Un búnker para recibir el fin del mundo

Desde la pandemia y el inicio del confinamiento total, nos hemos acostumbrado a vivir prácticamente recluidos en casa. Por eso, y después de la primera ola, nos pusimos a la tarea de hacer de nuestros hogares el sitio más placentero del planeta, puesto que queríamos convertirlos en oasis de paz, tranquilidad y comodidad. Pero algunos se han sentido más impulsados a buscar refugios que los protejan de “todos” los problemas.

El fundador de ABIBOO Studio es el arquitecto español Alfredo Munoz, arquitecto espacial y miembro del Space Architecture Technical Committee en el American Institute of Aeronautics and Astronautics. En sus instalaciones se aprovechan nociones de Arquitectura Espacial y las últimas tecnologías en construcción para entornos extremos.

Desde el mini búnker DBX2, fabricado en acero inoxidable, con capacidad para 5 personas, creado como un refugio modular autónomo para proporcionar la supervivencia de sus habitantes hasta por 6 meses, en casos de eventos catastróficos climáticos, químicos, biológicos o nucleares.

Hasta el DBX, un búnker de lujo diseñado como una vivienda secundaria autosuficiente, que cuenta con 1.200 m2preparados para alojar a un máximo de diez personas. Está concebido en módulos que rodean un jardín de cultivo hidropónico y un pequeño invernadero para el cultivo de vegetales.

El Survival Condo, es un búnker que a modo de edificio comunitario ofrece viviendas de lujo para todas aquellas personas preocupadas por un futuro en el que la supervivencia en la superficie terrestre no sea posible. La idea es digna de una película de ciencia ficción o una novela distópica, pero se trata de una realidad presente en nuestra sociedad desde hace varios años.

Construido por el empresario Larry Hall y finalizado en 2011, Survival Condo ofrece una suerte de urbanización vertical a casi 100 metros bajo tierra, diseñada para alojar a 75 personas durante más de cinco años. Para ello, cuenta con todas las comodidades: aulas, cine, piscina, biblioteca, supermercado y centro de atención sanitaria, bar, rocódromo, parque para perros y hasta un campo de tiro. También tiene ventanas que simulan vistas exteriores «realistas» con diferentes niveles de luz para reflejar la hora del día, creando una experiencia de vida normal como si estuviera sobre el suelo.

Poseen un sistema de generación de energía eléctrica, baterías de repuesto, sistema de filtración de aire y de eliminación de aguas residuales. Es más, Survival Condo cuenta con una copia de seguridad de los principales datos de Google, para que pudieran consultarse incluso cuando la red hubiese dejado de existir.

Aparentemente no parece un mal lugar en el que refugiarse ante la próxima catástrofe que atormente a la raza humana. El único inconveniente es que, probablemente, una estancia de estas características sólo se la pueda permitir el 1% de la población. Y es que una unidad residencial en estas peculiares instalaciones cuesta desde 1,5 millones de dólares para los alojamientos pequeños de 85 m2, hasta los 4,5 millones de dólares para viviendas de dos niveles de 300 m2. A pesar del elevado precio, el primer Survival Condo está cerca de llenar sus plazas y la empresa se dispone a desarrollar una segunda instalación.

Durante la Guerra Fría en Estados Unidos se construyeron decenas de silos para guardar armas nucleares, y ahora, a la luz de una creciente paranoia provocada por la pandemia, los ciberataques o el terrorismo, decenas de empresarios están adaptando y transformando los que todavía existen para satisfacer las necesidades de una élite asustadiza.

La demanda de refugios está aumentando considerablemente y varía mucho según el país. En Estados Unidos existe una cultura subyacente propicia para los bunkers. Sin embargo, en Europa Occidental la idea de estar preparado para un posible cataclismo no está tan extendida.

Pero no hace falta cruzar el océano para encontrar empresas especializadas en este tipo de construcciones. En Bunkeralia, con sede en Zaragoza, ofrecen búnkeres NRBQ, preparados para desastres nucleares o ataques biológicos, Refugios TTH con protección frente a tormentas, tornados y huracanes y búnkeres de víveres, para garantizar el abastecimiento de alimentos durante un periodo mínimo de 6 meses.

Sin embargo, el coronavirus es el motivo menos significativo de los que presentan los clientes a la hora de contratar estos servicios, aunque entre los requerimientos más solicitados se encuentra el equipamiento contra virus y bacterias. En nuestro país, los ciudadanos tienen miedo de los posibles accidentes nucleares, las catástrofes derivadas de cambios climáticos y, sobre todo, la falta de abastecimiento de comida y bebida y las revueltas sociales que esto pueda ocasionar. La gente está sintiendo que el infierno está a punto de estallar, desde Corea del Norte hasta el Medio Oriente, y la posibilidad de la Tercera Guerra Mundial con Rusia y China. Muchos prevén el potencial real de otra plaga, un colapso económico, cambios importantes en la Tierra potencialmente causados ​​por fuerzas cósmicas, incluido nuestro propio Sol, y los impactos de asteroides. En definitiva, existe el temor al colapso del propio sistema y a la consecuente reacción violenta y desesperada de los individuos.

Esta es la visión que comparte también Underground Building, compañía especializada en la construcción de búnkeres. También ha percibido un incremento significativo de la demanda a raíz del coronavirus y asegura que está trabajando en proyectos en Galicia, País Vasco, Barcelona y Madrid. La gran mayoría de quienes solicitan los servicios buscan una segunda vivienda en la que mantener a sus familias a salvo de “lo que hay ahí fuera, en un sitio apartado y preparado con todo lo que se necesita para sobrevivir”.

