No te voy a insultar COVID19, ¡¡ya lo hemos hecho tantas veces!! Lo que en realidad quiero es agradecerte. Si, agradecerte.
Gracias porque me enseñaste a valorar las cosas más simples, como que puedo respirar. Me enseñaste a bajar el frenético ritmo diario. Me hiciste entender que puedo vivir sin tantas cosas que creía esenciales y que no eran tan importantes como la propaganda anunciaba.
Al traernos las mascarillas me enseñaste a mirar a los ojos, a tratar de entender, a tratar de que me entiendan.
Gracias porque me enseñaste a valorar los besos, los abrazos, los apretones de mano. Me había olvidado quiénes son mis contactos cercanos: la familia, los amigos de la vida, los que están ahí siempre.
Gracias porque me mostraste lo que no debería esconderse: la pobreza, la desocupación, la soledad de tantos, la solidaridad de muchos, las reflexiones de los niños, la necesidad de cuidar la sanidad y la educación públicas.
Gracias por hacerme recordar que soy libre de andar por donde quiero, sin permisos ni restricciones.
Gracias porque mis quejas quedaron para más tarde, no es tiempo de mirarse el ombligo, es tiempo de entender que al cuidarme, cuido, que esta es mi responsabilidad.
Gracias porque me hiciste valorar la vida, la propia con todos sus altibajos y la ajena, la de los jóvenes y niños que siguen nuestro camino con todas sus ilusiones intactas, la de los que vivieron y ya se fueron de nuestro lado, la de aquellos que no pudimos despedir.
Con el deseo ferviente de no desaprender todo lo importante que aprendí, quiero darte las gracias por recordarme que soy frágil y, al mismo tiempo, mucho más fuerte de lo que creía.