¿Has encontrado tu ikigai?

Sí, ya sé, estaréis diciendo: Esta mujer, siempre con palabras raras. Pues esperad que os cuente un cuento que da vueltas por las redes y me entenderéis:

En una minúscula aldea japonesa una mujer se debatía entre la vida y la muerte. De pronto tuvo la sensación de ser separada de su cuerpo y subida al cielo, donde creyó escuchar la voz de sus antepasados.

¿Quién eres? – le dijo una voz.

Soy la mujer del tendero – replicó ella.

Yo no te pregunté de quién eres mujer sino quién eres tú.

Soy la mamá de tres hijos, contestó.

No te solicité que me contestes cuántos hijos tienes sino quién eres.

Soy una maestra de colegio.

No quiero saber cuál es tu profesión, sino quién eres.

La mujer no parecía dar una contestación adecuada a la pregunta, hasta que dijo:

Soy quien se despierta cada día para cuidar y amar a mi familia y ayudar a que se desarrollen las mentes de los niños en mi escuela.

Con esa respuesta aprobó el examen al que fue sometida y fue enviada de vuelta a nuestro mundo.

A la mañana siguiente se despertó sintiendo un profundo sentido de significado y propósito: había descubierto su ikigai.

Entonces, ¿Qué es el ikigai realmente?

En Japón se dice que todos tenemos un ikigai, una razón de vivir o de ser. Una razón para levantarse por la mañana.  Es decir, es el encontrar el sentido a nuestra existencia, desde el día a día. Lo que un filósofo francés traduciría como “raison d´être”.

Pero llegar a ello es complicado, la búsqueda puede ser larga y muy profunda. Y estará en permanente conexión con nuestro universo interior.  Claro que, una vez encontrado, sentiremos una inmensa felicidad y una luz interna que nos hará sentir que nuestra vida ha cambiado.

Se trata de desconectar el modo automático con el que normalmente transitamos por la vida y hacer las cosas por algún motivo. Los japoneses creen que la suma de las pequeñas alegrías cotidianas, configuran una vida más plena.

Aunque tiene mucho en común con la felicidad, tiene una diferencia importante. El Ikigai es lo que nos permite desear que llegue el futuro y afrontarlo, sea el que sea e incluso partiendo desde un presente duro, incluso si nos sentimos mal en el presente. En el país nipón, tener un propósito vital es tan importante, que no tienen nuestro concepto de “jubilación”, como “retirarse para siempre”.

El ser humano necesita un motivo para vivir. La frustración existencial aparece cuando el sentido de la vida está ausente, o se pierde en un momento dado. Pero es importante saber que esta angustia existencial también puede ser beneficiosa, en la medida en que impulsa a quien la sufre a buscarle remedio. Nietzsche decía que “Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”.

El ser humano no necesita una existencia tranquila, sino un desafío por el que desplegar sus capacidades y luchar para lograrlo. El vacío existencial es típico de las sociedades en las que el ser humano hace lo que otros hacen o le dicen que hay que hacer, en vez de lo que él desearía hacer.

Encontrar el sentido de tu vida, te da razones para llenar ese vacío. Si conviertes tus verdaderos objetivos en actividad, al llegar a una edad avanzada, podrás mirar atrás con paz interior, no envidiarás la juventud de quienes aún la tienen, porque tendrás un montón de experiencias que te harán darte cuenta que has vivido por algo y para algo.

Piensa en qué es lo que te gusta hacer, con qué disfrutas tanto que te olvidas de cualquier preocupación. ¿Cuáles son los momentos en que eres realmente feliz?

Hace tiempo que, por una u otra razón, escucho a la gente hablar de “fluir”. Reconozco que me pareció una de esas estúpidas formas de hablar sin decir nada, “pour la gallerie”. Sin embargo, reflexionando un poco sobre el ikigai, creo que uno de los ingredientes fundamentales, es la capacidad que tenemos de entrar en un estado en el que permitimos que las emociones fluyan sin rechazar lo que se va sintiendo, buscando alguna actividad en la que nada más importe.

No se trata solamente de actividades creativas, que requieren grandes dosis de concentración, no se trata de una cultura determinada o de una edad. La experiencia de fluir, de disfrutar de su ikigai, de estar concentrados en una tarea concreta, sin dejarnos distraer por nada, perdiendo la noción del tiempo, sabiendo qué hacer, cómo hacerlo, teniendo desafíos ambiciosos aunque realizables, usando nuestros mejores recursos y, sobre todo, disfrutando de ese momento exclusivamente tuyo, sintiendo el placer de superarse. Algo acorde con tus habilidades, pero un poco por encima de ellas para que constituya un reto.

Ernest Hemingway solía decir: “A veces, escribo mejor de lo que sé.”

PD: Estaba respondiendo un comentario de esta entrada, cuando me di cuenta que no había explicado algo sumamente importante del ikigai. Así que allí vamos.

Todos podemos encontrar nuestro ikigai. Lo primero que necesitamos es hacer un trabajo de introspección sobre los cuatro pilares que sustentan nuestra vida. El primer pilar es el que soporta las cosas que de verdad nos gusta hacer, lo que amamos. El segundo pilar sustenta aquello que se nos da realmente bien hacer. El tercero, las cosas que cada uno de nosotros podemos hacer y que además otros estarían dispuestos a pagarnos, y el cuarto, aquello que cada uno de nosotros puede aportar para mejorar el resto del mundo. 

