La mentira parece campar a sus anchas desde que el mundo es mundo. Molière lo sabía. Tal vez por eso uno de sus personajes más universales, es el perverso Tartufo, un pícaro peligroso que por supervivencia ha tenido que vivir del engaño y se ha convertido en un arquetipo. Un falso devoto que busca quedarse con la fortuna del pánfilo Orgón y que, a través de los siglos, sigue renaciendo con otros ropajes. Porque Tartufos hay muchos, están por todas partes, es una cuestión de escrúpulos.
La mentira es atemporal, está en nuestra actualidad emocional y moral, seguimos debatiendo las mismas cosas que se debatían en tiempos de Molière, seguimos teniendo las mismas dudas internas, las mismas mezquindades.
Mentimos mucho, mentimos todos y mentimos a diario. Incluso, la gente que piensa que no miente o que miente poco, también utiliza la mentira en su vida cotidiana. Los psicólogos saben que es una de las causantes de gran parte de nuestro sufrimiento y a pesar de ello, seguimos mintiendo. Puede ser porque muchas personas no son conscientes de hasta dónde la mentira y el engaño están presentes en sus vidas.
¿Quién no ha mentido alguna vez?
Mienten mucho las personas inseguras, las que quieren caer bien, las que quieren conseguir a toda costa un propósito, o las que quieren evitar una consecuencia negativa.
Pero hay diferentes tipos de mentiras. Algunos las usan para inspirar lástima. Personas que, al principio se muestran cautivadoras y entrañables, pasan de los halagos a las exigencias, de ser encantadoras a ser crueles porque exigen demasiado a la otra persona. Exigen su atención, exigen su tiempo, exigen su total dedicación y algunas veces, exigen la exclusividad de la amistad.
Las personas que mienten para manipular suelen ser tremendamente hábiles porque escogen muy bien a sus víctimas. Tienen muy claro que quieren aprovecharse de los demás, del afecto que han despertado en la otra persona, en su propio beneficio.
Casi siempre mentimos para conseguir algo. Incluso en el amor, la mayoría de las personas reconocen que estarían dispuestas a mentir en la primera cita. Y ni hablemos de Tinder, donde una gran cantidad de datos suelen ser falsos.
En el trabajo, en las entrevistas de selección de personal, miente casi todo el mundo. Esta es una forma de conseguir con la mentira lo que no se ha logrado conseguir por la vía del esfuerzo.
Vamos disfrazados las 24 horas del día, el problema es cuando el engaño y la mentira se utilizan para guiar la voluntad de los otros hacia un sitio que a mí me interesa. Cuando mienten en una campaña electoral o en un debate televisivo, cuando mienten a una persona para venderle un producto bancario que linda con la usura… Hay mentiras muy evidentes que sobrepasan lo permisible y entran en el terreno de lo delictivo.
Las mentiras sirven actualmente, en el ámbito político, para crear un estado de irritabilidad incontrolada, que convierte el día a día en un permanente enfrentamiento dogmático. Me parece peligroso decir lo que se dice desde una tribuna parlamentaria, desde un escaño o desde un debate televisado. Hay gente a la que no le importa mentir ni socavar la buena fama del contrincante, ni siquiera utilizando mentiras dolorosas en la esfera de la afectividad, de la sexualidad.
El actor Juan Echanove decía que los políticos “siguen instalados en un escenario que consiste en representar la misma puta función toda la vida. La clase política de este país se empeña en representar ante los ciudadanos lo peor de sí mismos.” Y lo hace, en gran medida, a través de mentiras.
Aunque, claro, no todas las mentiras son iguales. Y aunque la mayoría de las mentiras son egoístas, las hay también altruistas. Algunos tipos de mentiras son necesarias para no dañar a la otra persona. ¿Quién no ha dicho?, ante el hijo de una amiga: ¡Qué niño más guapo!, aún sabiendo que el susodicho es realmente feo.
Tenemos que aprender a ser más humanos y saber qué es lo que podemos o no decir al otro, para no lastimarlo. A veces, las mentiras son no decir la verdad o decir lo contrario de lo que es, a veces es esconder una parte de la realidad y a veces es mentirnos a nosotros mismos, sin darnos cuenta que no nos conocemos tan bien como pensamos.
El teatro, por ejemplo, es una mentira consensuada. Cuando vamos a una función de teatro, todos aceptamos que vamos a que nos cuenten una historia que, la mayor parte de las veces, es mentira. Esa ficción, muchas veces, esclarece más que la realidad, porque el teatro es una reflexión sobre cómo somos, sobre cómo nos desenvolvemos en la vida. Pienso que el arte, en general, es una mentira a través de la cual se iluminan ciertas zonas bastante oscuras de nuestra realidad y nos ayuda a conocernos mejor.
Que la mentira no nos prive de las verdades de nuestra vida.





Muy buena y creíble entrada!! Deberías agregar también; que omitir de algo a alguien; es mentir. Un cálido saludo.
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Si claro, por eso digo que «A veces, las mentiras son no decir la verdad o decir lo contrario de lo que es, a veces es esconder una parte de la realidad…» Pero ni nos damos cuenta que estamos mintiendo, es un poco extraño. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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No hay porqué. Nadie puede decir lo contrario a lo que has escrito. Hubo unas líneas que me recordaron a mi madre; ella solo me repetis que no se debía mentir, pero que a veces había mentiras «piadosas», para no herir a alguien. En definitiva es igual a aquel que te dice «le tengo envidia sana», la que es terriblemente contraria a nuestra propia salud. Otro abrazo de vuelta.
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Buena entrada, para la reflexión. De acuerdo contigo en todo lo que expones, y si, a veces las mentiras son necesarias en ciertos contextos. Un abrazo.
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Gracias por pasarte por aquí y por tu comentario.Si, a veces son necesarias, aunque esperemos que no nos las cuelen demasiadas veces. Un abrazo a tí también.
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Creo que también las mentiras las usamos para protegernos, por ejemplo cuando tenemos miedo de ser juzgados. No sé si haya mentiras buenas, como dicen. Gracias por tu reflexión, me gustó.
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Gracias a ti Julieta, por tu comentario. Es cierto lo que dices, a veces usamos las mentiras para protegernos. ¿Quién puede juzgarnos por eso? Y estoy también de acuerdo en que no sé si calificar a algunas de buenas, pero de «piadosas» como decía la madre de «elcieloyelinfierno», sin duda. A veces duele mucho menos una mentira piadosa que una verdad. Saludos «de verdad».
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