El otro día fui a un restaurante con una amiga. Se acercó la camarera, nos saludó con una sonrisa y reproduzco el diálogo:
– ¡Hola chiques!
– ¿Chiques? le dije yo, también con una sonrisa.
– Así es, ¡somos un restaurante inclusivo! (dijo con orgullo).
– Mira qué bien, me viene estupendo entonces, porque en un ratito viene una amiga que anda en silla de ruedas. Supongo que para ir al baño, no habrá barreras arquitectónicas.
– Bueno, lo cierto es que hay que bajar una escalera para llegar a la zona de baños y para entrar le tendréis que ayudar porque el baño es chiquito, no hay lugar para maniobrar y una silla de ruedas no entra.
– ¡Vaya por Dios! Pues también viene un amigo que es ciego. ¿Tenéis la carta en Braille?
– ¡Ay no, eso no tenemos!
– Ok, viene mi madre que trae a mi hijo, que es Asperger. ¿Carta con pictogramas para la gente autista, tenéis?
– No, perdón… Me dijo visiblemente nerviosa.
– No te preocupes, es lo habitual. Me imagino que lenguaje de señas para los clientes sordos debéis saber, ¿no es cierto?
– La verdad es que me estás matando. (me contestó, sonriendo nerviosa).
Ella ya no estaba cómoda, sonreía con vergüenza, un poco de culpa y algo de malestar también. Así que le dije:
– No te preocupes, suele pasar. Pero entonces lamento contarte que no sois un local inclusivo, sois un local que se suma a una moda. En este local, toda esta gente no podría hacer algo tan básico como movilizarse, comunicarse y pedir de comer o beber.
La verdad es que me fastidia el «todes», como si hablando así, marcaran alguna diferencia. Para algo está el género neutro.¿Quieres ser inclusivo? Ten en cuenta realmente a cuantas más personas posibles y a todos los que el sistema directamente no da lugar. Es difícil, lo se. Pero no debemos ser tan hipócritas como sociedad. Una «E» no te hace «inclusivo».
Cuànto nos falta para ser realmente inclusivos !!!!
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Si Amik, nos dejamos llevar por los medios y realmente creemos ser muy inclusivos por usar la «E», pero no pensamos en todas las personas a quienes discriminamos sin siquiera darnos cuenta. Lo más triste es que muchas veces, con un pequeño gesto, podemos dar otro paso en este camino de la «inclusión». Gracias por tu comentario.
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