En agosto llegará al Parque Ferial La Rural de Buenos Aires, la primera exposición en la Argentina dedicada al grafitero Banksy, el hombre sin rostro que convirtió su apodo en marca registrada a nivel mundial. Reunirá más de setenta obras originales procedentes de colecciones privadas, ya exhibidas en ciudades como Nueva York, Moscú, San Petersburgo, Madrid, Barcelona, Hong Kong y Tokio. ¿Y quién es Banksy?, os preguntaréis. Banksy es un contestatario, un provocador, un fenómeno contracultural, el seudónimo con el que se conoce al artista más representativo del Street Art(arte callejero) en la actualidad.
Aunque no se tienen datos biográficos sobre él, se cree que nació en una localidad cercana a Bristol (Inglaterra) en 1974 y que después se trasladó a la ciudad, en donde pasó su juventud. En su libro “Wall and Street” cuenta cómo empezó en la pintura callejera, usando spray aplicado directamente sobre la pared. Pero esta técnica requería tiempo, lo que la hacía muy arriesgada ya que se trataba de un arte ilegal. Por eso comenzó a utilizar plantillas de cartón creadas por él mismo que rociaba con un spray para coches y que le daban la rapidez que necesitaba en la realización de los murales, haciéndolos más impactantes.
El Street Art es el término inglés que describe el arte urbano que engloba todo tipo de expresión artística realizada en la calle de forma ilegal. En un principio, estas pinturas se desarrollaban en muros y vagones de tren y recibieron el nombre de grafiti. Su origen se sitúa en el Nueva York de los años 60, en los guetos afroamericanos y latinos, como reacción a la situación de opresión que vivían. Los primeros grafiteros compartían gustos en la música, el baile y la vestimenta. Posteriormente derivaron en técnicas más artísticas como el stencil (estarcido), el póster, las plantillas o las pegatinas.
La ironía y el factor sorpresa son claves en las acciones de Banksy, que interviene los sitios más insólitos con corrosivas imágenes cargadas de crítica política y social. Temas como la globalización, el consumo, las guerras, la política, la religión, los refugiados o la crisis climática son abordados con humor a través de técnicas variadas: óleo, acrílico o spray sobre lienzo y madera, serigrafías, esténciles sobre hormigón, esculturas, instalaciones, videos y fotografías. Según Banksy: “Una pared es un arma muy grande. Es una de las cosas más desagradables con las que puedes golpear a alguien”.
A fines de los 80, en pleno boom del aerosol, el grafitero pintaba las calles de Bristol y Londres con ratas que fotografiaban a los viandantes o que oían música. A ellas les siguieron otras imágenes que continuaron criticando la hipocresía social y que aparecían en buzones de correos, en alcantarillas, en portones. Pocas imágenes de la época explican mejor esta idea que su mural “Maid in London”, en el cual una criada guarda la basura por detrás del muro: lo que no gusta se esconde.
En el Museo Británico consiguió colocar una pieza de aparente arte rupestre, que incluía un carrito de supermercado, en una escena de caza. En el MOMA de Nueva York incluyó el retrato de una mujer de época, que llevaba una máscara anti-gas. “El arte no será ni la belleza ni la novedad, el arte será la eficacia y la perturbación”.
En 2007, una de sus creaciones más impactantes fue realizada en el Muro de la Vergüenza, entre Gaza y Cisjordania. Las imágenes de niñas intentando escapar del muro mediante globos o cacheando militares, los cielos azules y paisajes maravillosos que se cuelan a través de pequeños huecos, son una llamada de atención en contra de esta construcción.
En 2015 aparece el primer grafiti interactivo de Banksy. Sobre un tablón de madera en la fachada de la Embajada de Francia en Londres, plasmó a Cosette, la niña del cartel del musical Les Misérables, con la bandera francesa rasgada a sus espaldas y lágrimas en sus mejillas causadas por un bote ficticio de gases lacrimógenos. Un código QR en la parte inferior de la pieza conduce a un vídeo en Youtube que muestra a la policía usando gases lacrimógenos para desalojar el campamento de refugiados sirios en Calais (Francia).
Uno de los aspectos que ha levantado más ampollas entre los seguidores y detractores del artista ha sido el precio alcanzado por algunas de sus obras. Para un artista que presume de antisistema y que critica el capitalismo brutal, resulta irónico que sus obras sean de las más caras del mercado. Por eso algunos artistas callejeros le acusaron de venderse a ese poder que criticaba. El artista que declaró: “El éxito comercial es un fracaso para un grafitero” vio como sus obras subían a precios astronómicos.
En 2018 la casa Sothesby’s de Londres subastó la obra “Niña con globo”, la cual fue triturada segundos después de que se rematara por el equivalente en libras a 1,4 millones de dólares, mientras en su cuenta de Instagram @banksy se podía leer el comentario: “Se va, se va, se fue…”. Y la galería admitía: “El inesperado incidente se ha convertido inmediatamente en historia del arte y supone la primera vez en la historia de las subastas en la que una obra de arte se tritura automáticamente tras ser vendida. Nos acaban de banksear”.
Al destruirla con una trituradora secreta, fue convertida en una nueva obra titulada “El amor está en la basura”, la cual, a su vez, volvió a rematarse en octubre último, en la misma sala, por el equivalente a 25,38 millones de dólares.
Son muchos los que le critican por sus creaciones. Para algunos, es puro vandalismo, pura hipocresía que critica el capitalismo mientras trabaja para grandes empresas, un objeto de especulación que ahora acumulan las clases altas. Para otros, es el artista más cotizado, controvertido y admirado en este tipo de arte, un desafío para el sistema, una protesta, una marca muy bien construida, un misterio, una desobediencia a la ley. No necesita publicidad ni busca aprobación, sólo la reflexión de quienes miran su obra.
Lo más increíble del fenómeno Banksy no es su ascenso meteórico, ni las importantes sumas que se pagan por sus obras, sino el hecho de que el mismo establishment al que satiriza, le haya acogido entusiasmado.