El otro día enseñé a mis sobrinos el placer del BookCrossing, que es la práctica de dejar libros en lugares públicos para que los recojan otros lectores. La idea es liberar libros «en la jungla» para que sean encontrados por otras personas.
Les entusiasmó, fueron a dejar el libro elegido en un banco de la plaza que está frente a las ventanas de casa. Esperaron, espiando desde la ventana para ver que finalmente una familia descubría el regalo, lo inspeccionaba, lo sacaba de la bolsa transparente y después de leer el papelito que habían escrito, explicando que era gratis y estaba desinfectado (por lo del COVID), leían varias páginas, le daban muchas vueltas y finalmente se decidían a llevárselo.
Los gritos de entusiasmo y júbilo de los dos deben haber sorprendido a los vecinos. Y quedaron acelerados y felices para el resto de la tarde.
No es la primera vez que hago esta actividad. Me gusta la experiencia de hacer “regalos silenciosos”. Y últimamente, aprovechando mi maravillosa plaza, me he inventado otra experiencia, que comparto contigo por si quieres unirte a mi.
Busca un lugar público, como una plaza, un parque, una estación y colócate en un sitio que te permita observar a los paseantes discretamente. Déjate llevar por tu intuición, que tu corazón elija a la persona a la que harás tu regalo anónimo y silencioso.
Cuando veas pasar a una persona anciana o a alguien afectado por una dolencia, regálale buena salud con tu pensamiento.
Si ves pasar a una persona abatida y triste, regálale paz y alegría.
Si ves a un niño que llora, regálale un hermoso futuro.
Si ves a alguien de gesto hosco y enojado, regálale amor y perdón.
Y así, con todas las personas que se vayan cruzando en tu camino.
Dirige por unos instantes tus energías a ese ser y deséale lo mejor.
Puede que jamás vuelvas a ver a esa persona.
Y está bien que sea así. No necesitas ninguna confirmación, el amor nunca se impone, sencillamente se ofrece a quien esté dispuesto a recibirlo.



