Yo pensaba que nunca podría ser una fotógrafa. Cuando vivía un momento especial o cuando descubría un paisaje que me impactaba, era incapaz de levantar la cámara y disparar. Era como si, al intentar detener el tiempo en mi fotografía, detuviera el goce de la realidad.
Y así, perdí la oportunidad de sacar muchas muchísimas fotos de mis primeros viajes, que en este momento me gustaría haber fotografiado y poder volver a ver. Me pasaba lo mismo con las personas, familiares, amigos, desconocidos con ese algo especial.
¡Cómo me gustaría tener ahora fotos de la gente que ya no está! Pero, como diría mi madre: “Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.”
¿Qué cambió mi actitud? Viviendo ya en Euskadi, un día descubrimos la existencia de la Sociedad Fotográfica de Gipuzkoa. Allí fuimos con Kurt a informarnos, nos hicimos socios y tuvimos la oportunidad de conocer a gente maravillosa y apasionada que me abrieron una puerta mágica. Y lo digo en singular, porque a Kurt le encantaba fotografiar y no tenía ningún complejo como el mío.
Comenzamos tímidamente a presentar fotos al Concurso Social que se realiza mensualmente, en modalidad papel y digital, con un tema determinado y un grupo de jueces que analizan, critican y valoran las fotos presentadas. El hecho de tener un tema fijo obliga a salir al mundo a buscar una foto que nos represente dignamente, cumpliendo con lo solicitado. El amor propio aparece y debo decir que entre nosotros dos jugábamos a ver quién conseguía una mejor valoración.
Asistir a las inauguraciones de exposiciones, a los cursos, a rallyes en la Sociedad o en otras de diferentes pueblos cercanos y las lecciones del Área Reservada, donde un socio presenta su obra. Experiencias todas que me fueron dando una formación y me permitieron averiguar que el placer que siento por la fotografía es mucho más poderoso que cualquier traba que me imponía antes.
Dos personas de la Sociedad contribuyeron a un momento de inflexión en mi descubrimiento del mundo de la imagen. Txaro Barinaga-Rementería y Nekane Aramburu me impulsaron a participar en una exposición colectiva de cinco mujeres retratando el mundo antiguo y actual de la mujer.
Y aunque en principio no pensaba estar a la altura de dicho trabajo, el entusiasmo de mis compañeras se me contagió y disfruté plenamente de una vivencia maravillosa que nos llevó a presentar la exposición hasta en Alemania.
¡Todo un logro compartido que me dio alas para intentar otra aventura! Pero eso os lo contaré la próxima vez.
Y seguimos jugando. ¿Habéis descubierto los temas de la primer serie del Abecedario Fotográfico? Ya sabéis, una foto: una letra. Y la del encabezamiento no cuenta. Acordaros de la última letra de la entrada anterior.
¿Habéis jugado al Abecedario de fotos? Contestando a quienes me han escrito, os doy las palabras que componen esta segunda lista: invierno, jaula, kirola (en euskera es «deporte»), libros, mate, negro, ojos, pluma, quema. ¡¡Felicitaciones a quienes han acertado!! En la próxima, haremos el resto del juego de nuestro abecedario.
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