Juventud = Rock and Roll (II)

Surgía en Argentina un movimiento de rock en español al que se le dio la denominación de rock nacional con características musicales originales y abordando las temáticas que preocupaban a los jóvenes, con bandas fundadoras como Los Beatniks (la banda de Pajarito Zaguri), Los Gatos con Lito Nebbia y la particularidad de que escribían sus propias canciones, Almendra con “Muchacha ojos de papel” y Luis Alberto Spinetta que comentaba: “Yo ya había hecho muchas canciones en castellano, pero me daba miedo cantarlas. Las cantábamos siempre en el núcleo familiar. Temía que las interpretaran como cosas marcianas, que no eran naturales”, Manal, Vox Dei, Arco Iris, Los Abuelos de la Nada, La Joven Guardia, Alma y Vida y Sui Generis, el dúo de Charly García y Nito Mestre.

Aún hoy es inevitable que las lágrimas me inunden con algunos temas como “Plegaria para un niño dormido” del flaco Spinetta o que recuerde nuestro canto gritado, más que cantado de temas como “Las increíbles aventuras del señor Tijeras” del controvertido álbum “Pequeñas anécdotas sobre las instituciones” de Sui Generis, dedicado a “Tato”, el censor de la dictadura de los 70.

Tuve que buscar en Google para recordar aquella letra tan coreada aunque nunca grabada por culpa de la censura de la represión militar: “Yo detesto a la gente que tiene el poder de explicar lo que es bueno y lo malo también. Sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender. Los censores de ideas temblarían de horror ante el hombre libre a la luz del sol.”

Una periodista brasileña dijo, refiriéndose a Fito Páez, que “sus canciones, al escucharlas por primera vez, son como si te descubrieran robando un banco. Te agarran con las manos en la masa y vos no te lo esperabas.”

El tema «La Balsa» compuesto por Lito Nebbia fue un éxito masivo que en 1967 llegó a vender cerca de 200.000 copias, lo que se considera como el nacimiento del movimiento del rock nacional.

Y un recuerdo especial para Luis Alberto Badía que con su programa de televisión “Badía y compañía” de los sábados por la tarde, dio cabida a todos estos grupos representantes de una generación que irrumpía con fuerza en la escena nacional. 

Curioso el caso de Lito Vitale, que con sólo 12 años a finales de los 70, fundó, con otros músicos de San Isidro, la cooperativa MIA (Músicos Independientes Asociados), que producían sus propios recitales y grababan sus discos fuera del circuito comercial.

Cuando descubrimos la “Misa Criolla” de Ariel Ramírez, descubrimos también a un Chango Farías Gómez, que con su grupo “Los Huanca Hua”, nos enseñó otra forma de hacer folklore. Y entró en nuestras vidas esa música que tenía un autor conocido (contrariamente al folkore tradicional) y estaba basado en ritmos tradicionales: la “Música Popular Argentina”. Y empezamos a frecuentar las peñas y nos hicimos fanáticos de Atahualpa Yupanqui, de poetas como Hamlet Lima Quintana y Armando Tejada Gómez (autor de la letra de la famosa “Canción con todos” de César Isella), Eduardo Falú, Jorge Cafrune (asesinado en 1978), José Larralde, los Tucu Tucu, el fantástico “Cuarteto Zupay”,” Opus Cuatro” con el “Por qué cantamos” de Mario Benedetti.

En Mendoza nacía el “Movimiento del Nuevo Cancionero”, con la intención de impulsar el desarrollo de un cancionero nacional en renovación permanente, sin fronteras entre géneros, que fuera capaz de superar la oposición tango-folklore y evitar las manifestaciones puramente comerciales. Integrado por un grupo de artistas comprometidos con el quehacer social y político, en el que empezó a destacar tal vez la mayor exponente del folkore argentino: la Negra Mercedes Sosa. 

Mercedes era “cantora” antes que “cantante”, según la definición de Facundo Cabral “Cantante es el que puede y cantor el que debe”. Así, haciendo honor a uno de sus primeros álbumes “Yo no canto por cantar”, la tucumana nos regaló a lo largo de su vida, un sinfín de canciones que nos acompañaron en los mejores y los peores momentos, despertó nuestra sensibilidad y enriqueció la cultura de nuestro pueblo, revalorizando el arte popular y fomentando el diálogo entre artistas, entre diferentes géneros musicales (folklore, rock, tango y pop) y entre movimientos similares del resto de América.

