La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, algo que aprender, alguien a quien amar, alguna cosa que esperar.
Y ella tiene qué hacer, tiene siempre algo que le apetece aprender, tiene a quien amar, no sabe bien qué puede esperar, pero seguramente algo aparecerá.
Caminan los dos de la mano como la tarde en que se conocieron, caminan hacia casa como caminaban entonces por la calle larga, comprendiendo que en el futuro de aquel ayer estaba esta tarde, este remanso para dos.
Él la detiene, posa en sus labios un beso intenso y cálido, le dice que la quiere como siempre, como nunca.
Después caminan por el bosque, sin hablar casi, seguidos por la música que hacen las hojas, hasta que avanza la tarde y piensan en volver.
Instantes de la vida cotidiana.
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Publicado por BlogTrujaman
Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra.
Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar.
Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje.
O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.
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La sencillez de lo cotidiano.
Precioso, Marlen.
Un abrazo
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Es cierto Lola, lo cotidiano está lleno de pequeños instantes mágicos que, a veces, reconocemos, pero sólo cuando ya han pasado. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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