Escribir me causa placer

“Para aprender a escribir hay que escribir. Porque ya sabemos que enseñar a escribir no se puede, es algo que ya hizo tu maestra, o tu mamá. Tampoco puedo enseñarte a escribir como Shakespeare, porque yo tampoco pude. Se trata entonces de ayudar a que la gente encuentre sus propios temas, su lenguaje, sus personajes. Enseñarles, primero, a descubrir qué quieren contar y, segundo, a continuar por allí. Yo les doy un pretexto y cada uno lo resuelve como quiere. No les doy un tema ni les digo cómo son los personajes, como máximo les digo entre qué edad tienen que estar. Lo hago a propósito para que se acostumbren a pensar desde adentro de gente de distinta edad, género, posición social, los que están en distintas posiciones frente a la vida.” Estas son palabras de Aída Bortnik a quien admiro mucho, la escritora, periodista y guionista porteña que nos dejó textos como los de las películas “La tregua”, “Gringo viejo” o “La historia oficial”.

Yo nunca aprendí a escribir, sólo se que escribir me calma. Desahogarme antes de ahogarme en el rebaño que todo lo sabe, todo lo juzga y levanta la cabeza, orgullosa de su ceguera. Soy consciente de que la manada ni me ve, ni me lee, ni me escucha. Pero tampoco es que me importe mucho. ¡Ahora!

Porque cuando empecé a volcar en el teclado mis dolores de cabeza o mis sueños bruscamente interrumpidos por el despertador, reflexiones y sueños que, con mucho esfuerzo convertía en cuentos, libros, textos en Facebook y por último, en un blog comenzado en época pandémica. Cuando empecé a intentarlo y con entusiasmo y mucho tesón de alumna dedicada a aprender por siempre, mostraba mis entrañas en mis obras y las regalaba a mis amigos o a quienes creía que podía interesar, el chasco era mayúsculo. Porque, aquellos que cuando se enteraban de mis empeños, me animaban y decían estar esperando el fruto del arduo trabajo, al tenerlo en sus manos eran atacados por la cruel indiferencia que me dejaba a la espera de la crítica inteligente o por lo menos, del comentario amable que calmara mis ansias de reconocimiento.

El momento de inflexión llegó con los dos larguísimos años que dediqué a investigar, recordar, reflexionar y escribir la obra más importante, el libro en el que intento contar la vida de mi familia, mis padres, mis abuelos, mis tíos y sus vivencias de la Guerra Civil Española, la Segunda Guerra Mundial en Francia y el Exilio: “En busca de un tiempo olvidado”.

Pues si, hasta ese momento, la escritura era para mí un placer mayúsculo que me dejaba feliz y satisfecha no por el resultado obtenido, sino por haberlo podido concluir. En ese libro que “necesitaba escribir”, lloré, me angustié, decidí no seguir escribiéndolo para retomarlo unos meses después con nuevos bríos y finalmente lo parí, porque fue realmente un parto.

Si bien es cierto que no mucha gente lo ha leído, me he preocupado de que llegara a estar en bibliotecas, entidades públicas y asociaciones que tienen relación con la historia pocas veces contada de una época silenciada.

En principio estaba convencida de que lo escribía para que los que vienen detrás, sobre todo los miembros más pequeños de nuestra familia, algún día, supieran quiénes fueron sus antepasados, la honorabilidad, la empatía, el coraje, la sabiduría y la resiliencia que demostraron tener en las peores circunstancias.

Bastante tiempo después, cuando fui consciente de que no escribía para los demás, entendí que ese libro se lo debía a ellos, a quienes ya no están cerca, a quienes nunca, nadie, les reconoció su vida y lo que con ella hicieron. Era como un “deber” autoimpuesto, la tarea que, hiciera lo que hiciera en la vida, debía cumplir. Y me sentí mejor, muchísimo mejor.

A partir de entonces, he dejado de interesarme por quién lee lo que escribo, sólo me aseguro de releerlo varias veces para quedarme a gusto. Porque… escribir me causa placer, porque escribo como hago el amor, sin un fin ajeno al mero hecho de escribir, por disfrutar de la felicidad de ser, por engendrar lo que sale de mis entrañas.

Y porque, como dijo el maravilloso José Saramago: “Escribimos porque no queremos morir. Esta es la razón profunda del acto de escribir.”

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

6 comentarios sobre “Escribir me causa placer

  1. Maravilloso dejar correr tu pluma…..( ja …tu dedos en el teclado…)aunque no comente cada salida, espero siempre la próxima , con la mente y el corazón gozosos o doloridos según sea el relato. Gracias Marlen.

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    1. Ja Ja!! No te creas Amik, a veces saco a relucir alguna de las plumas de mi colección y la uso por el placer de sentirla entre los dedos. Pero es cierto, cuando me siento a escribir, las que se mueven son las teclas del ordenador. Me resulta más fácil corregir, copiar, guardar…
      Me alegra saber que lees el blog, que esperas las entradas y te conmueven para bien o para mal. Me hace sentir que, a pesar de la distancia, sigo estando cerca tuyo. ¡¡Y me gusta que sea así!!
      Gracias a tí por seguir mis divagues, por opinar, por estar. Un beso grandote.

