En la entrada anterior os nombraba un término que merece ser conocido, por la importancia fundamental que tiene para el futuro no tan lejano: Tierras raras.
En nuestra imaginación proyectamos un porvenir a medio plazo propulsado por tecnologías más limpias. Un futuro en el que los automóviles eléctricos han sustituido a los de combustión interna. Silenciosos, transitan impulsados por motores eléctricos de última generación que, gracias a unos potentes imanes permanentes alojados en su rotor, son cada vez más pequeños, compactos y sencillos. Equipados con flamantes pantallas de LCD, parabrisas anti UV y, circulan por un territorio en el que proliferan instalaciones de energías renovables altamente eficientes, como placas fotovoltaicas o enormes aerogeneradores de energía eólica que, tanto en tierra como en el mar, giran gracias también a ese tipo de imanes. Pequeños aviones eléctricos capaces de realizar trayectos cortos surcan el cielo, y todos los sistemas de iluminación son de bajo consumo. La sociedad, cada vez más digitalizada, se encamina hacia una economía orientada a consumir menos recursos y bienes materiales, mientras el tráfico de datos crece de forma colosal y circula, a tiempo real, a través de cables, redes, fibras ópticas y centros de almacenamiento de datos hasta miles de millones de dispositivos receptores cada vez más inteligentes.
Parece que la dependencia de los combustibles fósiles toca a su fin, ¿no es maravilloso? Lamentablemente, no tanto como nos han inducido a pensar: las nuevas tecnologías necesarias para implementar la transición energética y la llamada revolución digital quizás nos liberen de la quema de hidrocarburos en las ciudades, pero requieren de una cantidad descomunal de otras materias primas que, obviamente, también son finitas.
El presente y el futuro dependen de las “tierras raras”. Sin estos 17 elementos no habrá ni transición energética, ni sociedad digital, ni tecnología puntera. Sin las tierras raras retrocederíamos a los años sesenta. Estos elementos, tan estratégicos y críticos para la industria, son especialmente esenciales en el sector energético, que los necesita tanto para producir energía como para almacenarla y consumirla.

¿Pero qué son las tierras raras? Son 17 elementos químicos de la tabla periódica, 15 de los cuales pertenecen a los lantánidos. Los dos restantes, el escandio y el itrio, se incluyen entre las tierras raras porque frecuentemente aparecen mezclados con los lantánidos en los mismos yacimientos.
Se encuentran en distintos tipos de depósitos minerales. La mayor cantidad en China, unos 44.000.000 de toneladas, 22.000.000 en Vietnam y otro tanto en Brasil, 12.000.000 en Rusia, 6.900.000 en India, 3.000.000 en Australia y 1.400.000 en Estados Unidos. Las reservas totales del mundo están estimadas actualmente en unos 124.000.000 de toneladas. Mientras, en Europa no sabemos de cuántos de estos recursos disponemos exactamente y tampoco queremos oír hablar de poner en marcha proyectos mineros en nuestros países. Nos beneficiamos como el que más de esos minerales, pero preferimos que los extraigan en otro lugar, da igual de qué manera.
El problema es que en los depósitos coinciden usualmente con el torio, un elemento radiactivo que dificulta y encarece su extracción. La contaminación aparece en la fase de tratamiento, que requiere de ácidos y bases. En la región de Mongolia Interior, la zona de producción de tierras raras más importante del planeta, muchos de sus habitantes, además de haber perdido sus tierras de cultivo, hoy totalmente estériles, han enfermado a consecuencia de los residuos tóxicos que envenenan el suelo, el agua y el aire. Son los “pueblos del cáncer” de los que pocas veces oímos hablar, uno de los costes ocultos de la revolucionaria transformación de la electrónica de consumo.
Estos valiosísimos elementos nunca se encuentran en forma pura. Dispersos por toda la corteza terrestre, forman parte de distintos tipos de minerales, en proporciones mínimas, de media unos 100 gramos por tonelada. Algunos cuestan tanto como el oro, unos 50.000 euros el kilo, pero sus propiedades ópticas, magnéticas y químicas son tan increíbles que gracias a ellos hemos dado un salto tecnológico brutal y hoy son imprescindibles, no solo para alcanzar la sostenibilidad, sino porque tienen aplicaciones en muchísimos sectores: tecnologías verdes, medicina, automoción, robótica, inteligencia artificial, ciberseguridad, telecomunicaciones, conectividad, industria aeroespacial, procesado de metales, material militar, biotecnología, nanotecnología…
Un vehículo eléctrico contiene entre 9 y 11 kilos de tierras raras, el doble que un coche de gasolina. Aunque no emite gases cuando circula, sí los genera durante su fabricación, pero a lo largo de su vida útil es más sostenible que un coche de motor de combustión interna.
