que compartimos también el amor por las palabras hermosas, te «apapacho» a través de la distancia. O sea, te mando una caricia de alma a alma.
    PD: La dedicatoria… te la mereces. De eso no hay duda.

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    1. Creo que una de las cosas más bonitas y esperanzadoras que tiene esta tecnología es conocer a gente tan distante en la distancia y, sin embargo, tan cercana en las vivencias y en los corazones.
      Un placer y un regalo tu amistad.
      Vente por Cai que te voy a apapachá de verdá de la güena.
      ¡Noniná! 😝🤗😘
      Peshá de Ashushones.

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