La puerta nos aventura al misterio

La puerta es umbral, es tránsito, pero también está ligada simbólicamente a la idea de casa, de patria o mundo que abandonamos y a los que volvemos pasando siempre a través de ella. Es un símbolo femenino en el sentido de apertura, de invitación a penetrar en el misterio, lo opuesto al muro que sería lo masculino. En ese contexto, el cuerpo materno es la puerta hacia este mundo y la tumba es la puerta hacia un nuevo lugar completamente desconocido.

Al ser una abertura que nos permite entrar y salir, siempre ha sido considerada un símbolo universal que implica una transición de un lugar, de un estado o de un nivel a otro.  Se trata de un punto de acceso a una realidad diferente, superior o inferior: la Luz y la Oscuridad, la Vida y la Muerte, la Ignorancia y la Sabiduría, la Culpa y el Perdón, el Cielo y el Infierno.

En el Antiguo Egipto, la puerta simbolizaba el horizonte, la montaña luminosa de Oriente por donde sale el sol, ese instante fascinante del amanecer en el que se encuentran ambos mundos. En las tumbas, se construía una entrada para que el alma del difunto pudiera trasladarse tanto en una dirección, como en la otra.

En todos los templos judíos, así como en las iglesias y catedrales cristianas, la puerta principal es uno de los elementos arquitectónicos de mayor relevancia. La Biblia habla de «las puertas de los cielos» por las que se ingresa a la salvación y a la vida eterna. Pero también nos recuerda que no todas las puertas son dichosas, como es el caso de las puertas de la muerte y de las del infierno.

Las puertas de todos los grandes lugares sagrados del mundo separan y protegen lo sagrado de lo profano. Suelen estar protegidas por guardianes, como leones, dioses, grifos, manos de fátima, vírgenes o cristos. Es el caso de San Pedro, guardián de las Puertas de los Cielos; Satanás, guardián de las Puertas del Infierno; el can Cerbero, guardián de las Puertas del Inframundo griego y el dios Ganesha, guardián de los altares de la India.

En el arte medieval europeo era muy frecuente colocar en los accesos principales, la cabeza de un monstruo en cuya boca el animal sujetaba una argolla, símbolo de la “puerta estrecha”, que hace referencia a la iniciación que hará el neófito, una vez que traspase el portal del templo, ya que para penetrar había que superar difíciles pruebas.

En China, este monstruo es el “Tao-tie” de la época de los Han, una máscara con fauces de bestia carnicera, especie de ogro devorador que destruye y se traga las formas materiales y es como el guardián de la puerta, al igual que el “Kâla-mukha” en la India.

La puerta de los ritos de los masones es muy baja con el fin de que el profano tenga que encorvarse para poder entrar al interior del templo. No se trata de un acto de humildad, sino que denota la dificultad existente para pasar del plano profano al plano iniciático.

Jano es el dios latino de los cambios y las transformaciones, por eso a él se consagran las puertas y umbrales. Simboliza el devenir de la vida, la evolución, y por eso tiene dos caras, representando la incertidumbre de lo que está por venir. Sus insignias son la llave y la varita que le sirve para apartar todo lo que no debe penetrar.

Por su parte, las siete artes liberales reciben la denominación de «las siete puertas» a través de las cuales el artista accede a la iluminación y a la sabiduría. Todos los jardines y los huertos de la alquimia medieval tenían un solo acceso que estaba cerrado, para que los conocimientos no se difundieran a todo el mundo. Muy pocos eran los que tenían en su poder la clave para poder abrir ese portal.

Para el guerrero de novelas, cuentos, antiguas y nuevas tradiciones, hasta de los comics y los dibujos animados japoneses que encantan a nuestros niños y adolescentes, la puerta tiene el valor de otorgar al héroe un don y de permitirle lograr la armonía.

Símbolos, mitos… durante nuestra vida se nos van presentando diferentes puertas para que seamos nosotros los que decidamos cuales abrimos y cuales dejamos cerradas. No todo el mundo tiene valor para abrir algunas puertas. En ocasiones preferimos dejarlas cerradas, «por las dudas». Y tú ¿eres de los que prefieren seguir caminando por el corredor y dejar cerradas muchas puertas del pasillo?

En el mundo en que vivimos, las puertas y ventanas que construimos suelen ser rectangulares. Por lo tanto, nuestras «puertas materiales» son amigas de la escuadra y de los ángulos de 90 grados. Muy probablemente en la mayoría de las «puertas espirituales» ocurre todo lo contrario y, en lugar de ser rectangulares son redondas y amigas del compás. Hoy os traigo una colección de puertas materiales de diferentes viajes. Y una sola redonda: La «Puerta del Cielo», un agujero en la Montaña de Tianmen, en China, de 131 metros de alto, producto de la erosión y de un gran desplome que ocurrió en el siglo III. Y que, por ser obra de la madre naturaleza, no es rectangular sino ovalada.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

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