Hay quien dice que el primer villancico fue creado por el Marqués de Santillana, otros por su parte, afirman que los primeros villancicos fueron creados por los evangelizadores del siglo V.
Lo cierto es que el origen de los villancicos proviene de la Edad Media (siglo V al XV), donde eran simples canciones populares que nacieron en las zonas rurales (las Villas) como forma sencilla y rítmica de contar los acontecimientos que sucedían en la zona (amores, fallecimientos u otros temas de interés) y no tenían nada que ver con la religión y la Navidad. Consistía en una breve canción cantada por un solista, acompañado de algún instrumento.
La palabra «villancico» deriva de la denominación «villanos» que se daba a los habitantes de las villas, para diferenciarlos de los nobles o hidalgos. Dada su estructura rítmica y pegadiza, hacia el siglo XVI, las autoridades eclesiásticas comienzan a ver en el villancico un medio de divulgación religiosa y comienzan a contar historias de la religión, sobre todo centradas en el nacimiento de Jesús, a pesar de que la iglesia ya disponía de composiciones musicales propias, abandonando así la temática cotidiana relacionada con el amor cortés, el desamor, sucesos del día a día y acercándose a la fe católica.
Estas canciones se popularizaron rápidamente, aumentándose el número de voces y acompañándolas de instrumentos más complejos como el arpa, el violón y el órgano y se convirtieron en una práctica habitual en las iglesias, extendiéndose al hogar y a las reuniones familiares.
Quizás lo más curioso de todo esto es la transformación que estas canciones ha sufrido con el paso de los siglos y la capacidad del ser humano de mantener las tradiciones, de recoger sus letras, sus melodías y dejarlas reflejadas para que las siguientes generaciones tuvieran constancia de ellas y puedan seguir vivas.
En la actualidad, los villancicos cumplen varias funciones. Por una parte ambientan y complementan ese ambiente navideño (en casa, en las calles, en las tiendas…) y acompañan los banquetes. También, sirven como herramienta para una de las costumbres típicas: «el aguinaldo». Por lo menos aquí, en Euskal Herria, pasan grupos de niños de casa en casa a cantar sus villancicos y pedir un aguinaldo que luego les servirá para una buena merendola.
Hoy os acerco alguno de los villancicos que me gustan y os invito a cantar, porque, como decía mi abuela, «Quien canta, ¡sus males espanta!».
¡¡Feliz Navidad!!