Ángeles de Buenos Aires

Desde tiempos inmemoriales, el sexo de los ángeles ha sido uno de los misterios para el hombre. Aunque según el Zohar, el libro de la mística judía, los ángeles toman diferentes formas, algunas veces femenina y otras masculina, las religiones monoteístas han privado habitualmente de sexualidad a estos seres.

Por el contrario, son pocos los que han puesto en duda que los ángeles tengan alas. Esta es la imagen que ha prevalecido en el arte y la literatura occidentales, desde que el segundo Concilio de Nicea, en el año 787, autorizó su representación artística.

Etimológicamente, el vocablo «ángel» proviene del griego «angelos» y significa «mensajero», o sea que en principio un ángel es un espíritu enviado como mensajero por Dios a los hombres. Y además de mensajeros, tendrían la función de ser guardianes del orden universal, de alabar la gloria del Señor y de proteger a los elegidos.

Debemos al Papa Gregorio I la división del orden angélico en nueve coros separados en jerarquías: allí se hallan los Serafines, los Querubines, las Virtudes, los Arcángeles y los Ángeles. Dante, al contemplarlos comparó su resplandor con el hierro candente, donde el incendio continúa en cada centella.

Hoy en día los ángeles están de moda, una moda que en Europa se manifiesta en la edición de libros y colecciones dedicados a la angelología, en cursos que se dictan para enseñar a invocarlos y hasta en fiestas angélicas, organizadas en alguna discoteca madrileña, en las que se mezcla la música «house trance» (más lenta que el techno) con buenas dosis de drogas para, según explican, llevar a los bailarines a estados más receptivos para captar a los buenos espíritus. ¡Qué lejos están estos ritos, que mucho tienen que ver con la franca explotación comercial, de nuestra tierna plegaria infantil: «Ángel de la guarda/ dulce compañía/ no me desampares/ ni de noche ni de día.»

Y es que son los niños quienes más cerca sienten a los ángeles. Los niños y todos aquellos que de niños han conservado la mirada fresca e inocente. Para muchos adultos, estos recuerdos de la niñez permanecen en la memoria y sólo cobran sentido cuando pasan los años y afloran para ser contados en épocas como la que estamos viviendo, que se dan cíclicamente en el tiempo, y en las que la pasión por los seres alados alcanza cotas de inusitada popularidad.

Hace unos años, la prestigiosa revista Time dedicaba su portada al 70% de los norteamericanos que cree en los ángeles. En Estados Unidos de Norteamérica, es imposible salir a ver escaparates sin encontrarse con sus aladas figuras. Una serie de Netflix «El ángel desobediente» y otra en Prime “Good omens”, recuperan la idea llevada a la pantalla por el inmortal Michael London en «Autopista hacia el cielo».

«El libro de los Ángeles», «Descubre a tus Ángeles», «Ángeles, una especie en peligro de extinción», «La magia de los Ángeles», «Cómo invocar tu ángel celestial», «Por donde los ángeles caminan» son algunos de los libros que invaden las librerías.

En la película «Cielo sobre Berlín» del director alemán Wim Wenders, uno de los ángeles protagonistas se queja: «Es maravilloso vivir sólo en espíritu, y día a día para la eternidad, atestiguar sólo lo espiritual de la gente. Pero a veces me hastía esta existencia de espíritu. Ya no quisiera este flotar eterno, quisiera sentir un peso que anulara en mí lo ilimitado y me atara a la tierra». El ángel, agobiado por el tiempo sin límite y por la monotonía, desea alcanzar las sensaciones de nuestra vida y sentir las alegrías, pero también los dolores. No puedo dejar de recordar a este ángel, que sólo podía ver la vida en blanco y negro, cuando admiro alguna figura hierática, inmóvil en el frío mármol de una columna o una fachada.

Para regalarse los oídos en plan angélico nada como «In search of angels». Y su pincelada optimista, ¡cómo no!: “Pero sé que todo está bien en el mundo / no te preocupes más / no te preocupes ahora / Otro sol saldrá”.

