Durante una prospección efectuada en 2002, un grupo de espeleólogos vascos encontraron un torrente subterráneo único, en las entrañas del macizo kárstico guipuzcoano de Ernio, un río subterráneo de “leche de luna” (Mondmilch en términos científicos) en Zabaleko Zulotoa (la Sima Zabale) en Aia.
Según los investigadores de la Sociedad Científica Aranzadi, el río fluye y tiene consistencia de leche espesa. Por el momento es el único caso conocido en el mundo. El líquido blanco y brillante del río de leche de luna de la mina de Altzola, discurre por 300 metros de galerías subterráneas, con unos 40-60 cm de agua de flujo lento y una masa líquida parecida al yogur.
Los análisis realizados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi muestran que las partículas que forman el río de leche de luna son extremadamente pequeñas y amorfas. Como son tan diminutas, no precipitan en estado sólido y aparecen en forma líquida, dispersa en agua, con sus brillos blancos y nacarados.
El fenómeno del mondmilch se produce en otras partes del planeta, pero se presenta como recubrimiento sólido de unos milímetros en las paredes, tiene consistencia plástica y aparece en áreas muy reducidas. ¿Cómo se explica entonces el estado líquido del río de leche de luna de Altzola? La respuesta puede estar en su composición.
El estado líquido de este río podría explicarse porque en él se ha encontrado por primera vez en un fenómeno de este tipo, “gibbsite”, una de las formas minerales del hidróxido de aluminio, un mineral que forma parte de la roca bauxita, de donde se extrae el aluminio que se utiliza en la industria, además de otros minerales como azufre, sílice, carbono y yeso.
Los espeleólogos vascos, que han publicado el hallazgo en las revistas Spelnuca y Lapiaz, no han hecho más que empezar una investigación que aún les llevará tiempo. Todavía no saben si en un entorno de 12 kilómetros cuadrados, con las mismas características, podrían encontrarse más ríos de leche de luna que fluyan.
La sima de Altzola es una red de galerías naturales y artificiales a 90 metros de profundidad que hace un siglo fue utilizada como mina de carbón. En su interior se han hallado además del mondmilch líquido, curiosas estalactitas de extraños colores: metálicas, rojas, negras y blancas.
La farmacopea antigua utilizó esta sustancia (en estado más pastoso) para elaborar ungüentos balsámicos para úlceras cutáneas, tratamientos de belleza, en preparados antidiarreicos y como remedio contra la fiebre, pero nunca se había encontrado en estado líquido.
Según las leyendas de Gipuzkoa, en lugares así se bañaban diosas y bellas lamias con extremidades de pájaro o cola de pez.
Según otras leyendas de la zona, la leche de luna formaba parte de ritos paganos y rituales que tenían el poder de generar niebla para ocultar personas y lugares y protegerse de los enemigos.






¡¡¡IMPRESIONANTE!!!
La verdad es que la Naturaleza no deja de sorprendernos. Por muy artista que nos podamos considerar, la belleza, la espontaneidad, la rareza, la sorpresa, lo impresionante, hasta lo imposible está en manos de la propia Naturaleza.
¡Que no nos sintamos enamorados por ella y la cuidemos con el mimo y esmero que se merece!
Gracias por este interesantísimo artículo, Marlen.
Besote 🤗😘
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Es cierto que la naturaleza no deja de sorprendernos y de ofrecernos espectáculos maravillosos que, muchas veces, no apreciamos y, a veces, ni nos enteramos de que existen. Este río de leche de luna está muy cerca de mi trabajo, aquí en Aia. Y, sin embargo, me enteré mucho tiempo después de ser descubierto, por un artículo de la Sociedad Científica Aranzadi, que me gusta leer.
Tal vez, si en vez de tanto periodismo «negro» y «rosa», se le diera un poco más de importancia a nuestro planeta y a la necesidad de admirarlo y cuidarlo, las cosas serían un poco diferentes.
Gracias a ti, Jose, por tu comentario. Un besote a ti también.
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