La noche de San Juan, la del 23 al 24 de junio, es la más corta del año en el hemisferio norte, ya que es el solsticio de verano. Es una de las fechas más importantes para muchos pueblos desde tiempos remotos. Las celebraciones son de origen pagano y han heredado una serie de rituales, prácticas y costumbres que parecen estar basadas en celebraciones precristianas. En los rituales de estos pueblos las características principales son el sol, el fuego y el agua y las hogueras que se encienden esa noche preservan de todo mal durante un año. La leyenda dice que es conveniente saltar la hoguera un mínimo de tres veces para tener un buen año, concediendo un deseo a quien escriba su petición en un papel y lo queme en la hoguera.
Otro rito consiste en lanzar una corona hecha con flores o con cintas de colores a la persona amada, mientras se brinca sobre el fuego. Si la atrapa antes de que toque el suelo, el fuego concederá felicidad y buena fortuna a la pareja.
¿Pero por qué se prenden hogueras? Ya que a partir del 24 los días son cada vez más cortos, se temía que el sol no volvería a brillar en su totalidad, por eso se prendían fuegos con la intención de reforzar la labor del astro rey. Se trataba de una fiesta pagana a la cual, siglos después, con el nacimiento de San Juan Bautista, según dice la Biblia, un 24 de junio, se incorporaron las tradiciones cristianas y el día de San Juan pasó a amalgamar unas y otras celebraciones.
Hoy en día la noche de San Juan es una de las festividades más importantes del año. Los ritos han ido variando y la principal celebración en torno al fuego tiene como eje la llegada del verano. Mucha gente adopta un nuevo ritmo de vida, termina el curso escolar, llega el tiempo más caluroso, las vacaciones se están planificando. En las hogueras, la gente ya no salta sobre el fuego con el objetivo de preservarse de la enfermedad, como se hacía antaño y ya no se utilizan los rescoldos del fuego para esparcir las cenizas por las huertas con el objetivo de preservarlas de cualquier problema y que sigan dando frutos y produciendo beneficios.
Sin embargo, aún son muchas las personas que realizan ritos con el objetivo de purificar el cuerpo y eliminar las malas energías.
En Euskadi también existen ritos relacionados con la noche de San Juan. Se celebran algunas de las tradiciones más arraigadas en nuestros pueblos. Se considera que es el momento en que los genios deambulan por los bosques libremente. El folclore popular asegura que se puede atrapar a uno de estos seres dejando una pequeña caja en el monte. Al día siguiente, si cae en la trampa, ofrecerían sus servicios mágicos al propietario de la caja.
Se dice que las cenizas de la hoguera también pueden servir como remedio medicinal casero y que curan las enfermedades de la piel, ya que éstas guardarían las propiedades sanadoras propias de una noche tan mágica. No es extraño observar cómo pasada la medianoche algunas personas recogen cenizas en un tarro para utilizarlas más tarde.
Pero esta mágica noche no solo sirve para una limpieza espiritual, también parece que puede arreglar problemas económicos. Aseguran que la planta de la verbena, planta medicinal utilizada tradicionalmente debido a sus propiedades y beneficios para la salud, sirve para atraer dinero y buena suerte. El rito consiste en dormir con un ramo de esta planta bajo la almohada durante la noche de San Juan para atraer suerte económica.
En las comunidades costeras, otro de los ritos más arraigados es el de bañarse durante la noche de San Juan. Muchos aprovechan para lavarse la cara en el río más cercano o darse un baño en el mar. El objetivo de quienes practican este ritual es que el agua purifique todo lo malo del año, fortalecer la salud y curar las enfermedades. También se usa el rito de saltar nueve olas de espaldas al mar. Dicen que este gesto mejora la fertilidad femenina y trae buena fortuna al bañista.
Pasear descalzo por los hierbales y trigales cargados de rocío, en la mañana de San Juan es otra de las tradiciones. Este rito se dice que permite la sanación de heridas, así como la prevención de la sarna o el herpes. Por otro lado, también se puede recoger agua de manantial la mañana siguiente de la noche de San Juan, o lavarse la cara y el pelo con agua de rocío para asegurar la salud y belleza de ambos atributos durante el resto del año. Evitar el mal de ojo es otro de los motivos por los que se practica este ritual.
Como veis, la cantidad de ritos que se han ido creando en esta noche especial, es muy abundante. Por otro lado, Euskadi con la llegada de San Juan bulle en fiestas. Fiestas patronales, de barrios, rituales y hogueras. Son innumerables las localidades que este día celebran esta festividad: Salvatierra, Arrasate-Mondragón, Donostia-San Sebastián… aunque quizás sea Tolosa (Gipuzkoa) la que ofrece un espectáculo más variopinto, con toros, procesiones, danzas propias, como la «Bordon Dantza» y el “San Juan Zortzikoa”.
En Navarra cabe destacar Burguete, donde ese día se baila el «Trebolé» y Torralba del Río, donde se escenifica, con participación de todo el pueblo, la captura de Juan Lobo (legendario bandido de la Baja Edad Media) y los cofrades de San Juan bailan el tradicional “Baile de la Balsa”.
Por otro lado, en las cuevas de Zugarramurdi, la noche del sábado más próximo a San Juan se celebra una fiesta, el Akelarre, en el que, las brujas bailan al son de la txalaparta hasta que aparecen los «zanpantzar» haciendo sonar sus cencerros con el fin de ahuyentarlas. En Laguardia (Álava), por su parte, un personaje denominado «Katximorro» desfila al frente de los danzantes distinguiéndose por su colorista indumentaria.
Antaño las hogueras eran individuales, cada caserío prendía la suya, lejos de los fuegos comunitarios que hoy en día juntan en muchos municipios vascos a sus habitantes alrededor de las llamas. Nosotros, en el caserío de mis padres, seguimos la tradición y esa noche, para regocijo de grandes y chicos, nuestra hoguera se ve desde lejos. Quemamos papeles y algún mueble que durante el año ha llegado al fin de sus días. Y, aunque ya no suelo saltar por encima de las llamas, mis papelitos con deseos para familia y amigos se convierten en cenizas y la comida y bebida compartida junto a la hoguera nos llena de entusiasmo y alegría.
La vida sigue y nosotros con ella, disfrutando de ritos y tradiciones. La oscuridad nunca es total, por lo menos mientras brille una chispa, por pequeña que sea.