Fundación de la ciudad de Buenos Aires

Pocas ciudades en el mundo fueron fundadas dos veces. Buenos Aires es una de ellas. El sábado 11 de junio de 2022 se cumplieron 442 años de la fundación de la ciudad de Buenos Aires por el general vasco Juan de Garay. Fue fundada como Ciudad de la Trinidad y Puerto de Buenos Aires. Juan de Garay estaba al servicio de los adelantados del Río de la Plata: primero de su tío Juan Ortiz de Zarate y luego del esposo de la hija de este, Juan Torres de Vera y Aragón.

Pero empecemos por el principio, ¿qué era un adelantado? En la conquista de América, los reyes de España concedían el título de Adelantado para “descubrir las nuevas geografías de las nuevas tierras y a sus pobladores, a fin de conocer, apaciguar, conquistar y poblar como nuevas provincias, al antiguo estilo romano, tras fundar nuevos pueblos y ciudades, que constituirían los nuevos reinos nominados de ultramar y que como tales eran cartografiados.”

Entre el carácter de los descubrimientos realizados por España y las conquistas hechas por las demás naciones, se presentan diferencias. Los territorios descubiertos y sometidos por las otras naciones, constituyeron “colonias” de sus respectivos países, mientras que los territorios descubiertos y sometidos por españoles, pertenecen a la Corona y forman parte integrante de la Nación desde el primer momento. 

Los reyes de España, Doña Isabel y Don Fernando, en cuanto se realiza el descubrimiento, agregan a sus títulos tradicionales el de Reyes de Indias, y los nuevos países toman los nombres de Nueva España, Nueva Castilla, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nueva Granada, Nueva Toledo, significando así que la vieja Nación se reproducía en los territorios de la joven América tal como ella era, con su pensamiento, con sus creencias, con sus costumbres, con todos sus defectos, pero también con todas sus virtudes.

Consecuencia de esto fue que no se considerasen como colonias, sino como provincias o reinos de la Monarquía, las constituidas al otro lado del Océano, idénticas en derechos a las de la Península y que Felipe II prohibiese que los caudillos españoles se denominasen conquistadores, indicándoles los nombres de pacificadores o pobladores. Por esto, los Reyes Católicos determinaron las circunstancias que se debían observar con las personas que pasaran a la Española, para desde allí ir a poblar lo que en adelante se descubriera, y ordenaron el 30 de setiembre de 1501 “que ninguno de sus súbditos y vasallos ni cualquiera otro extranjero pudieran ir, sin su especial licencia y mandato, a descubrir por el Océano ninguna provincia de la Tierra Firme de todas sus Indias e islas adyacentes, descubiertas o por descubrir, bajo pena de que el que contraviniere, por el mismo hecho, sin otra sentencia y declaración, perdiera el navío o navíos, mercaderías, bastimentos, armas, pertrechos y cualesquiera otras cosas que llevare, que debían aplicarse a la Cámara y Fisco reales.”

Es decir, que los particulares no podían por sí solos, prescindiendo del Estado, lanzarse a empresas de descubrimientos ni de conquistas. Todos los adelantados de América, procedieron en virtud del permiso que les otorgaron los reyes, concertando previamente con estos las condiciones en que habían de llevar a cabo sus empresas, recibiendo de los monarcas auxilio moral o material y obrando, en fin, como meros mandatarios de la corona. Las competencias de los adelantados eran jurisdicción civil y criminal, nombrar regidores y otros cargos en los pueblos de nueva creación, designar interinamente oficiales de la real Hacienda, redactar ordenanzas para el gobierno de la tierra y el trabajo en las minas, dividir su provincia en distritos, organizar milicias y nombrar capitanes. Pero esas leyes se refieren a los jefes de expedición que hubiesen capitulado con la Corona de Castilla y hubiesen sido nombrados como gobernadores de las provincias que explorasen, por lo que en realidad no atribuyen funciones al mero título de adelantado, sino únicamente cuando ejercían funciones de gobernador.

En 1535 el Emperador Carlos V nombró a Pedro de Mendoza, Primer Adelantado del Río de la Plata. Y fue él quien, llegado a la margen occidental del río de Solís o de la Plata, sin cumplir las formalidades que implicarían la «fundación» de una ciudad, estableció un fuerte que se considera la primigenia urbe rioplatense. El 2 de febrero de 1536 Pedro de Mendoza estableció un puerto defendido por un fuerte sobre la margen austral del Río de la Plata, al que llamó Santa María del Buen Aire, apelativo de la Virgen de los marineros de la isla de Cerdeña. En este sitio se estableció junto con sus expedicionarios. Apenas instalados, los españoles descubrieron una gran tribu de unos 3000 hombres de los pobladores originarios, los querandíes, con los que intercambiaron obsequios por alimentos.

