El apasionante mundo de los zocos y bazares

Los bazares (símbolos de Oriente), son pequeños mundos en los que los comerciantes se hacen lugar poco a poco y día tras día, mientras se debaten entre la tradición y el turismo y dan continuidad a un modelo de mercado con milenios de antigüedad. Sus intrincadas calles llenas de colores y olores invitan a perderse en ellos durante horas. 

¿Pero un zoco es lo mismo que un bazar? Lo que en los países islámicos se conoce como “souk” (zoco en castellano), es denominado en oriente (en los países musulmanes no árabes) “bazar”, aunque su organización y estructura es la misma. Hay una pequeña diferencia: el zoco está formado por un conjunto de calles donde se mezclan olores, ruidos, colores y sabores, que pueden estar o no cubiertas, mientras que la característica distintiva del bazar es que se trata de un lugar cerrado, la mayoría de sus espacios son cubiertos y las puertas de acceso se cierran cuando termina la actividad del día.

Aunque las tiendas ocupan la mayoría del espacio, forman parte de un entramado mayor que comprende patios, casas de té y cafeterías. En el caso de los zocos, al ser abiertos, también se encuentran mezquitas y antiguos caravasares donde los mercaderes y sus animales podían hospedarse durante la noche. Para quienes trabajan allí se trata de una pequeña ciudad en sí misma, donde pasan gran parte de su vida. Su tienda se convierte en una segunda casa y en el lugar de reunión de amigos y colegas vendedores.

El bazar no es un lugar para ir a comprar con prisa. Para los occidentales, el tiempo es real porque tiene un sentido, el sentido que ha trazado la línea recta que conduce al hombre desde su nacimiento hasta su muerte. El desarrollo de la historia está orientado por un hecho único, radicalmente singular y, por consiguiente, tanto el destino particular de cada uno de nosotros, como el de toda la humanidad juegan una sola vez, de una vez por todas, en un tiempo concreto e irreemplazable que es el de la historia de la vida. Pero en Oriente se aprende una lección: que el concepto del tiempo occidental es arbitrario.

Y es cierto, la forma como medimos el tiempo es muy arbitraria. Hay elementos objetivos como que la tierra da vueltas alrededor del sol, que duran 365 días y 5 horas, que la tierra gira 24 horas sobre sí misma, aunque ahora es un poco más lento. Gregorio XIII impuso en 1582, el calendario gregoriano que seguimos utilizando. Él tenía el poder, al menos en los países católicos. La religión tenía el poder y nosotros estamos todavía impregnados de ese espíritu religioso. En el siglo XVIII, Francia dominaba Europa, pero en el siglo XIX es Inglaterra la que domina. E impone el meridiano de Greenwich. Decisiones políticas para manejar el tiempo.

Haber descubierto que la medida del tiempo es arbitraria me incita a mantener cierta distancia del tema. La carrera que tenemos en Occidente por medir el tiempo tiene algo de locura porque a esa medida le estamos dando un valor. Y si le damos un valor, significa que vamos a correr detrás de ese valor.

La obsesión por medir el tiempo es un signo de nuestros días. Es algo que va más allá de la técnica, del reloj, es algo cultural y espiritual. Pero al entrar en un zoco o un bazar, entras en un universo diferente, con reglas y tiempos diferentes. El vendedor que te habla al pasar, te ofrece un asiento, un té a la menta y se sienta contigo a conversar, para entrar luego en el regateo, te está regalando su instante presente. A lo mejor, al final, no logra venderte nada. Pero ese tiempo que comparte contigo, es tiempo disfrutado. Y ese no está marcado en el calendario. No muchos occidentales lo entienden. Yo aprendí a valorarlo desde mi primer viaje a Marrakech y mi concepto del tiempo cambió en ese recorrido.

En mis diferentes viajes, he recorrido zocos y bazares de diferentes regiones. Los zocos de Marruecos son los que más he visitado. El de Fez el Bali data del siglo XI y es una de las mayores medinas del mundo. Con más de 9.000 calles estrechas, que suben, bajan, giran a derecha e izquierda, se estrechan y se amplían, mientras pasan los comerciantes con sus burros transportando las distintas mercancías, abriéndose paso entre el tumulto y el ruido, al grito de «Barak, barak» (Cuidado, cuidado).

La entrada Bab Bou Jeloud, al igual que los demás accesos, deja entrever el ordenado caos que reina dentro del zoco y es la mayor zona urbana del mundo sin automóviles. Pero el constante tránsito de personas y animales hace que hierva de vida constantemente. Los restaurantes y teterías se apretujan entre tiendas de telas, babuchas y artesanías, entre los cuales se encuentra alguna que otra madraza, como la de Chahrij Bouinania, construida en el 1300, y mezquitas que en ocasiones pasan desapercibidas entre las numerosas distracciones. Hay un lugar que es imprescindible conocer: las curtidurías de cueros, con su olor penetrante y agrio. Las pieles se sumergen en tanques de barro con diferentes tintes. El olor es insoportable, lo mitiga la hierbabuena, pero no te lo puedes perder.

Djemaa el Fna es el alma de Marrakech, una plaza por la que cualquier viajero tiene que pasar para comprender la ciudad. Artistas, cuentacuentos, encantadores de serpientes, mujeres que tatúan con henna, aguadores, tragasables, sacamuelas y saltimbanquis, se encuentran cada día en el corazón de Marrakech. Declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, esta plaza está coronada por el alminar de la Koutubia y, cuando cae el sol, se inunda de aromas y sabores para invitar a cualquiera, locales y turistas, a degustar su gastronomía, amenizada por los tambores de los músicos gnauas. Si subes a las terrazas de los cafés situados en sus bordes, te ofrecen vistas espectaculares de la plaza y su mundo.

