VadeReto (diciembre)

VadeReto, ¿Jugamos a Inventar Historias? En el blog “Acervo de letras” de Jose Ant. Sánchez, existe este juego que me encanta. Es una invitación a escribir, sólo un tema cada mes que puedes desarrollar como más te guste. Así que, aceptando el desafío de Jose, aquí os presento mi relato que este mes va de deseos.

Ten cuidado con lo que deseas

Nunca había oído hablar de los códigos Agesta, pero el mundo de lo paranormal la apasionaba. Y sabía con quien podía consultarlo. Así que pidió unos días de vacaciones en la librería y sacó el billete para el autobús que le llevaría a casa de la abuela.

Su abuela era la persona más maravillosa a quien hubiera nunca conocido. Desde pequeña, se entendían casi sin hablar. Todos decían que se parecían mucho, especialmente su madre que nunca se había llevado muy bien con ella.

Hizo el bolso en dos minutos y le dio tiempo a comer un sandwich en la terminal de ómnibus. No viajaba mucha gente, así que se cambió a un asiento doble sin compañía, lo que le permitiría descansar tranquila toda la noche. Apenas estaban saliendo de la ciudad cuando se quedó dormida entre sueños de cabalgatas por el campo y noches disfrutando los cielos maravillosamente estrellados del sur.

De la cena que le dieron por ser un servicio VIP, sólo se quedó con el alfajor y lo guardó para regalárselo a su golosa abuela.

Por supuesto, no vio la película que les pusieron. Siempre se preguntaba quién elegiría la película para estos viajes. Una con un accidente espantoso en una carretera, no era lo más apropiado para un viaje en ómnibus.

Durmió los 800 kilómetros y soñó con reuniones familiares y momentos hermosos con sus abuelos.

Cuando el segundo conductor la despertó porque ya habían pasado Mayor Buratovich, apenas le dio tiempo a despejarse, pero el frío de la madrugada, al bajar en la carretera, la hizo volver a la realidad en el mismo instante.

La caminata desde la tranquera hasta el casco de estancia la despejó totalmente y se alegró de ver, desde lejos, el humo que salía por la chimenea. Era señal de que la abuela estaba despierta y tenía encendida la enorme cocina de leña.

Cuando entró por la pequeña puerta de la cocina, el aroma a bizcocho recién salido del horno la llenó de felicidad. Las tazas, la gran tetera, los limones del árbol del patio, la mantequilla, la mermelada, el queso casero sobre la mesa larga y el perfumado bizcocho aún caliente. ¡No faltaba nada!

.- Pero abuela, ¿cómo sabías que venía? le dijo dándole un grandísimo beso.

.- Las hadas de la madrugada me lo contaron.

.- ¿Qué dices? le preguntó riendo, adivinando que su madre le habría llamado para adelantarle sus intenciones de visitarla.

Le alegró verla como siempre, tan enérgica y cariñosa al mismo tiempo. Desde la partida del abuelo no había vuelto al campo y temía encontrar a su adorada hada madrina, triste y avejentada. Pero la risa estentórea no se hizo esperar y, entre té, bizcocho y confidencias, pasaron la mañana más feliz desde hacía ya no recordaba cuánto tiempo.

Cuando llegó Cata, la chica que le ayudaba desde toda la vida, las encontró en el mismo lugar y la misma postura. ¡Había tanto para contar!

Luego de acomodarse en su cuarto de siempre, de pegarse una ducha y cambiarse, ya estaba lista para ayudar en las tareas diarias. Fue a buscar los huevos en el gallinero, probó la nata con azúcar de la leche recién hervida, dio vueltas a la máquina de hacer fideos y metió el dedo en el bols de la mousse de chocolate, mientras su abuela la perseguía con un repasador, como cuando era niña. ¡Estaba en casa! ¡Se sentía felíz!

La mañana voló sin darse cuenta y, después de comer sus platos preferidos, mientras la abuela se retiró a dormir la siesta, salió al patio de tierra a jugar con los perros y a sentarse en su mesa de cemento, bajo los árboles de toda la vida.

Un rato después, la figura alta y muy recta que se acercaba rodeada de su corte canina, la sacó de su ensoñación y de sus auto-reproches por no haber venido antes.