Pero al poco tiempo de llegar, los graves problemas comenzaron. El abuso del trato en sí y el maltrato de algunos españoles a los indígenas, motivó que estos dejaran de alimentar al campamento. Ambos bandos se enfrentaron en el llamado “Combate de Corpus Christi, cerca de la laguna de Rocha y del actual partido de Esteban Echeverría de la provincia de Buenos Aires. Después de esta agresión, los querandíes se agruparon con otras naciones: los chaná-timbú, los guaraníes y los charrúas, y comenzaron a hostilizar el poblado sitiándolo por tierra. A la enfermedad y la violencia, la superó la inanición como causa de muerte entre los conquistadores. Finalmente, en diciembre de 1536 los querandíes consiguieron vulnerar definitivamente las defensas del poblado, penetrar en él e incendiarlo, provocando su destrucción total.

En 1540 fue nombrado Segundo Adelantado del Río de la Plata, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Su propósito de erradicar el caos y domeñar a los insurgentes de la ciudad de Asunción, provocó que los descontentos se sublevaran en 1544 y enviaran a Cabeza de Vaca a España, acusado de abusos de poder en la represión de los disidentes.

Juan Ortiz de Zárate el Tercer Adelantado del Río de la Plata, había nacido en 1515 en la ciudad de Orduña, del señorío de Vizcaya. A temprana edad pasó a Sudamérica, donde a partir de 1534 intervino en la conquista del Perú bajo el mando de Diego de Almagro y se convirtió en uno de los primeros en explotar las Minas de oro y plata de Potosí. De esta forma acumularía una gran fortuna. Ortiz de Zárate fue nombrado por el gobernador del Perú Lope García de Castro, como gobernador interino en 1567 con la condición de que lo confirmara el rey. Por lo cual, al año siguiente viajó a ver a Felipe II y retornó como adelantado en 1573.

Arribó con una armada a la isla San Gabriel, una pequeña isla del Río de la Plata, en donde levantó un fortín y viviendas para sus hombres, luego pasaron a tierra firme de la Banda Oriental (actual República del Uruguay) en busca de provisiones y aunque inicialmente las relaciones con los charrúas fueron buenas, la protección de un desertor español por parte del cacique Zapicán provocó que Zárate capturase a su sobrino, el cacique Abayubá, con el objetivo de usarlo para intercambiar prisioneros, lo que provocó la ira de los aborígenes. Se iniciaron combates entre charrúas y españoles, en el que los primeros resultaron triunfantes. Y fue enviado a buscar el general Juan de Garay, que se hallaba en la recién fundada Santa Fe, capital de la provincia homónima y actualmente, octava ciudad más poblada de Argentina.

Al llegar Garay a la Banda Oriental derrotó en mayo de 1574 a los principales jefes charrúas, en la batalla de San Salvador, en el actual departamento uruguayo de Soriano. Garay luchó con coraje contra los indígenas. En ese momento, estos territorios eran tierra de lucha entre los pueblos originarios: los charrúas, los guenoa-minuanes, los bohanes, los chanáes, yaros y los guaraníes. Con este panorama, los españoles eran otra tribu adicional, que se sumaba a la lucha.  Garay pudo rescatar al adelantado Ortiz de Zárate que consiguió regresar entonces a tierra firme. El tercer adelantado cambió el nombre del territorio del Río de la Plata, por el de Nueva Vizcaya, nombre que no prosperó.

Juan de Garay nació en 1528 en la ciudad vizcaína de Orduña. Su padre fue el noble Clemente López de Ochandiano y Hunciano, ​pero fue criado por su tío materno, el licenciado Pedro Ortiz de Zárate y Mendieta y su esposa Catalina Uribe y Salazar, hasta que su madre se unió en matrimonio con Martín de Garay, quien lo reconoció como su hijo, dándole su apellido.

En el año 1543, cuando Garay contaba con unos 15 o 16 años de edad, acompañó a su familia materna al gran Virreinato del Perú, ya que su tío había sido nombrado oidor de la Real Audiencia de Lima con el nuevo virrey Blasco Núñez Vela, quien portaba las famosas ordenanzas del emperador Carlos V, conocidas como Leyes Nuevas, que había sancionado con el objetivo de mejorar el trato y calidad de vida de los aborígenes sometidos en América.