Cada teléfono móvil contiene entre 65 y 70 elementos químicos. Entre estos, hay un promedio de 8 tierras raras, gracias a las cuales disfrutamos de esos colores tan vivos en la pantalla, de altavoces y auriculares y hasta de la señal de vibración.
Eliminar la dependencia energética de los combustibles fósiles, necesaria para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global, implica una dependencia brutal de materiales que irá en aumento a medida que se desarrollen las tecnologías de las energías renovables. Estamos extrayendo una gran cantidad y variedad de recursos de la tierra, y en un mundo finito no se puede extraer de forma ilimitada.
Según Mariano Marzo, catedrático emérito de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona, “Si se cumplen los objetivos del Acuerdo de París, en dos décadas la demanda de cobre y de tierras raras aumentará un 40 %, la de níquel y cobalto entre el 60 y 70 %, y la de litio casi un 90 %.
Satisfacer la demanda de estas materias primas, será sumamente difícil. Por un lado, por la altísima concentración geográfica de su producción y procesamiento, pero además por la cantidad de tiempo que de media requiere poner en marcha un proyecto minero (16 años), por el descenso sostenido de la calidad de los depósitos, el cada vez mayor cumplimiento de la normativa ambiental y social al que son sometidas las empresas y el riesgo creciente que sufren las minas a causa del calentamiento global.
¿Estamos preparados para esta misión? La transición energética y digital ha sido concebida en absoluta desconexión con la realidad. La actividad minera es un tema muy sensible, porque todo el mundo la asocia a graves daños ambientales, y en el caso de las tierras raras con frecuencia se extraen de unos minerales en los que hay trazas de elementos radiactivos, el procesamiento de las mismas exige el uso de componentes químicos muy agresivos y mucha agua. Y también es muy difícil su reciclaje, apenas se recupera el 1% de las mismas.
Sin lugar a dudas, el principal reto que presentan estos materiales, además de seguir investigando nuevas aplicaciones y propiedades, es resolver los problemas ambientales que conlleva su obtención. Sin minería no hay futuro, pero debe convertirse en una “minería verde”, clave tanto para combatir el calentamiento global como para la electromovilidad y la implementación de las energías renovables.
Y aunque implementemos ese tipo de extracción, es imprescindible consumir mucho menos. La depredación de la naturaleza crece a un ritmo del 2,8% anual. En una generación consumiremos el doble que hoy y en 25 años habremos consumido tanto como en toda la historia del ser humano. Ese dispendio material no se soluciona ni con todas las tierras raras del mundo. Debemos aprender de una vez por todas a distinguir qué es lo importante y qué lo accesorio, porque de ello depende el futuro de las siguientes generaciones y el del planeta.







Realmente siempre se aprenden cosas y este artículo escrito por Marlen me ha interesado por el tema no tan comentado. Muy interesante ….me encantó !! Gracias por enterarme de un tema hasta ahora poco conocido.
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Cuando escuché lo de «tierras raras» me llamó tanto la atención, que tuve que investigar para enterarme de qué iba la cosa. Conocía la explotación del cobalto en El Congo y los pueblos del cáncer en China, pero me faltaba conocer de dónde venía el problema. Y creo que tenemos el deber de hablar de estos temas.
Gracias a ti, Ángela, por tu comentario.
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Creo que existe una gran actividad en Europa en relación con la minería de tierras raras y en España también. Me parece que la transición energética y digital no puede esperar a una ‘realidad’ distinta de la que tenemos porque simplemente es una urgencia y como tal ha de ser atendida inmediatamente. Además la economía capitalista, no existe otra actualmente, busca siempre sus oportunidades en lo nuevo sin dejar nunca lo que le es rentable hasta ahora. O sea que se adapta cuando no tiene más remedio, si no fuera ‘impuesta’ por los gobiernos no existiría transición quizás en décadas.
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¡Exacto! La economía capitalista busca lo rentable. Y estamos, en este momento, en medio de una guerra que no sabemos lo que nos puede acarrear. Por de pronto, combustibles y energías no encuentran tope en su subida infernal. O sea que veremos mucha mayor actividad en la explotación de tierras raras, que la que hay actualmente. Por cierto, España es el segundo país en Europa con mayor cantidad de tierras raras actualmente investigadas, después de Finlandia. En el sur y el noroeste hay un potencial importante. El dilema es si es una oportunidad única o una trampa a evitar. ¡Esperemos que no prevalezca el apuro por la explotación, sobre la necesidad de que sea una «minería verde»!
Gracias por tu comentario, Veset. Saludos.
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