La serpiente de luz anuncia la llegada de la primavera en Chichén Itzá

Ese 21 de marzo de 1975 el pulso se me aceleraba y, junto a unas 40 o 50 personas, aguardábamos expectantes el comienzo de la bajada de la serpiente de luz. El año anterior, por casualidad, había escuchado por primera vez hablar de este fenómeno que se repetía cada equinoccio del año (marzo y setiembre).  El especialista en antropología Luis Arochi había anunciado cómo se producía el descenso del dios Kukulkán o Quetzalcóatl, sobre las escalinatas del la pirámide de Chichén Itzá. Término que significa «boca del pozo de los itzaes», en alusión al cenote situado al norte de la pirámide y que era considerado un enclave sagrado, además de una fuente de agua dulce esencial para aquella ciudad de templos y sabios astrónomos.

Enamorada por la cultura maya, la noticia me entusiasmó tanto que me propuse algún día presenciarlo. Y ahí estaba con mis ilusiones a cuesta, buscando un sitio para sentarme en la hierba y esperar el momento especial preparada con mi cámara de fotos. Había viajado hasta la zona arqueológica en el municipio de Tinum, en el estado mexicano de Yucatán, para presenciar el inicio de la primavera en el hemisferio norte.

El equinoccio es el momento en el que la duración del día y la noche tiene un valor igual, es decir, de aproximadamente doce horas. Gracias al conocimiento legado por las antiguas culturas, hoy se sabe que el equinoccio es el instante en el que el sol cruza el ecuador celeste. En el caso de la primavera, el astro pasa del hemisferio Sur al hemisferio Norte, y en setiembre, cuando se vuelve a presentar este fenómeno, sucede lo contrario.

Tomaba notas en mi cuaderno de viaje cuando un silencio impresionante se impuso. Comenzaba el descenso del dios Kukulkán sobre las escalinatas de la pirámide de Chichén Itzá. La luz y la sombra comenzaban su danza misteriosa en la alfarda norte (pared que sostiene la escalera) del castillo. Kukulcán, el dios maya que fertiliza la tierra, empezaba a descender.

Lentamente, el sol iba formando la serpiente emplumada. Los ruidos habían desaparecido, ni los niños emitían la menor perturbación. Era un silencio reverencial. Creo que ni respirábamos, sólo mirábamos extasiados, con el pulso acelerado.

El sol fue proyectando siete triángulos de luz que lentamente se deslizaban de arriba hacia abajo en la escalera norte. Mientras pasaba el tiempo, la representación de una serpiente iba apareciendo para descender del templo y el último rayo de luz se proyectó sobre la cabeza de la serpiente emplumada en la base de la escalera. El fenómeno duró unas 2 horas, antes del atardecer. La gente estalló en gritos y risas. Fue un momento de intensa energía. Mi cámara de fotos yacía en el suelo. No había sacado ni una foto.

Si Kukulcán baja, es decir si se forman los siete triángulos isósceles de luz en el costado del Castillo, se auguran buenas cosechas. Pero en caso contrario, los mayas creían que tendrían problemas con la agricultura.

La bajada de Kukulcán, considerada como una hierofanía, es decir un acto de manifestación de lo sagrado, causa interés en el mundo por el simbolismo en el calendario que se registra en Chichén Itzá, una de las Siete Maravillas del Mundo Contemporáneo.

La Pirámide de Kukulkán, también comúnmente conocida como El Castillo es lo primero que se ve al entrar en Chichén Itzá, después de un corto camino. Está en el centro de la plaza principal rodeada por el Gran Juego de Pelota, el Tzompantli (un altar donde se empalaba las cabezas de los cautivos sacrificados con el fin de honrar a los dioses), el Templo de las Águilas y Jaguares, el Templo de Venus, el Observatorio, el Templo de los Guerreros y otra serie de templos y edificios.