.- Bueno, ¿ahora me vas a contar qué te preocupa o vas a dar vueltas como siempre?

Como siempre ella era la primera en adivinar sus pensamientos y, como siempre, intentó escabullirse contándole que estaba interesada en aprender algo sobre los Códigos Agesta.

.- O sea que esperamos a otro momento para lo importante. ¡De acuerdo! Dijo mientras se levantaba y volvía a la casa.

Verónica pensó que su abuela se había enfadado, pero en unos minutos la vio venir nuevamente con un collar en la mano.

.- ¿Qué es eso?

.- ¿No querías que te contara sobre los Códigos sagrados Agesta? Esto es un mala, una sarta de cuentas que se usa en el budismo y el hinduismo para recitar mantras, pasajes de las escrituras sagradas, encantamientos, o nombres de una divinidad, dijo sentándose a su lado. Este en particular me ha acompañado casi toda mi vida, desde el primer viaje que hicimos con tu abuelo al Ashram que nos regaló tanta sabiduría espiritual y al que debieras visitar, porque ya tienes edad para hacerlo.

Es un mala budista de cuentas de malaquita, una piedra protectora que absorbe las energías negativas del cuerpo. ¿Ves que hay cuentas de coral que separan el collar en cuatro partes iguales? Cada una tiene 27 cuentas, 108 en total y esta de metal trabajado que se llama Guru, personifica a tu mentor espiritual y es la primera y la última del mala. Se usa girando en dirección horaria con el dedo pulgar, que representa la divinidad o el estado del Buda y el índice que representa el ser individual. Esto simboliza la unión de lo divino con lo particular. Yo suelo usarlo para recitar mis mantras antes de meditar.

.- ¿Y este trocito de lana rojo?

.- Pues eso tiene que ver con lo que tú me preguntabas. Para los códigos sagrados de Agesta, se usa un collar de 45 cuentas. Ves, estas 45.

.- ¿Pero tú los usas?

.- A veces.

.- ¡Sabía que tenía que venir a verte!

.- ¡Ja Ja Ja! Siempre puedes venir a verme. Pero espera, a ver cómo te lo explico. José Gabriel Agesta dio a conocer estos códigos numéricos que forman parte de una matemática que desconocemos y que, al recitarlos, movilizan energías y logran cosas que las almas no pueden conseguir de otra forma. 

Hay códigos para muchas cosas diferentes y su invocación hace vibrar frecuencias que logran cumplir la petición. Mi maestro decía “Si lo crees, lo creas”.

Hay algunos códigos que actúan muy rápido y otros que tardan más porque remueven cosas del pasado. Es algo un poco difícil de explicar, pero yo he comprobado que son efectivos.

.- ¿Y cómo se usan?

.- Hay tablas con códigos y uno debe repetirlo 45 veces cada vez. Lo puedes hacer en cualquier lugar, mentalmente o usando la voz, las veces que quieras al día, hasta que se cumpla lo que estás pidiendo. No se necesitan rituales de ningún tipo para ser escuchados. Algunos prefieren encender una vela, un incienso, poner música, todo eso queda a discreción de cada quien. Yo suelo usar, como para la meditación, una música tibetana y este mala que siempre me acompaña. El trozo de lana me marca las 45 cuentas. Aunque hace mucho que no suelo usarlo.

.- ¿Y qué clase de deseos se piden?

.- Pues uno muy interesante fue el código 2137 que te permite recordar los sueños. No sé si será por la sugestión, pero ya hace muchísimos años y aún sigo escribiendo mis sueños más locos por la mañana.

.- ¡Los cuadernos de sueños que me contabas de pequeña!

.- Pues si, con tu abuelo nos divertíamos pensando en que algún día editaría un libro con algunos de mis sueños.

.- ¡Pues yo quiero probar!

.- Despacio, con calma, estas no son cosas que se pueden hacer a la ligera. Hay que tomárselo en serio y pensar muy bien en lo que se va a pedir. Mañana me ayudas a buscar las tablas de códigos que estarán en el escritorio de tu abuelo y te regalaré su mala que es de madera de sándalo. ¡Precioso!

.- No Meme, no quiero que te deshagas de algo tan especial. Pero yo no sabía que el abuelo usaba estas cosas.