En la ciudad aparecen de pronto, en un rapto de luz o en la demorada sombra, nos acechan silenciosos y sólo son descubiertos por la mirada atenta acostumbrada a elevar el campo visual y a captarlos en su inmovilidad. Sosteniendo una trompeta celestial, apenas inclinados en suave equilibrio, sonrientes o soñadores, ángeles niños que prolongan su infancia infinita, ángeles músicos a quienes nadie escucha, ángeles maternales o piadosos en muda oración, angelotes voluptuosos o desnudos y solos, olvidados de los hombres, ángeles que con sus manos sostienen por centurias las cúpulas de los grandes edificios, son los ángeles de mi Buenos Aires.

Estoy convencida que Buenos Aires es una ciudad propicia a los ángeles, no nos son ajenos, y hablamos sobre ellos en las tertulias nocturnas de bares y cafés, con la certeza que da el recordar un sueño o una experiencia medio borrosa del pasado.

Buenos Aires es la ciudad de los ángeles de Piazzola y del gran Soldi; la de «La Casa del Ángel»; la de Abbadón, el Ángel de las Tinieblas soñado por Sábato; la ciudad donde Marechal espió al ángel Cantabelli disputando el alma de José Luna al demonio Nebiros en un conventillo de Villa Crespo; la de Oliverio Girondo que vio en ella la lumbre del «arcángel relámpago»; la ciudad en la que Gardel, Troilo, Manzi y Discépolo lucen alas en la pluma de Hermenegildo Sábat; la ciudad en la que según cuenta Dolina, el Ángel Gris reparte sueños a los habitantes de Flores; en la que los seres resplandecientes cuidan el devenir de la vida de los simples mortales que tienen el raro privilegio de habitar una casa con ángel.

Ciudad de pasadizos y de túneles, de metamorfosis y de cielos límpidos, ciudad donde lo secreto y lo oculto se muestra en la noche, ciudad donde los ángeles se dan cita. Buenos Aires, saludo a tus ángeles protectores.

El ábside de la capilla de Glew está ocupado por el fresco de Soldi dedicado a Santa Ana
La resurrección del ángel de Ástor Piazzolla, interpretado por Buenos Aires 8

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

6 comentarios sobre “Ángeles de Buenos Aires

  1. Buenos días, Marlen.
    Precioso artículo y preciosas fotos.
    No sé qué prefiero, si tener a mi lao un angelito, que me revolotee los papeles con sus alas, o una demonia que me pinche con su tridente para que no me duerma. 😅😂🤣
    No sé si sabes que en mi tierra se usa este término de una forma muy original y simpática. Aquí siempre está bien visto «tener aje», que proviene de «tener ángel». Se le dice a los que tienen talento, buen humor, buena cara. El «¡Qué aje tienes, niño!» es siempre bien recibido. Aunque el «¡Niño, eres un demonio!» no está mal, según quién y en dónde te lo digan. 😂😂😂
    Y también de ángel viene malaje (tener mal ángle) para todo lo contrario. «¡Qué malaje tienes, niño!».
    Vamos, que entre ángeles y demonios por aquí no nos aburrimos. 😝
    Abrazo 🤗😊👍🏼

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  2. ¡¡A ver, a ver!! ¿Por qué el angelito es masculino y la demonia femenino? ¿Ya estamos con la discriminación? Pues, no me extrañe que te pinche. 😂😂😂😂
    Me encantan los términos que se usan en diferentes partes de España y Latinoamérica. Conocía lo de «tener aje». ¡Qué expresión más bonita!
    Lo que no había pensado es de dónde venía lo de «tener malaje». Me la apunto. ¿Tendrá algo que ver con el «malevaje» argentino? Según la RAE no, malevaje deriva de «malevo», otra palabra preciosa. Aunque no sé yo, si no estará todo emparentado. Ya se sabe que ángeles y demonios revuelven todo para embaucar (otra palabra bonita) a los humanos.
    Abrazote Jose.

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  3. Pues porque el ángel me repele y la demonia me encandila. Ya sabes, es más atractiva la malicia. 😜😝
    Las «deformaciones» lingüísticas populares suelen ser más divertidas e interesantes que las académicas. Además, se arraigan más fácilmente.
    No recuerdo haber escuchado «malevaje» por aquí. Aunque hay quien dice «malange», y los más refinados «malévolo». Todo un repertorio de palabros. 😊
    A
    La riqueza cultural que derriba las barreras que se empeñan en levantar los políticos. 🤷🏻‍♂️
    Besotes 🤗😊

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