Su vida estuvo marcada por su compromiso político y social que la llevaron a sufrir persecuciones y el doloroso exilio, un exilio del que volvió triunfadora, exultante, más combativa que nunca y arropada por la gente que la acompañaba y la ovacionaba en giras, recitales y estadios.

También empezamos a conocer y admirar a Víctor Heredia y a León Gieco, el músico y cantor santafecino que mezclaba el folklore con el rock y cuyas canciones, con connotaciones sociales y políticas, nos hablaban de los derechos humanos, los campesinos, los pueblos originarios y la solidaridad con los marginados.

Una anécdota de la época: en 1976 Charly García compuso «El fantasma de Canterville» y le ofreció a León Gieco para que la cantara él en el disco debut del grupo PorSuiGieco. Pero eran tiempos de dictadura militar y era inconcebible que una canción como esa, que contenía frases del tipo de «siempre fui un tonto que creyó en la legalidad» o «he muerto muchas veces acribillado en la ciudad», que cantábamos más fuerte en los recitales, pasara desapercibida para la censura militar. Tuvieron que reemplazarla por otra canción. León Gieco no se resignaba a abandonar semejante canción. Entonces decidió incluirla en su siguiente long play al cual le puso el título de “El fantasma de Canterville”. Se grabó y cuando la censura lo revisó, de las doce canciones rechazó diez. El álbum debió grabarse nuevamente modificando la letra. La línea “¡Ay si pudiera matarlos!…” se convirtió en “odiarlos” y “He muerto muchas veces acribillado en la ciudad” se grabó como “rodando sobre la ciudad”. Aunque debo decir que en los conciertos, la letra mantenía su versión original, cantada por el público.

Movimientos similares tuvieron su inspiración en otros países de América Latina. En Uruguay “Los Olimareños”, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti. En Cuba, después del establecimiento de la Revolución cubana y sus consiguientes cambios políticos y sociales, emergió la “Nueva Trova” con Silvio Rodriguez y Pablo Milanés. Y en Chile surgía el “Movimiento de la Nueva Canción Chilena” con Violeta Parra, Víctor Jara y “Quilapayún” con su obra máxima, la conmovedora “Cantata de Santa María de Iquique”.

Contracantos, polifonías, contraritmos, onomatopeyas marcando el compás, interpretaciones llenas de sabor que entraban en nuestras casas a través del programa de Julio Márbiz por Canal 9.

Con mis amigos frecuentábamos “La Cueva”, un bar que funcionaba en un sótano de la Avenida Pueyrredón al 1700, uno de los epicentros en torno a los cuales se originó el rock nacional.

Lo regentaba el tano Billy Bond y varios de los músicos y creadores más destacados del inicio del movimiento eran habituales del lugar y allí cantaban sus composiciones.

Cuando alguna que otra vez lograba quedarme hasta el cierre (se suponía que estaba durmiendo en casa de alguna amiga) nos íbamos a desayunar a la Cafetería La Perla, frente a Plaza Once.

Los reiterados allanamientos policiales y procedimientos de Moralidad que sufrió La Cueva, las casi cotidianas detenciones de quienes concurríamos y dos bombas colocadas frente al local, provocaron su cierre.Época de música, charlas políticas, contacto con los monstruos del rock, que en ese ambiente se hacían cercanos y accesibles, discusiones sobre las letras que luego escucharíamos en los discos, risas, bohemia.

A continuación, unos videos para disfrutar:

  • Muchacha ojos de papel de Almendra
  • Génesis de Vox Dei
  • Plegaria para un niño dormido de Luis Alberto Spinetta
  • Las increíbles aventuras del señor Tijeras de Sui Generis
  • La balsa (de Lito Nebbia) con Los Gatos 1967
  • Preguntitas sobre Dios de Atahualpa Yupanqui
  • Canción con todos (Armando Tejada Gomez y Cesar Isella) de César Isella
  • Folklore sin mirar atrás de Cuarteto Zupay 1968
  • Por qué cantamos de Opus Cuatro 
  • Sólo le pido a Dios de Mercedes Sosa con León Gieco 1984
  • Sobreviviendo de Víctor Heredia
  • El fantasma de Canterville (con la letra original) de León Gieco

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

2 comentarios sobre “Juventud = Rock and Roll (II)

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