.- Hay muchas cosas que él guardaba para sus momentos de intimidad. No todo el mundo entiende el descubrimiento espiritual. En eso éramos muy diferentes, él era partidario de no chocar con las ideas de nadie.

.- ¡Ya, con las ideas de mamá!

.- Estoy segura que le encantaría que tú usaras su adorado mala. Vamos a la cocina, que está empezando a refrescar.

Los días siguientes abuela y nieta se sumergieron en el mundo del abuelo, leyendo papeles, seleccionando libros, cuadernos con notas, agendas varias con detalladas informaciones y jugosos comentarios.

Al tercer día, en una preciosa caja de madera forrada en terciopelo negro, encontraron el mala, una libretita con los códigos sagrados, unas cartas del Tarot, una petaca con el Wadget Eye (Ojo de Horus egipcio), una miniatura representando una barca funeraria egipcia, una cerámica con la figura maya del dios Kukulkán, la serpiente emplumada relacionada con la lluvia y el agua y un pequeño hipopótamo en mayólica Azul Egipcio, el color del cielo, de las aguas del Nilo y por lo tanto del universo, el color de la vida, de la fertilidad y del renacimiento.

.- ¡Dios mío, aquí estaba! ¡He buscado esta criatura en los bolsillos de todos los trajes de tu abuelo! Nunca se separaba de ella, dijo Meme tomando el hipopótamo. Lo siento, pero esta se queda conmigo. El resto, dijo tomando la caja entera, es para ti.

Verónica guardó la caja en el fondo del bolso y pensó no abrirla hasta que no estuviera nuevamente en su casa. La abuela parecía cansada y especialmente afectada.

Disfrutaron juntas de sus charlas, cocinar y repasar recetas, mirar el álbum de fotos junto a la chimenea y caminar por la calle de álamos plateados, que en esa estación estaban sin hojas. Los días pasaron demasiado rápido y Verónica tuvo que volver a su vida habitual, no sin antes prometer viajes más asiduos y festejar su cumpleaños en la vieja casona.

El viaje de vuelta no fue tan tranquilo como el de ida. Los códigos sagrados le rondaban y se preguntaba cuál sería el deseo que elegiría, si tuviera ocasión de pedir uno. Felicidad, dinero, un buen trabajo, amor, salud, ¡tantas cosas se le ocurrían!

Finalmente, decidió jugar a ser maga y seleccionar algo extraño, que no pudiera conseguir de una forma normal, esforzándose. Al fin y al cabo, Meme le había confesado que formaba parte de una larga saga de sorginak, así que tenía que probar.

A la luz de la pequeña lamparilla del asiento del micro, repasó algunos de los códigos apuntados en la libreta del abuelo.

La “Adicción a la comida” era tentador, últimamente no sólo comía demasiada comida basura, sino que no hacía suficiente ejercicio. Estaba, como le decía su madre, “cogiendo peso”.

Un hechizo “Contra maldiciones” no le vendría nada mal. Su futura cuñada era una persona sumamente celosa, que le hacía sentir mal cada vez que se reunían todos. No le extrañaría nada que también ella tuviera sus armas secretas.

Por otro lado, siempre había querido como la abuela, “Recordar los sueños”. Sabía que sus sueños solían ser muy curiosos y más de una vez se quedaba con las ganas de recordarlos para poderlos escribir, porque apenas se despertaba, su mente se dispersaba y adiós sueño.

Finalmente encontró lo que estaba buscando. Era un deseo que le permitiría escuchar lo que pensaba otra persona. En muchas ocasiones le hubiera gustado escuchar los verdaderos pensamientos de sus seres queridos, para solucionar sus pequeños conflictos y se sentía impotente para lograrlo. Si resultaba, aunque sólo fuera en algún caso, sería la persona más feliz. Y además, tendría un fin generoso, nada egocéntrico.

Así que releyó varias veces la forma de usar los códigos y en medio de la noche en carretera, con los miles de estrellas sobre el autobús silencioso, tomó el mala del abuelo e hizo la activación de su primer deseo, teniendo muchísimo cuidado de agradecer como se lo había enseñado Meme.