Garay participó en varias campañas de conquista, y fue nombrado alguacil mayor de Asunción. En 1556 se mudó a Potosí y se relacionó de nuevo estrechamente con sus parientes que residían allí, especialmente con su otro tío materno Juan Ortiz de Zárate, el Tercer Adelantado del Río de la Plata.

El 3 de abril de 1573 Martín Suárez de Toledo, gobernador interino del Río de la Plata, le encargó a Garay una expedición por el río Paraná que tenía como finalidad fundar una urbe que facilitara a la ciudad de Asunción la salida al mar.​ De esta forma, se organizó una expedición que se componía de dos grupos, uno por el Paraná que mandaba el propio Juan de Garay y otro por tierra a cargo de Francisco de Sierra que recorrería la margen izquierda del río, evitando así los bosques del Chaco y llevando las carretas, el ganado, los caballos y otros elementos necesarios para la fundación. En noviembre de dicho año, Juan de Garay fundó oficialmente la ciudad de Santa Fe, en la confluencia de los ríos Paraná y Salado.

Juan Torres de Vera y Aragón, el quinto y último adelantado del Río de la Plata, lo nombró teniente de gobernador en abril de 1578. Garay ejerció el cargo de gobernador interino desde esa fecha hasta su muerte y fue la autoridad máxima en estas tierras.

En 1580 Juan de Garay comenzó los preparativos de la segunda fundación de Buenos Aires. Se pretendía poblar la nueva ciudad con gente de Asunción, para lo cual se promulgó un bando ofreciendo tierras y otros beneficios. Se apuntaron 200 familias guaraníes y 76 de colonos. Además de los colonos, iban 39 soldados. Se llevó todo lo necesario por el río en la carabela Cristóbal Colón y dos bergantines. Una parte del convoy fue por tierra y partió un mes antes.

El domingo 29 de mayo de 1580, Juan de Garay llegó a la boca del Riachuelo. Desembarcó justo en el lugar donde años antes lo había hecho el adelantado Pedro de Mendoza e instaló un campamento, la columna que viajaba por tierra llegó un mes después. En 15 días ya se había levantado un pequeño asentamiento, algo más hacia al norte de la fundación anterior, que dio base a la nueva ciudad de Buenos Aires. El acta fundacional de la nueva aldea llama a esta “Ciudad de la Santísima Trinidad”, en recuerdo de su llegada que tuvo lugar el domingo de esa festividad. El puerto de la misma recibió el nombre de “Santa María de los Buenos Ayres”.

Con el tiempo también se olvidará el nombre completo de la ciudad y le quedará el del puerto de Buenos Aires. Por eso los vecinos nos llamamos porteños. Y los habitantes de la provincia se llaman bonaerenses.

¿Por qué, a cuarenta años del fracaso de Mendoza, Garay recibe la orden de repoblar el lugar? ¿Por qué fundar una ciudad en tierras sin oro ni plata, habitadas por indios insumisos y por el fantasma del hambre?

En 1546 la leyenda del “cerro que mana plata” se convirtió en realidad. No había plata en Buenos Aires, pero sí en Potosí, voz quechua usada para designar el cerro, que significa: que truena, revienta, hace explosión. Y fue lo que hizo, una explosión, pero demográfica. De páramo andino pasó a ciudad opulenta. Fluyó la riqueza, Carlos V declaró a la ciudad Villa Imperial y le otorgó un escudo con una inscripción laudatoria. En 1573 tenía Potosí más habitantes que Madrid, Sevilla, Roma o París, y la misma población que Londres: 120.000 almas.

La plata levantó templos y palacios, monasterios y prostíbulos, teatros y garitos, dio motivo a la tragedia y a la fiesta, derramó la sangre y el vino, encendió la codicia y desató el despilfarro y la aventura. Dicen que en Potosí las herraduras de los caballos eran de plata, de plata los altares de las iglesias, y las alas de los querubines. Consta en crónicas de la época que en un Corpus Christi se desempedraron las calles y fueron totalmente cubiertas por lingotes de plata para el paso de las procesiones.

La espada y la cruz marcharon juntas durante la conquista, juntas hicieron el despojo, juntas sometieron y explotaron a los indígenas en las minas hasta aniquilarlos. La España de entonces vivía en un medioevo tardío de espaldas al Renacimiento y a la Reforma que estaban generando en el resto de Europa los nacimientos de la burguesía y la industria. La Corona Española conducida por los Habsburgo defendía los intereses de la nobleza y el clero a través de costosas guerras religiosas, no hubiera podido subsistir de no ser por el flujo del oro y la plata americana. Se establecieron rutas de extracción y abastecimiento que confluían en la Casa de Contratación de Sevilla donde se acopiaba el mineral.