No se trata, explican, de la élite del 1%, sino de personas con una gran conciencia de los eventos globales actuales y un sentido de responsabilidad.

Una de las principales críticas a las que se enfrentan estas compañías es la de aprovechar el contexto de miedo, incertidumbre y desasosiego para hacer crecer sus negocios, en una corriente que ha comenzado a denominarse “capitalismo de la conspiración”.

Las conspiraciones en sí mismas constituyen un mercado importante en el que pueden encontrarse libros, conferencias e, incluso, merchandising. Es lo mismo que rodea al mundo de las alarmas de seguridad y las acusaciones de generar corriente de pensamiento en torno a los robos y las ocupaciones. Los proveedores de búnkeres sostienen que no están creando el miedo, porque este ya está presente, sino que lo están resolviendo.Lo cierto es que es un sector que se alimenta de “por si acasos”, y de eso, actualmente, hay de sobra. Aunque con escepticismo, también se puede mirar al futuro con optimismo. Es que, ante la llegada del Apocalipsis, tenga la forma que tenga, tendremos diversidad de opciones y podremos personalizar el refugio en el que recibir “el fin del mundo”.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

8 comentarios sobre “Un búnker para recibir el fin del mundo

  1. Gracias por tu comentario, Ana. Si es cierto, esta sociedad que estamos creando cada vez tiene una mayor diferencia de clases sociales. Aunque, ahora que lo pienso, ¿no fue siempre así? Lo triste es que no aprendamos, pero bueno yo, por las dudas, ya estoy ahorrando para comprarme un búnker. ¡Por si acaso! Y tendré que pensar a quién invito. Saludos.

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  2. Hola, Marlen.
    Como fiel seguidor y aficionado a la Ciencia Ficción, las distopías me encantan, porque muestran un futuro más que factible y porque en estas historias se retrata toda la «personalidad» de la raza humana.
    Así que, he pensado más de una vez en situaciones, como esta, que te obliguen a la seguridad claustrofóbica de esos búnkeres, pero siempre me planteo la misma pregunta: ¿merecerá la pena?
    Porque es una manera de sobrevivir, pero ¿a qué?
    Yo, que soy de clima caliente, sol confortable, playita cercana… ¿Podré aguantar meses o años dentro de esas «cajas»?
    Con motivo, hace bien poco, de tenerme que hacer un TAC, he descubierto que soy claustrofóbico, o simplemente histérico. Meterme en aquel tubo fue una Odisea, tuve que probar con tres y el último, al ser medio descubierto, permitió que me sondearan en mis interiores. Lo mismo algún día escribo un relato basado en esta «maravillosa» experiencia.
    Esto me hace estar todavía más reticente a meterme en cualquier sitio en el que no se pueda ver la luz del sol, o de la luna, sentir la brisa en la cara, o saborear con todos los sentidos la naturaleza que nos rodea. Además, si nos vamos a llevar metidos allí más tiempo escondío que una neurona en el coco de un político, para luego salir y encontrarnos con el planeta devastado… Creo que mejor, que me lleve la ola, la tormenta o los extraterrestres (ya que, según dicen, no están observando, churras, llevadme con vosotros). XD
    Yo soy animal doméstico, como dicen los que me conocen, pero con la puerta siempre abierta para poder salir cuando me apetezca. Encerrarme en un zulo… Creo que no.
    Muy buen artículo y preciosas imágenes, aunque dejémoslas como historia de Cifi.
    Äbrazo grande, amiga documentalista y CuentaCuentos.

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    1. Hola Jose.
      Por un lado, coincido contigo en el rechazo a esta forma de salvación. ¿Para qué? ¿Para vivir el resto de la vida encerrada en un búnker? Pero cambiemos el escenario. Si no se tratara de un desastre nuclear ni una guerra, sino simplemente un régimen dictatorial que nos encarcelara. ¿Y si la opción fuera vivir en una prisión o suicidarse? ¿Me negaría a seguir viviendo por no poder vivir al aire libre? O si se tratara de una enfermedad que no permite salir fuera de una zona aislada de virus, me decantaría por seguir viviendo sin salir de una habitación? ¿Y si de mí dependiera algún niño o adolescente, lo mataría para que no tuviera que vivir encerrado por no se sabe cuánto tiempo?
      Demasiados «Y si…» Difícil contestar a todas las posibilidades. Pero creo que, por el momento, yo no descarto nada. Si tuviera que elegir salvar a mis seres queridos de la muerte, sería más fácil olvidarme de la naturaleza, del sol, la luna y la brisa.
      Muchas gracias por tu comentario. Sigamos disfrutando de todo lo que se nos brinda… sin pensar demasiado. Sí, ¡difícil!
      Un abrazo grandote, Amigo.

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      1. Ay, Marlen. No me pongas trampas que no estoy para saltaras. 😅
        Si lo que yo haga depende de la supervivencia o simple bienestar de aquellos a los que quiero, no hay nada que discutir. Me doblego a lo que haga falta.
        Mi discurso hablaba de individualidad. Sí, entiendo que eso no existe, pero ¿no estábamos filosofando? 😂😊
        De todas formas, que vengan antes los extraterrestres y me lleven como a un koala a su zoológico. Mientras me den de comer y beber, me dejen dormir y un poco de solecito. 😝
        Toquemos madera que dicen los augures que está al llegar una segunda pandemia que nos hará reír de la primera. 🤞🏼🍀
        Salú y amor, amiga. 🤟🏼🧙

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