Sabía que su madre había dejado de estudiar filosofía cuando quedó embarazada y decidieron casarse con su padre. Aunque leía cuanto libro interesante sobre teorías filosóficas aparecía, siempre tenía la impresión de que ella añoraba las clases, ir a la facultad, tener ese tiempo propio para estudiar y olvidar las tareas de la casa. Sobre todo ahora, que su hermano había decidido irse a vivir con unos amigos y la casa le quedaba grande y vacía. A lo mejor se equivocaba, pero querría saber lo que ella pensaba realmente.

Activó el código 25700 y repitió las 45 veces el deseo por primera vez, decidiendo que lo haría rutinariamente por la mañana al despertar y por la noche, antes de acostarse. 

Llegó a casa cansada aunque feliz y se duchó antes de ir a la librería. Pasó el día casi sin darse cuenta y volvió tarde, por lo que decidió no llamar a sus padres. No quería molestarles y lo dejó para el día siguiente. Cumplió con el ritual de los códigos y se quedó dormida sobre la cama.

A la mañana siguiente le despertó el teléfono, su madre se disculpaba por haberla despertado, pero quería saber si lo había pasado bien en el campo y tenía una novedad que contarle. Después de tanto tiempo, había decidido volver a la universidad, el lunes había empezado las clases. Estaba exultante, hablaba sin parar, su entusiasmo parecía justificarse con razones que Verónica ya no escuchaba. Con la boca abierta, sin poder decir nada, su mirada clavada en la libreta del abuelo.

.- ¿Te parece mal?

.- ¡Cómo me va a parecer mal, mamá! ¡Me parece la mejor decisión que podías tomar!

.- Como no me decías nada.

.- Es que me has dejado sorprendida, pero tenemos que hablar, esta tarde voy a verte y charlamos. ¡Y me parece genial! Te quiero mucho, hasta luego.

No podía ser, tenía que ser una coincidencia. Llamó a su abuela para contarle, pero Cata le dijo que había salido temprano para ir al médico en Bahía Blanca, una revisión rutinaria. También le contó que pensaba hacer Pastel de papas para la noche, cosa que Verónica no entendió. Así que le dejó dicho que le llamaría a la noche.

El día le resultó muy extraño, se dio cuenta que sabía lo que querían los clientes, antes aún de que abrieran la boca. Y eso no fue todo, se enteró de la bronca de su jefe con su mujer, que su novio no estaba interesado en ella porque era gay y quien le gustaba era el dependiente de la librería por lo cual iba tanto a verla, y que su mejor amiga no la soportaba, sólo estaba interesada en conquistar a su novio (ese si, el gay que aún no había salido del armario).

La cabeza le estallaba, tanta información era demasiado. Salió antes del trabajo, pretextando una indisposición, no sin enterarse que “esta fresca se toma la tarde, después de unas vacaciones de una semana”.

Dudó en ir a casa de sus padres, no estaba con ánimo de tomar el subte, escuchar pensamientos de toda esa gente desconocida y luego los de sus padres, su hermano… Pero pensó que su madre no se merecía eso y se tomó un taxi para escuchar por lo menos, una sola voz a la vez. Los problemas de drogas del hijo del taxista la entristecieron. Sonrió cuando el silencioso taxista la miró con cara de sorpresa ante el:

.- Tranquilo, es joven, ya se le pasará.

Al entrar en casa de sus padres, se encontró a su abuela paterna, que preferiría pasar las Navidades en el Caribe con las “chicas” y no con su familia y sobre todo con sus nietos.

Su padre, a pesar de la sonrisa, estaba harto de estar encerrado en la oficina y le hubiera gustado hacer un trabajo que le permitiera viajar por todo el país. Se imaginaba dejando la empresa familiar, desempolvando su título de arquitecto y poniendo una pequeña empresa en el garaje, para ayudar a vecinos y amigos a hacer reformas, con la experiencia que ya tenía.

Su madre había retomado los estudios. Pero a pesar de que intentaba aparentar que le encantaba la novedad, no le gustaba estudiar con esos niñatos y esos profesores que creían que se lo sabían todo. No se lo había dicho a nadie, pero pensaba dejar nuevamente y apuntarse a un taller de cerámica. Iba a acondicionar el garaje para poner su taller y desarrollar su creatividad.

