Y aquí entramos en el segundo tema, que es el de la contención de la crisis económica. Con el avance de los meses, se ha podido observar que la actual pandemia es difícilmente controlable y que la atrofia económica se encuentra en aumento.
El coronavirus ha demostrado que la vulnerabilidad es un hecho ineludible que no sólo erosiona la salud física de los individuos, sino también la realidad social sobre la que se basan los estados. Se ha hecho palpable que, por la presencia del virus, la economía se encuentra en crisis en todo el planeta. Esto nos permite ver la fragilidad de la condición humana en el plano de la salud, pero también la fragilidad de los grandes sistemas económicos de las sociedades contemporáneas.
Por ello, la crisis no se puede reducir a la cuestión sanitaria, sino que exige reflexionar sobre la situación económica (o político-económica) que, invariablemente, ya repercute en millones de personas.
Algunos pensadores ya han planteado que la situación pandémica constituye una suerte de golpe letal al capitalismo. De manera que la pandemia forma parte de una mutación mas que de una crisis (una mutación es más amplia que una crisis, porque es una variación decisiva). Puede ser el punto a partir del cual, podría imaginarse un nuevo sistema de gobierno, una forma de organización política, social y económica, que no se basara en la competencia ni en el libre mercado, sino en una organización más cooperativa, una suerte de nuevo comunismo.
Étienne Balibar, máximo exponente de la filosofía marxista francesa, declara que el capitalismo está en “el final de su infancia”.
El optimismo de esta idea, sin embargo, se encuentra lejos de las posibilidades reales de millones de individuos.
Aunque sea deseable la instauración de un sistema menos competitivo, no debe perderse de vista que los grandes poderes políticos del planeta: China, la Unión Europea, los Estados Unidos, han comenzado a recurrir al Fondo Monetario Internacional con el fin de establecer estrategias que permitan una reactivación económica tras la situación pandémica.
Lo cual deja en claro que no se está pensando en abandonar el sistema capitalista, sino que los estados se encuentran ideando estrategias que les permitan reactivar sus dinámicas económicas, reduciendo en lo posible el tremendo impacto que ello representa.
Los lobbys, las grandes empresas y grupos mundiales de presión no estarían dispuestos a perder sus posesiones y sus ingresos dependientes del mercado.