¡¡Gora Donosti!!

Las Sociedades Gastronómicas de Donosti participan en la manifestación festiva que mejor caracteriza a la ciudad. Durante las 24 horas que trascurren entre la izada de bandera a cargo de la Sociedad Gaztelubide el 19 de enero de cada año a las 12 de la noche y el arriar de la Sociedad Unión Artesana, a las 12 de la noche del día 20, las tamborradas recorren las calles al incesante redoblar de barriles y tambores.

Compañías de hombres y mujeres vestidos con trajes militares o con el tradicional traje de cocinero, marchan por la ciudad haciendo sonar sus barriles y tambores, al son de las canciones de Raimundo Sarriegui.

Francisco Manuel Aristeguieta Azpiroz (hermano de mi abuelo materno Venancio) participaba tanto de la vida activa de su sociedad, como de la Tamborrada de la misma y de los coros que se armaban en Gaztelupe primero y en Gaztelubide después de que un grupo de socios, con Luis Irastorza, Shotero Irazusta y unos cuantos amigos más, fundaran en el año 1934 la nueva Sociedad Gaztelubide, de la que fue tesorero durante unos cuantos años.

Paco se casó en el año 1918 con Josefa Garciarena pero la alegría duró poco para la pareja, porque al año siguiente su mujer murió en el primer parto y él se quedó a vivir con los padres y con la compañía de esa sobrina (mi madre Maricarmen) que llegó a su vida para llenarla de alegría y esperanza. Años después se casó con Elena Arrondo Aizpuru y vivieron juntos toda su vida en el Paseo Errondo de Donosti.

A diferencia de su hermano Venancio, a él no le interesaba la política. Su vida transcurría entre su empleo en la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa, la Sociedad donde se reunía con los amigos, los paseos con su sobrina y los ensayos con el Orfeón Donostiarra que en aquella época, además de actuar en el Casino de San Sebastián, empezaba a realizar giras para actuar en festivales de Europa.

Pero me estoy yendo del tema. Hablaba de las Tamborradas. Cuentan las crónicas que fue en la década de los años treinta del siglo XIX cuando, para celebrar la fiesta del patrono de la ciudad, desfiló por las calles de San Sebastián la primera comitiva que en la actualidad conocemos con el nombre de Tamborrada.

Ciudad amurallada, plaza fuerte dominada por el ambiente castrense, según parece cada mañana se veía desfilar a las tropas que desde el Cuartel de San Telmo acudían a la Puerta de Tierra, ubicada en el Boulevard de nuestros días, para proceder al relevo de la guardia. Algunos atribuyen su origen al redoble que sobre las herradas (los cubos que se usaban para llevar agua a las casas) producían las chicas de servicio, mientras esperaban su turno para obtener agua de una de las 3 fuentes que, hacia 1836, surtían de agua a la ciudad. Otros indican que la Tamborrada surgió como comparsa del Carnaval Donostiarra en esa misma época, adoptándose a partir de entonces, la tradición de festejar el día del patrón de la ciudad, recorriendo de madrugada las calles al son de un zortzico del maestro Santesteban, ejecutado en los primeros años exclusivamente con barriles. Los participantes, disfrazados con caprichosos trajes, salían cada año a las tres y media de la madrugada, del local de la Sociedad «La Fraternal», situado en la subida al Castillo, redoblando el «Sheshenarena». Incansables, recorrían las calles hasta las ocho en punto, deteniéndose a esta hora en la esquina de las calles Iñigo y Narrica, donde esperaban la aparición de la sokamuturra (una palabra en euskera que describe a un toro que se suelta por las calles y que lleva atada una soga de entre 60 y 70 metros. Por un lado la soga está unida al toro y por el otro, varios hombres controlan los movimientos del animal de forma que no exista contacto entre las personas que recortan la res y esta). Con la Tamborrada comenzaba el ciclo de fiestas de invierno que finalizaba con el Entierro de la Sardina, el martes de carnaval.

Avanzado el siglo, a las primitivas composiciones populares de la época fueron incorporándose las escritas por el maestro Raimundo Sarriegui, llegando a establecerse cuatro de ellas como las que por tradición, hasta 1965, fecha en la que se incorporan la Polka y Retreta, compondrían el clásico repertorio: Marcha de San Sebastián, Diana, Tatiago e Iriyarena.

A la Sociedad «La Fraternal» le sucedió la «Unión Artesana», que realizaba su salida a las cinco de la mañana y que empezaba su desfile con 3 heraldos a caballo, seguidos de tambores uniformados de milicianos de 1800, redoblando parches y barriles al son de las marchas que interpretaba una banda de música que cerraba el cortejo. La Unión Artesana incorporó trajes pertenecientes a las guerras napoleónicas, creando una costumbre que fue continuada por las entidades que fueron incorporándose como organizadoras de la fiesta.

Además las latas y maderas que en la antigüedad sirvieron para participar en la Tamborrada quedaron sustituidas por tambores, barriles y herradas, como reminiscencia de aquel lejano San Sebastián en el que los militares, uniformados, hacían redoblar sus tambores y los civiles, vestidos de cocineros, seguían sus andanzas tocando los barriles de madera.

Hoy 20 de enero, Día de San Sebastián, es el Día de la Tamborrada que aprendí a amar de pequeña y aún me hace vibrar de emoción. Mi abuelo Venancio en su tiempo, organizó la Tamborrada del Centro Vasco «Laurak Bat» en Buenos Aires.Y en casa de mis abuelos, el día de hoy siempre se festejaba y sonaba la Marcha. Al escucharla, me emociona, sintiéndome muy acompañada.

Así que ¡¡Felicidades a todos los donostiarras, estén donde estén, en especial a mi abuelo y a mi madre, que allí donde se encuentren estarán haciendo rataplán y a todos quienes amamos esa bellísima ciudad!! ¡¡Gora Donosti!! ¡¡Va por vosotros!!

Sebastián y Claire son una pareja de turistas que están pasando unos días en Donostia, disfrutando de la ciudad y en uno de sus paseos por la Parte Vieja, al tocar la estatua de Sarriegi, entran en un mundo musical convirtiéndose en los verdaderos protagonistas de la gran fiesta de la ciudad:
 La Tamborrada.

A la izquierda Tamborrada de 1880. En el centro Francisco y a la derecha Venancio Aristeguieta Azpiroz

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

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