Buenos Aires fue fundada como parte de una ruta secundaria a Potosí, la ruta principal pasaba por Lima. Buenos Aires era el puerto del Atlántico y Lima el del Pacífico. Por Lima pasaban los lingotes de plata de Potosí, por Buenos Aires pasaban los esclavos africanos para trabajar en las minas, una vez agotada la población indígena local. La estrategia de la Corona era consolidar estas rutas fundando ciudades para asegurar el mantenimiento de los centros de extracción y controlar el flujo de riquezas en las aduanas.

Don Juan de Garay diseña Buenos Ayres con forma de damero y al estilo europeo. Hay una Plaza Mayor que funciona como mercado, ubicada en la actual Plaza de Mayo, y alrededor un Cabildo, un Fuerte, la Aduana, y una Iglesia. Más allá, Garay ubica los solares destinados a los fundadores y un poco más allá, los suburbios para indios y sirvientes. Después, los campos para usufructo de los fundadores. La aldea no tiene más de treinta manzanas próximas a la plaza. Por mucho tiempo, sólo ocuparía parte de los actuales barrios de Monserrat y San Nicolás. Quince cuadras de sur a norte, desde la avenida Independencia hasta Viamonte. Y la calle Libertad por límite oeste. Esta ubicación estratégica la convirtió en la puerta de entrada al continente, la que se disputaron todas las potencias de la época.

Garay reparte predios entre 66 familias de fundadores: 10 familias de españoles europeos y 56 de españoles americanos. Elige el propio, frente a la Plaza Mayor, entre las actuales Rivadavia y Reconquista en el barrio de San Nicolás. Hoy se erige allí el Banco de la Nación Argentina, antes estaba el primer Teatro Colón y un local de la Masonería, antes el teatro Gran Coliseum nunca acabado de construir, y antes de eso el predio permaneció muchísimos años vacío, configurando uno de los célebres baldíos de la ciudad: el Hueco de las Ánimas, lugar sombrío y barrido por el viento donde se creía que vagaban las almas en pena. ¿Qué había antes allí? Había un patíbulo donde se ejecutaba públicamente a los criminales, a los esclavos y a los indios. Pero antes, en el comienzo de todo, hubo una historia de amor.

Entre los sesenta y seis fundadores de Buenos Aires se destaca una mujer, la única del grupo: Ana Díaz (que vino sin marido y sin padre). De las muchas mujeres, criollas, españolas, indias, y mestizas que componen la expedición, Don Juan de Garay distingue sólo a una con el título de fundadora. Ana Díaz, mestiza nacida en Asunción, hija del español Mateo Díaz y de la india payaguá de nombre Savé, recibe el solar N°87 de 300 varas (260 metros) ubicado en la esquina de las actuales Corrientes y Florida en el barrio San Nicolás. Hoy es uno de los puntos más concurridos de la ciudad. Ana Díaz, con clara visión de futuro, montará allí una pulpería. Los favores de Garay no terminan en esto. Ella también obtuvo en el “Pago de la Costa”, una chacra, la N°59, de 300 varas de frente por una legua de fondo, en el actual partido de San Isidro. Muerto Garay, Ana Díaz, ya mayor de 25 años, se casa con Pedro Isbrán, criollo cuya chacra era la Nº29, con quien tuvo una hija de nombre Felipa, que fue su heredera. Es la primera pareja formada y establecida en el barrio de San Nicolás y en la ciudad de Buenos Aires. Hoy hay en el solar que fuera de Ana Díaz, una placa dedicada a su memoria que celebra también la bravura y los amores de aquellos días. Manuel Mujica Láinez escribió el cuento “La Fundadora” que integra la antología “Misteriosa Buenos Aires”.

Estamos a más de cuatrocientos años de aquella mañana remota del lunes 11 de junio de 1580, en la que Don Juan de Garay comienza la ceremonia invocando: “En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo… fundo en el dicho asiento y puerto una ciudad… la iglesia la pongo bajo la advocación de la Santísima Trinidad… y la dicha ciudad mando se intitule la ciudad de la Trinidad”.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

