Hemos dejado atrás hace pocos días la festividad de los difuntos y con ella, atrás se han quedado también esos cementerios repletos de flores, de velas en algunos casos, y de sepulturas decoradas y limpias. La muerte, aún hoy, sigue generando todo un mundo de ritos y de costumbres que, en muchos casos, vienen acompañando al ser humano desde hace muchos siglos.
Ritos que no siempre han recibido el visto bueno de la iglesia, que los ha tachado de paganos, sin conseguir con eso eliminarlos. La fuerza de la costumbre es más fuerte aún cuando está la muerte de por medio.
Euskal Herria no es un lugar diferente a los demás en esto, pero, como los demás, tiene sus propias particularidades, sus propias costumbres. Hay aquí toda una cultura en torno a la muerte, que subsiste en el siglo XXI y que por lo general es desconocida fuera del mundo rural.
Aún hoy, en algunos rincones del valle de Baztan, en Navarra, existe la costumbre, antaño muy extendida, de cubrir con una tela negra los escudos nobiliarios de piedra existentes en las fachadas de los caseríos, cada vez que una persona fallecía, comunicando así el óbito al resto de los vecinos, y haciendo entender que era toda la familia la que estaba de luto, la familia actual y quienes les precedieron.
Allí están también esos toques a muerto de las campanas, amenazando con extinguirse, como extinguidos están los recordatorios impresos, o la costumbre de velar el cadáver en casa mientras se reza el rosario y se atiende a quienes vienen a dar el pésame.
Se sorprendería mucha gente, al saber que en algunos pueblos de Navarra todavía el canto de la ontza (lechuza) sigue siendo presagio de la visita inminente de la muerte.
Los vascos creen que en el momento de morir, la persona escapa del cuerpo en su viaje al interior de Amalur (Madre Tierra). Hay un tiempo en que el alma permanece en el mundo material, para luego dirigirse a la vida eterna. Y para ello facilitan la transición abriendo una ventana o quitando una teja del techo.
A su vez hacen ofrendas de pan y cera. Porque en esa transición, el fallecido tendrá pan para saciar su hambre y luz para iluminar el camino.
Si muere el etxejaun (amo) del caserío, una persona se encarga de ir a las colmenas para avisar a las abejas de la muerte. Se tocan suavemente las colmenas y se dicen estas palabras:
Erletxuak, erletxuak Egizute argizaria Nagusia il da, ta Bear da elizan argia
(Abejitas, abejitas Haced cera El amo ha muerto Y en la iglesia se necesita luz)
Si no se cumple con este rito, se cree que las abejas morirán. En Francia el día de la muerte del amo, se cubren con un velo fúnebre las colmenas que hay cerca de la casa y en los nueve días siguientes, se coloca un plato de arroz ante la colmena. Asimismo, si el cortejo fúnebre que acompaña al difunto pasa junto al colmenar del caserío, un integrante del séquito (vecino o familiar) levanta las tapas de la colmena. Con esta ceremonia se supone que las abejas producen más cera, para que arda en la sepultura del difunto.
Con las abejas hay otras costumbres. Cuando se muere un animal del caserío, se debe poner la cabeza del animal en una estaca larga de manera que al plantarlo delante del colmenar, esté por encima de las colmenas.
Una tradición muy conocida en Bizkaia, sostenía que era un pecado gravísimo matar abejas. Por otra parte, a las abejas no se las puede vender por dinero, solamente se las puede intercambiar por otra cosa. El trueque solía hacerse por una fanega de trigo , o por una rebaja en la compra del cerdo. Ante la carencia de azúcar , también era habitual el canje de miel por pan horneado.
Si un enjambre de abejas se acomodaba en un árbol frutal, pasaba a ser propiedad de aquel que grababa una cruz en la corteza del tronco o del que colocaba en dicho árbol alguna vestidura.
Erlea, (la abeja) es también un animal sagrado .Cuando uno se dirige a ella para pedirle que se recoja a una colmena, se le habla llamándola anyere ederra (señora hermosa).
Esto nos habla de la veneración del vasco por este insecto trabajador. Su cera es usada para fabricar velas y hay un objeto de forma especial que está relacionado y que se sigue usando en los caseríos.
La argizaiola es una talla de madera con una forma antropomórfica y decorada, que incluye una vela arrollada en espiral en su parte central lisa. Habitualmente labrada sobre madera de haya o roble, tiene talladas diferentes representaciones y figuras. Es un instrumento de culto tradicional, utilizado en algunos municipios rurales de la provincia de Guipúzcoa y en Navarra. De entre todos ellos destaca Amezketa.
Se utiliza en el caserío, normalmente el día de los Fieles Difuntos y cuando se recuerda a un muerto de la familia, por una fecha especial. Y también durante los oficios religiosos ocupaban un lugar bien visible sobre el «yarleku» o tumba familiar de la iglesia. La vela permanece encendida y sus propietarios giran la pieza de madera para mantener viva la llama.
La función simbólica de la argizaiola sería la de trasmitir el fuego del hogar. Se trata de un objeto doméstico vinculado al hogar familiar, a los difuntos y al recuerdo de los mismos.




Muy interesantes tradiciones! Acá en México tenemos un gran repertorio también. Un punto en común es lo de la lechuza que significa lo mismo acá. Saludos!
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Gracias por tu comentario Ana. Es curioso como pueblos alejados tienen tradiciones similares. Evidentemente estamos todos conectados y la naturaleza nos influye, vivamos donde vivamos. ¡Un cálido saludo!
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