¿Qué sucede cuando se une lo que amas con lo que se te da bien? Que encuentras tu pasión. ¿Y cuando se une lo que se te da bien con lo que otros están dispuestos a pagar? Has encontrado tu profesión. Cuando se une lo que puedes hacer por el resto del mundo con algo que te pueden pagar, es cuando encuentras tu vocación. Finalmente donde se une lo que de verdad te gusta y te hace feliz con aquello que el mundo necesita, es cuando encuentras tu misión en la vida.

Justo en el punto donde confluyen todas ellas, es donde se encuentra el Ikigai, donde está la razón de ser de cada persona.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

6 comentarios sobre “¿Has encontrado tu ikigai?

    1. Sí, Alma Leonor, la cultura japonesa tiene muchas cosas que tendríamos que aprender desde la infancia. Pero como nunca es tarde, por lo menos descubrirlas y reflexionar sobre ellas. A mí, este concepto del ikigai, me encanta. Por eso me interesaba compartirlo.
      Gracias a ti, por tu comentario.
      Un abrazo.

      Le gusta a 2 personas

  1. Ay, Marlensita. Tú si que eres maestra y nos ilustras con cosas tan importantes, aunque olvidadas o soslayadas, como esta.
    La verdad es que nos esmeramos por paracer, por agradar, por integrarnos en una sociedad que nos resta la individualidad para someternos al grupo. Y nos olvidamos de lo más importante, ser nosotros mismos.
    Cuántas veces hemos hablado de la metodología de competitividad y comparación a qué nos someten desde niño, pero cuanto se despreocupan, o incluso censuran, porque cada uno llegue a conocerse a sí mismo, sus cualidades, sus talentos, sus limitaciones, sus emociones.
    Cuánto por aprender y cambiar.
    Gracias, amiga. Voy a buscar mi ikigay, creo que se me perdió entre las sábanas. 😅😜
    Un abrazo

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  2. Buenas tardes Jose. Estaba pensando en ti cuando escribí eso de: «Esta mujer, siempre con palabras raras». Porque ¡se me ocurren unos temas! Pero convengamos en que sólo las palabras son raras, porque para nosotros y algunos otros bichos raros que andan por ahí, tenemos en la mente y en el alma la noción que representa el ikigai y las que tú comentas: que nos olvidamos de ser nosotros mismos, que, por integrarnos en la sociedad que nos encandila, nos esmeramos en vestir, comer, beber, estar y hacer lo mismo que todos los demás.
    ¡Cuánto más sencillo sería enseñar a cada niño a descubrir quién es! Y escribiendo esto, me di cuenta que no había incluido el diagrama del ikigai, esencial para el tema. ¡Horror! Así que ya está subsanado. Espero que con él, te resulte más fácil encontrar tu ikigai. ¡Nooo, no lo busques entre las sábanas! Un papelito y un lápiz. Y un poquito de mirar para dentro.
    ¿A que no adivinas cuál es el mío? Ya me contarás lo que has descubierto tú.
    Un abrazo grandote.

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    1. Tus palabros son raros, pero resumen muchos sentimientos juntos y nos enseñan conceptos nuevos. Así que, meencaantaaan. 😜😍
      No he visto el diagrama del que hablas. De todas formas, ahora mismo no encuentro ni mi zapatilla. Al solo usar una la otra se ha mosqueado y ahora tendré que ponerla en busca y captura. 😂
      Cuando la encuentre, lo mismo dentro esta mi girigay. 🤣
      ¿El tuyo? Una mezcla de willyfó, Amelia Earhart y Saint-Exupéry.
      Aunque tampoco me hagas mucho caso, estoy bajo el efecto de las drogas. 🤪😝
      (ojo, las medicinales)
      Abrazo psicodelico

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  3. ¡¡¡¡Qué bien que te encanten mis palabros!!!!
    Ya lo siento, pero el diagrama lo agregué por la tarde, así que dale Volver a cargar la página y ¡Yatá!
    Tu zapatilla ¿no será una que encontramos en la trampilla del salón chimenea? A saber desde cuándo estaba en el lugar secreto. Por el momento, no hemos visto ningún guirigay. Aunque, si los compañeros del Acervo se animan, igual se forma alguno. Ya te avisaré.
    En cuanto a mi ikigai… Willy Fogg, Amelia Earhart, Antoine de Saint-Exupéry… ¡¡¡Ya me gustaría a mí!!! Es mucho más prosaico, pero no menos interesante «Maestra» es el resultado y me hubiera gustado seguir ese camino. El tiempo en el que hice mis pinitos en una escuela secundaria (bachiller) fue sensacional. Los chicos me hacían corro cuando llegaba a la escuela y me hacían miles de preguntas porque a su loca profesora se le había ocurrido contarles un viaje de una pareja de jóvenes como ellos, que intentaban llegar en tren a Paris. ¡No te imaginas cómo nos divertíamos! Pero eso te lo contaré en otro momento. 🤣😂🤣
    ¿Cuidado con las drogas! Que han subido de precio el Nolotil y la Digoxina. ¡Así no hay quién viva!
    Un abrazo tranquilito, lo de psicodelia se lo dejo a otro, que me quedé sin LSD.

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