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  2. Preciosísima entrada, Marlen.
    La verdad es que yo creo que escribir es como pintar, esculpir, tejer o cualquier otro tipo de ejercicio creativo, la esencia y su disfrute está en la intimidad de cada uno. A veces, no sale de nuestro rincón particular, ya sea una habitación o nuestra propia mente. Otras nos atrevemos a exponerla a los demás. Y aquí es dónde puede venir el problema, como bien dices, porque esperamos asertividad, comprensión y, sobre todo, interés. Creo que la indiferencia es muchísimo más agresiva que la crítica negativa. Al menos en este segundo caso se han preocupado de ver nuestra obra.
    Yo he pasado por esa misma etapa que tú. Durante muchísimos años, mis historias han estado en mi cabeza. Las he creado, vivido, disfrutado en la intimidad más absoluta. De alguna forma, al leer quieres disfrutar de las aventuras que otro autor ha ideado, pero llega un momento en que te apetece crear y disfrutar las tuyas. Desde muy niño he vivido en un mundo imaginario que solo yo podía ver. Anda que no recibí cates por estar «distraído», cuando en realidad estaba disfrutando una aventura imaginada.
    Recuerdo muchos años en los que me empujaban a escribir porque yo «valía para eso», me decían; porque estaban «deseando leerme», insistían; porque merecía la pena poner «por escrito» todas esas historias, repetían. De todos esos, me sobran dedos de una mano para contar los que han leído más de dos de mis relatos.
    Al principio me preocupaba, me cabreaba, me desilusionaba y me daba ganas de abandonar. Luego, como tú, me di cuenta que debía escribir para mí. Única y exclusivamente para mí. Y si publicaba algo sería solo por el placer de verlo impreso o en la pantalla.
    Ahora, gracias al Acervo, gracias al VadeReto, no solo publico sino que recibo preciosísimos y valiosísimos comentarios y estoy rodeado de una maravillosa familia literaria. Son pocos, pero cada uno vale por un millón.
    Algún día, me atreveré a publicar un libro. Posiblemente de cuentos, difícilmente una novela, pero lo haré sin la ambición de llegar a muchos, porque estoy seguro que yo mismo compraré ejemplares para regalarlos. Sin embargo, el placer de ver tus historias en un libro físico tiene que ser una experiencia místico-orgásmica.
    Como tantísimos defectos de esta $%&* sociedad, no se incentiva a los niños a escribir desde bien pequeños. Al contrario, al que lo hace, enseguida se le critica y se le quitan las ganas. «Eso no vale para nada», «con eso no vas a llegar a ningún sitio». Cuando escribir debería ser como pasear, practicar un deporte, viajar o, como dices, hacer el amor. Principalmente para obtener el placer solo de hacerlo, luego por enriquecerse mental, espiritual y anímicamente y, por supuesto, para poder releer las vivencias con el sentimiento que se tenía al escribirlas.
    Pero si el mismo placer de leer por leer se está perdiendo con la tecnología, no sé yo cuánto durará el de escribir. Ya veremos.
    Gracias, Marlen. Por hacernos pensar en estos temas tan interesantes y por compartir tus vivencias. En el fondo, también son las nuestras.
    Abrashasho entre CuentaCuentos. 🤗😊😘

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    1. Muchísimas gracias Jose, por tus palabras. Muchas emociones que nos han asaltado en las diferentes etapas de nuestra aventura de escribir, nos son comunes. Porque, en definitiva lo que vivimos es ese extraño placer de releer y en la soledad que sólo se comparte con uno mismo, decirnos con total franqueza: Menuda mierda, no sirve ni para tirarlo a la basura. O, por el contrario: Pues, después de todo, no está nada mal, sintiendo que un calorcito va a hacer que ese día duermas un poco más feliz.
      Coincidimos también en que el período en el que decides por fin exponerte, tomar el difícil camino de mostrar tu interior a los demás, es el más difícil y obsesivamente inquisitivo. ¿Para qué c… me habré metido en esta? Con lo tranquila que estaba yo, leyendo a los demás y poniéndome en su lugar. ¿Qué necesidad tenía de lanzarme al vacío del orgullo herido y la decepción? Tienes razón: «la indiferencia es muchísimo más agresiva que la crítica negativa». Y duele, vaya si duele. A mí me llevó mucho tiempo el cruce a la etapa siguiente, tiempo de rabietas, de cuestionamientos, tiempo de alejarse de los demás.
      Pero luego llegó la comprensión, la reconciliación con parientes, amigos y el mundo, la toma de conciencia de a quién le estoy hablando, a quién me entrego, ante quién me desnudo. Y empecé a sonreír de otra manera. Y empecé a pensar, cuando regalo uno de mis textos o libros a alguien: Aunque suene egoísta y hasta pedante, engreída, presumida, te estoy entregando esto, no para que me digas qué te gusta o qué no. Me alegrará y mucho, si me dices algo. Pero en realidad lo que más me importa es que yo estoy orgullosa de haberlo escrito y me encanta verlo impreso.
      También te digo que cuando me refiero a los textos o libros que escribimos, incluyo por supuesto, al experimento del VadeReto, donde no sólo das a conocer tus textos, sino que te tomas el curro de organizarlo, mimar a todos los participantes y tener la delicadeza de regalar tus comentarios a cada uno. Cosa que yo creo que todos agradecemos y valoramos. ¿Quién dijo que obligatoriamente tienes que escribir un libro? Algún día lo harás, estoy segura. Cuando tengas ganas. Pero entretanto, tu aventura de escribir es tu/nuestro VadeReto. Y además, recibes comentarios todos los meses ¡No te quejarás!
      Finalmente, tienes razón. Es una verdadera lástima que no se incentive la escritura en las escuelas. ¡Los educadores ni se imaginan lo que se están perdiendo! El mundo a través de los ojos de un niño es un universo excepcional.
      Gracias a tí, por pensar juntos en temas que nos apasionan.
      Un abrazo grande, amigo CuentaCuentos.

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