En este momento miles de personas están disfrutando de un café. Es un ritual diario de sobra conocido por todos. Puedes hacerlo mientras comentas cualquier tema de actualidad con tus compañeros de trabajo, mientras lees tu periódico y observas por la ventana de la cafetería, o tal vez mientras conoces un poco mejor a esa persona sentada a tu lado.
Es tu momento, y gracias a iniciativas solidarias como “Café pendiente”, también puede serlo para alguien que realmente lo necesite.
Entramos en un pequeño café, pedimos y nos sentamos en una mesa. Luego entran dos personas.
– Cinco cafés. Dos son para nosotros y tres “pendientes”.
Pagan los cinco cafés, beben sus dos cafés y se van.
Pregunto: – ¿Cuáles son esos “cafés pendientes”?
Me dicen: – Espera y verás.
Luego vienen otras personas. Dos chicas piden dos cafés y pagan normalmente.
Después de un tiempo, vienen tres abogados y piden siete cafés.
– Tres son para nosotros, y cuatro “pendientes”.
Pagan por siete, se toman los tres y se marchan. Después un joven pide dos cafés, bebe sólo uno, pero paga los dos.
Estamos sentados, hablamos y miramos a través de la puerta abierta la plaza iluminada por el sol delante de la cafetería.
De repente, en la puerta aparece un hombre vestido muy pobre y pregunta en voz baja.
– ¿Tienen algún “café pendiente”?
La gente paga anticipadamente el café a alguien que no puede permitirse el lujo de una taza de café caliente.
La idea surgió en Nápoles, Italia, con el nombre de “Caffè Sospeso”. Gracias a la voluntad de mucha gente y las redes sociales, se ha ido extendiendo a numerosos países de todo el mundo. Podría parecer una iniciativa moderna, propia de la mejor de las campañas de marketing solidario. Sin embargo, no es algo ni mucho menos nuevo.
Para encontrar su origen, hay que remontarse al Nápoles del siglo XVII. En concreto al barrio obrero de Sanita, donde la pobreza abundaba entre los vecinos. Cuando alguien estaba feliz después de que algo bueno hubiese pasado, en lugar de pagar un café, pagaba dos, dejando sobre la mesa el dinero para el próximo cliente. De esta forma, cuando llegaba un indigente o una persona con necesidades, tenía algo caliente que llevarse al estómago.
Mucho tiempo después, en 2008, algunas cafeterías de la ciudad italiana decidieron recuperar la hermosa tradición. Con la ayuda de una ONG llamada «Rete del Caffè Sospeso», el tema consiguió despertar el interés de mucha gente. Tanto que la iniciativa incluso consiguió su efeméride particular: el 10 de diciembre, es el día del “café pendiente”.
En la actualidad, muchas cafeterías de distintos países de Sudamérica, Europa o EEUU han acogido la idea con entusiasmo. La clave está en que cualquier local puede aplicarla sin más que anunciarlo a sus clientes. Existen incluso alternativas con desayunos y comidas.
Todos aquellos que participan en esta propuesta altruista coinciden en que lo hacen porque piensan que es más bonito dejárselo a alguien que lo necesite, que pedirse un café para ellos mismos. Personas que, como cualquiera de nosotros, tienen necesidad de un rato agradable, pero por numerosas circunstancias no podían permitírselo hasta ahora.
Esa costumbre ya se ha extendido a muchas ciudades de todo el mundo. ¡El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad!