4 comentarios sobre “Fundación de la ciudad de Buenos Aires

  1. Maravillosa entrada llena de historia y conocimiento.
    En la época actual en donde se quiere criminalizar y condenar la «invasión» española en las Américas, es grato leerte para comprender que, como todo, hubo cosas buenas y cosas malas. Los depravados, oportunistas, inhumanos y desgraciados que siempre existen y existirán en cualquier sociedad hicieron desmanes y carnicerías, pero también hubo mucha gente que quiso que aquella fuera su tierra. Cuidarla, mimarla y que formara parte de España y no una colonia a la que explotar. Gracias a esto último hablamos la misma lengua y compartimos tantísimas cosas.
    Siempre se hablaba de que somos la madre patria, en boca de ya se sabe quiénes, yo siempre quise creer que éramos hermanos. La madre es la tierra que nos sustenta y en la que vivimos, ya esté aquí o al otro lado del charco.
    Como en muchas otras cosas, prevalece el fomento del odio. Es verdad que se hicieron mal muchas cosas, como en cualquier otra «invasión» (exploración o descubrimiento), pero ¿no es mejor quedarnos con todo lo que compartimos y amamos? Para ciertas cosas sí que se quiere mantener viva la memoria.
    Gracias por compartir estas notas históricas. Siempre aprendiendo contigo.
    Un abrazo.

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    1. La historia, lamentablemente, se cuenta poco y mal. Y siempre, siempre, de acuerdo a lo que nos interesa contar. Habiendo vivido en Argentina, prácticamente todo lo que he leído y escuchado estuvo plagado de parcialidades. Primero, en la escuela todo eran loas a los «descubridores», a TODOS los descubridores, así hubieran sido unos asesinos con saña de los habitantes que encontraron. Luego, con la revisión y estudio de datos prolijamente filtrados, resultó que los pobres indígenas eran unos angelitos a los cuales masacraron sin piedad.
      Pero todo, en esta vida tiene diferentes tonos, ni todo es blanco, ni todo es negro. Por supuesto conozco casos de asesinatos en masa de tribus enteras. En el sur de Argentina tuve la suerte de poder hablar con los descendientes de una tribu a la que diezmaron los colonizadores, regalándoles mantas que venían de la Europa de la peste. ¡Impresionantes testimonios! Y la estancia de mis tíos en el sur argentino está en una zona de fuertes y malones de indios que arrasaban poblaciones enteras de colonos, mujeres y niños incluídos. Pero también conozco casos de españoles que lucharon por respetar los derechos de los aborígenes, que los trataron como a trabajadores con su sueldo y condiciones dignas, igual que los demás. Es importante separar el trigo de la paja y no meter a todos en la misma bolsa.
      Por eso me gustó contar la historia de la segunda fundación de Buenos Aires, con detalles que pocas veces se comentan. Gracias por apreciarlo, Jose. Como siempre, gracias por tus palabras. Eso de «madre patria» a mí tampoco me gusta. Madre es la Pachamama y este bendito planeta. «Hermanos» me gusta más, hermanos respetando cultura y tradiciones de cada uno, hermanos compartiendo y luchando juntos por un futuro mejor, sin odios, sin invasiones.
      Un abrazo, amigo.

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  2. La historia, lamentablemente, se cuenta poco y mal. Y siempre, siempre, de acuerdo a lo que nos interesa contar. Habiendo vivido en Argentina, prácticamente todo lo que he leído y escuchado estuvo plagado de parcialidades. Primero, en la escuela todo eran loas a los «descubridores», a TODOS los descubridores, así hubieran sido unos asesinos con saña de los habitantes que encontraron. Luego, con la revisión y estudio de datos prolijamente filtrados, resultó que los pobres indígenas eran unos angelitos a los cuales masacraron sin piedad.
    Pero todo, en esta vida tiene diferentes tonos, ni todo es blanco, ni todo es negro. Por supuesto conozco casos de asesinatos en masa de tribus enteras. En el sur de Argentina tuve la suerte de poder hablar con los descendientes de una tribu a la que diezmaron los colonizadores, regalándoles mantas que venían de la Europa de la peste. ¡Impresionantes testimonios! Y la estancia de mis tíos en el sur argentino está en una zona de fuertes y malones de indios que arrasaban poblaciones enteras de colonos, mujeres y niños incluídos. Pero también conozco casos de españoles que lucharon por respetar los derechos de los aborígenes, que los trataron como a trabajadores con su sueldo y condiciones dignas, igual que los demás. Es importante separar el trigo de la paja y no meter a todos en la misma bolsa.
    Por eso me gustó contar la historia de la segunda fundación de Buenos Aires, con detalles que pocas veces se comentan. Gracias por apreciarlo, Jose. Como siempre, gracias por tus palabras. Eso de «madre patria» a mí tampoco me gusta. Madre es la Pachamama y este bendito planeta. «Hermanos» me gusta más, hermanos respetando cultura y tradiciones de cada uno, hermanos compartiendo y luchando juntos por un futuro mejor, sin odios, sin invasiones.
    Un abrazo, amigo.

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