Por suerte, también se enteró que su hermano no tenía celos de ella, sino que intentaba imitarla porque la admiraba. Descubrió que tenía buenos amigos, chicos que lo apoyaban y lo querían. Y que no pensaba casarse con esa niñata tan celosa con la que salía.

En cuanto a su vida y al disfrute de su don, Verónica dejó la librería con jefe y clientes incluidos. Ha pasado los últimos años buscando la forma de deshacer su deseo. Aprendió, se fue adaptando, al principio descubrió que era maravilloso, era como tener una varita mágica con la que podía cambiar la vida de sus seres queridos. Conociendo los deseos más íntimos, los pensamientos que ni siquiera se confesaban a sí mismos, podía convencerlos de que, por lo menos, intentaran cambiar de actitud y probaran suerte con lo que realmente deseaban hacer.

Pero, a veces, lo que deseaban no era lo mejor para ellos y además, eso de escuchar lo que piensan todas las personas a tu alrededor, se terminó convirtiendo en una pesadilla. Era un infierno intentar estar un rato en silencio y no lograrlo. 

Se mudó al campo de Meme, ese lugar idílico en el medio de la nada, rodeado por árboles, pájaros y disfrutando de la naturaleza y las noches estrelladas. Hasta que los buenos amigos o la familia, creyendo que no es bueno estar tan sola, le van a visitar, a hacer compañía, a charlar, a traerle algo rico para comer y… todo empieza de nuevo.

Así que acepta mi sabio consejo: ten cuidado con los deseos, porque se pueden hacer realidad.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

12 comentarios sobre “VadeReto (diciembre)

  1. Maravilloso, Marlen.
    Esa forma tan dulce y cariñosa con la que retratas a la abuela Meme me ha encantado y me ha hecho rememorar momentos maravillosos que me regalaron y que ya solo quedan en la memoria.
    También esa referencia a las matemáticas místicas me encantan, porque soy profe de mates desde hace mucho e intento dotarlas de un poco de magia para hacerlas más atractivas. Tendré que investigar todas esas artes que has mencionado en el relato. Es maravilloso conocer los entresijos, leyendas, mitos y espiritualidades de tu tierra.
    La verdad es que, no solo es una delicia leerlo, también es una pieza de filosofía con una moraleja muy interesante y sabia. La última frase es digna de grabarla y colocarla en un hermoso cuadro en nuestra biblioteca.
    Muchas gracias por esta hermosa historia que da muchísimo valor y riqueza a nuestro VadeReto.
    Un abrazo

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  2. Mil gracias Jose. Participar en tu/nuestro VadeReto me encanta, porque es un incentivo para sentarme a escribir y lo estaba necesitando. Pero además, los comentarios que nos regalas son el empujón necesario para que la adrenalina nos de un chute que ni te imaginas. Mi día ya es feliz, y ¡eso que venía en bajada! Así que nuevamente gracias Gracias GRACIAS!!!

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  3. Me parece que has pintado un relato hermoso sobre las relaciones humanas, la familia, los deseos no satisfechos y sabiduría ancestral. Sonrío al pensar en tener un don como el despertado por tu protagonista con esas matemáticas místicas. Creo que terminaría por ser abrumador y haría lo mismo que ella: irme al campo donde uno escucharía pocos pensamientos. El personaje de la abuela me encantó. Un abrazo y enhorabuena por tu relato. Saludos.

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  4. Tu relato me ha hecho recordar los días de vacaciones en los lugares donde vivieron mis abuelos y otros familiares que ya no están aquí. Durante esa estancia, no solo descansaba y me divertía de manera diferente a la que me limitaba mi ciudad de residencia; era otra forma de vivir e incluso de pensar… y me alegro por el hecho de que me hayas incitado a rememorarlo.
    La forma de describir la experiencia de la protagonista de tu narración resulta de lo más acertado y me ha encantado como la interioriza.
    Muchas gracias por compartirlo.
    Un saludo.

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    1. Tiempos de niñez, lugares donde disfrutamos la niñez, seres con los que vivimos momentos importantes, aunque fueran sólo pequeños gestos. Me encanta recordarlos y me alegro que a ti también te pase. Muchas gracias a ti, por acercarte a leerlo y por tu comentario. Mi saludo y una ¡Muy Feliz Navidad!

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