El Castillo, es el edificio más impresionante del sitio arqueológico de Chichán Itzá y uno de los más altos de toda la arquitectura maya. Este edificio monumental es una pirámide escalonada de 24 metros de altura, con una escalera a cada lado y un templo en la parte superior. Los motivos decorativos de la fachada del templo son las serpientes y jaguares de influencia tolteca, lo que confirma que la construcción del edificio corresponde a la etapa de mayor florecimiento de los Itzá.

Para construir el castillo, igual que otros edificios de la cultura maya, los arquitectos prehispánicos tomaron en cuenta la posición de los astros. Se piensa que esta pirámide es la representación del calendario maya: cada escalón es un día del año, y puesto que cada lado tiene 91 escalones, multiplicados por cuatro lados totalizan 364, más uno que representa la plataforma final que está en la cúspide, nos dan 365 días del año solar, por lo que se piensa que el monumento fue erigido en honor del Dios Sol.

La Pirámide de Kukulkán demuestra el profundo conocimiento de las matemáticas, la geometría, la acústica y la astronomía que los mayas poseían. Siendo una sociedad inicialmente agrícola, los mayas observaron cuidadosamente el comportamiento de las estaciones, las variaciones de las trayectorias del sol y las estrellas, y combinando sus conocimientos, lograron registrarlos en la construcción del templo dedicado a su Dios.

Es curioso porque la pirámide que se ve ahora es la tercera “capa” de edificios con un total de tres estructuras que corresponden a diferentes períodos de tiempo. La más antigua fue construida entre los años 500 y 800. Luego se construyó una segunda encima. La tercera, que es la que se puede ver en este momento, se construyó a lo largo de los años 1050 y 1300. Los mayas no destruyeron los edificios porque eran sagrados, sino que construían encima de ellos.

La segunda pirámide tiene una entrada a través de un estrecho paso por uno de los lados de la escalera Norte. En su interior se encontró una caja con objetos de coral, obsidiana y turquesa junto a restos humanos. Un Jaguar pintado de rojo con incrustaciones de Jade que probablemente se utilizaba como un trono. Y una figura de Chac Mool (tipo de escultura precolombina mesoamericana, llamada así: «Garra roja de Jaguar» en lengua yucateca, pensando que se trataba de la representación de un gobernante) con sus ojos, dientes y uñas de nácar en la habitación que se conoce como la Sala de Ofrendas.

Chichén Itzá no es el único lugar donde se registran fenómenos de luz y sombra, pues hay otros fenómenos similares en lugares como Uxmal, El Palomar, Tulum, Oxkintok y algunos más de la Ruta Puuc. La Ruta Puuc (Puuc significa montículo) es un recorrido por las zonas arqueológicas mayas, que abarca el sur del estado yucateco y el norte de Campeche. Algunas ruinas están totalmente restauradas, otras en proceso y algunas aun cubiertas de hierbas, árboles y vegetación densa, que se parecen mucho a las que los primeros exploradores encontraron a finales del siglo pasado. Un lugar para descubrir, un lugar para aprender y disfrutar.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

2 comentarios sobre “La serpiente de luz anuncia la llegada de la primavera en Chichén Itzá

  1. ¡Muy interesante! Yo vivo en México y he tenido oportunidad de visitarle en varias ocasiones, lo que más se conoce es la pirámide de El Castillo pero la verdad es que hay otras zonas y estructuras muy atractivas (la parte más antigua, el cenote de los sacrificios, los sacbés -antiguos caminos- y bueno se necesitaría más de un día para recorrerla y apreciarla en toda su espectacular belleza). ¡Saludos !

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  2. Gracias por tu comentario, Ana. ¡Me encantó México y me quedé con ganas de más! Una ciudad que me pareció muy bella es Taxco, con sus callejuelas subiendo a la montaña y sus artesanías en plata. Los cenotes, sobre todo el de Chukumaltik, cerca de Chiapas. Las Ferias donde se ven esas ropas de colorido bellísimo. Y las zonas arqueológicas, y Cozumel y… ¡Qué ganas de volver! Saludos cordiales.

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