Desde allí, se accede a los zocos y al resto de calles de la Medina, delimitada por las murallas de la ciudad. Un laberinto de mercados, madrasas y mezquitas. Sus calles están ordenadas por gremios, entre las cuales están la dedicada a frutas, verduras, carne, pescado y pan, además de animales, la de los sastres, la de cestería, la de los artículos de cuero curtidos en la ciudad, la de caldereros, forja y orfebres, la de joyas de oro y plata en el zoco Siyyaghin, aromas a tintes naturales en el zoco de los tintoreros: Sebbaghine, ruido de martillos sobre piezas de metal en los zocos de los artesanos del cobre y el latón: zoco Nahhasin y zoco Addadine.

Además de tiendas, pueden frecuentarse sus mezquitas, baños turcos y caravasares. Lo más recomendable, es dejarse llevar por la inercia de sus callejuelas, conversar con los vendedores y probar y oler las delicias de sus tiendas.

El Gran Bazar de Estambul está en funcionamiento desde 1455, apenas tres años después de la conquista otomana de la ciudad. A lo largo y ancho de sus más de 3 hectáreas, los nombres de sus laberínticas calles: calle de las alfombras, de las pieles, de las joyas… reflejan la estructura que han tenido los bazares durante siglos. Cada zona concentraba los comercios de un determinado tipo. Esta organización era esencial, especialmente para los foráneos como los mercaderes, que viajaban con sus caravanas y actualmente para los turistas que continuamente se pierden en ellas.

Khan El-Khalili es el zoco más antiguo de El Cairo, la capital egipcia, y uno de los más conocidos de Oriente Próximo. Su origen se remonta al año 1382, cuando el sultán Djaharks el-Khalili mandó construir en el lugar un centro de descanso para comerciantes en un antiguo cementerio. Además de los más de 900 puestos habituales donde los vendedores subastan, atienden y trajinan sus mercancías, existen algunos puntos de gran interés. Uno de ellos es el café Fishawi, conocido como el Café de los Espejos. Abierto desde 1769 las 24 horas del día, es uno de los establecimientos de este tipo que salpican el zoco y que permiten contemplar su frenética actividad.

En el centro histórico de la ciudad de Mascate, en Omán, se encuentra un zoco muy antiguo, con una puerta mirando al mar y otra a la ciudad. Un laberinto de calles y tiendas conocido como “el mercado de la oscuridad”, por la estrechez de su entramado. Joyas bedu, khanjars de plata (daga tradicional de Omán) y otras artesanías se disputan el puesto con otros artilugios en sus sinuosas calles. En este zoco, construido antaño con lodo y hojas de palma para combatir las altas temperaturas, aún se pueden admirar las casas de los mercaderes del siglo XVIII.

En la Medina de Túnez, desarrollada alrededor de la Mezquita Ez-Zitouna, coexisten las tres religiones: cristiana, judía y musulmana y en ella se integran todos los zocos que hay en la ciudad. Desde El Attarine, donde se venden perfumes, el zoco  En Nhas es de los artesanos del cobre, hasta el Souk Ettrouk y el Souk Ellafa, donde puede encontrarse artesanías de todo tipo, se sitúan otros como el de los joyeros en el antiguo mercado de esclavos, o el de los bordadores, los libreros o los fabricantes de chechia (el tradicional gorro rojo del país). Algunas calles de la medina de Túnez, como las de Djemma ez Zaitouna o la rue de Kasbah, son un buen lugar para admirar sus puertas y dinteles adornadas de clavos o tallas.

A lo largo de su historia milenaria, el zoco y el bazar se ha adaptado a los cambios y, lejos de perder su fuerza, ha conservado su importancia como el corazón económico y social de las ciudades de Oriente. Ser bazarí es, todavía en muchos países, un signo de estatus y una ocupación que ofrece una considerable estabilidad y casi siempre habrá un familiar o un amigo que quiera tomar el testigo y perpetuar esta tradición comercial.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

4 comentarios sobre “El apasionante mundo de los zocos y bazares

  1. Madre mía!!! Recuerdo cuando iba con mis padres al zoco de Ceuta. Cómo disfrutaba con aquellas compras una vez al año durante nuestras vacaciones, siempre en Ceuta porque mis padres nacieron allí y tenemos familia. Recuerdo las chilabas que me compraban y las zapatillas morunas, incluso los collares de perlas de colores y las teteras de acero inoxidable… Que melancolía, cuanto hecho de menos a mis padres 😔 una entrada preciosa que a pesar de la añoranza porque mis padres no están he disfrutado recordando aquellos días. Muchas gracias. Un abrazo

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    1. Perdona Nuria, no estaba recibiendo los mails de WordPress y no he visto tu comentario.
      ¡Qué recuerdo tan bonito! Sí, entiendo que los echamos de menos, pero todo lo vivido con nuestros padres son recuerdos imborrables que nos hacen sonreír.
      Me alegro que te haya gustado la entrada y que hayas disfrutado del recuerdo de aquella época.
      Muchas gracias a ti, por tus palabras. Un abrazo para ti también.

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