“Lugares comunes” es una película del año 2002, del director argentino Adolfo Aristarain. Es la historia de Fernando Robles (protagonizado por Federico Luppi), un veterano profesor de literatura, y Liliana Rovira (protagonizada por Mercedes Sampietro), su mujer española, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Viven juntos y felices.
Pero esta tranquilidad se ve afectada por la jubilación anticipada que recibe Fernando, debido más que a su edad, a su postura política y su falta de entendimiento con el director del instituto. Esto les obligará a replantearse su situación y quizá a pedir ayuda a su hijo, emigrado en España, que ha prosperado y se ha aburguesado, abandonando su vocación literaria para dedicarse a la informática. Esta relación con el hijo tiene aspectos traumáticos, ya que su vida simboliza todo aquello que Fernando y Liliana repudiaron siempre.
Los demonios que van tejiendo la obra: la decepción, la vejez, la muerte, las injusticias del sistema. Fernando ve como el mundo se le cae encima cuando le jubilan. Se siente inútil, inservible. Pero mantiene intactos sus valores y en la última clase, antes de dejar las aulas, el profesor aconseja a sus estudiantes, futuros maestros, que enseñen a pensar a sus alumnos. “Pónganse como meta, enseñarles a pensar. Que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas. Las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa… Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha encomendado, pero que yo espero de ustedes, como maestros, se la impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin piedad. Sin límites.”

Optimista y pesimista al mismo tiempo, Aristarain deja bien claro que, a despecho de su tendencia a poner el acento en lo cruel y desabrido de la vida, siempre hay una puerta abierta a la esperanza.
Escuchemos las palabras del profesor Fernando Robles, una lección magistral para todos los maestros.
Buenos días, Marlen.
Un discurso tan maravilloso como utópico. Unas palabras que deberían estar grabadas a fuego en los títulos que los docentes reciben y en sus mentes, pero que se olvida demasiado pronto y en algunos casos te las hacen olvidar.
Yo caí en este trabajo sin quererlo, sin pretenderlo y sin pensarlo demasiado. Tenía que trabajar y me ofrecieron un puesto en una academia para «ayudar» a los alumnos con problemas. De ahí, casi 30 años enseñando casi de todo y en lugares tan distintos y gente tan distinta que a veces no sabía ni lo que era ni lo que hacía.
Me encantaba que me llamaran «maestro», muchísimo más que profesor. (Algunos lo hacían con cariño y otros como cachondeo, pero nunca me disgustó). Considero lo primero más básico, más bajo, menos ególatra y preponderante. Desde mi punto de vista, la docencia no se profesa, se enseña lo que se sabe con amor y convicción. Maestro-Aprendiz, intercambiando los papales de vez en cuando.
Esos años me enseñaron lo dificilísimo que es enseñar. Por muchos motivos, pero quizás el más importante sea porque estás en medio de varios ríos que fluyen a su libre albedrío y sus propios intereses.
Por un lado, los alumnos que, en su mayoría, no quieren estar en clase, al menos, voluntariamente. La enseñanza es obligada desde pequeños y nada obligatorio se toma con gusto. Descubrí lo diferente que es cuando comencé a dar clases a adultos (muy adultos) que ansiaban estudiar lo que no pudieron cuando jóvenes.
Por otro lado, las instituciones, los centros, los gobiernos, que de ninguna forma establecen como máxima prioridad el apoyo a la enseñanza. Al contrario, priman aspectos económicos, políticos, religiosos y hasta morales. He dado clases en algunos sitios que no merecían el nombre ni de sitio de reunión.
Por otro lado están los padres y ahí, ¡ay mamasita! hay un problema todavía más gordo, porque se ha pasado de: los profesores tienen toda la razón y si te han dado un cachete (a mí me dieron mucho más) algo habrás hecho; a poner en duda todo lo que estos hacen y despreciar y quemar en casa todos los valores y enseñanzas que se intentan inculcar en clase. Poniendo, además, al maestro en la posición de un mindundi que hace que el alumno no lo respete ni por pena. Como dijo alguien, en los términos medios está la razón, o algo así.
Es evidente que hay muchísimo intrusismo en esta profesión. Muchos terminan dando clase porque no encuentran otra cosa, porque está a su alcance y porque es fácil empezar como profesor particular. Fue mi caso. Pero que gente sin vocación, sin paciencia, sin motivación, sin dedicación, sin empatía… tenga en manos el futuro de nuestros niños sería para evaluar constantemente.
Sin embargo, desde mi punto de vista, el mayor problema es el desprecio por esta profesión desde los estamentos gubernamentales, institucionales y de poder. Gente que establece leyes de enseñanza sin tener ni puta idea, o sin que les preocupe absolutamente nada sus consecuencias. (No sé cuántas leyes logse, lose, lotse… se llevarán, cada una más mala que la anterior); que destinan ínfimas partidas de dinero o las desvían para «otros intereses» y que hacen que dar clases sea un suplicio, un castigo, una contienda de valentía y superhéroes. Porque 40 alumnos metidos en un «corral» no facilitan precisamente este trabajo.
Por eso digo que el discurso es precioso, pero impracticable y hasta peligroso. Como te «vean» hablar o impartir en clases algo que no se ciña totalmente al temario y su discurso, te verás en serios aprietos.
Todo esto lo hablo desde la experiencia, el sufrimiento en las mismas cahnes y el continuo combate diario para intentar seguir las palabras de Don Fernando. Ojalá se pudieran llevar a cabo. Aunque algún profesor lo consigue, haberlos haylos.
Un abrazo, amiga.
PD. Siento que últimamente te respondo siempre desde la negatividad, el pesimismo, el desengaño. No sé si será cosa mía y de mi estado de ánimo o realmente las cosas son tal y como las veo. Espero que sea lo primero. Te pido perdón por no ser más optimista. Tendría que preguntarle a mi médico si hay pastillas para esto. 😝
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Amén! Jose. Desde tu experiencia de muuuchos años, nos has pintado el panorama que se vive actualmente en la educación. No es negatividad, pesimismo, estado de ánimo… Es experiencia, pura y dura y profundo desengaño por aquello en lo que se ha convertido uno de los trabajos más hermosos (cuando te dejan realizarlo, claro).
Has tocado todos los términos de la ecuación: alumnos que no quieren estar en clase, que no tienen interés ni modelos a seguir; instituciones y gobiernos a quienes no les interesa que la educación llegue libremente a todos, es más fácil manejar un atado de borregos sin ideas propias ni principios; los «supuestos profesores» que llegan a enseñar sin tener ni idea de qué es enseñar porque ¡total, no será tan difícil! y los padres, componentes de una generación que no llegan a entender ni lo que hicieron y consiguieron sus propios padres, ni qué hacen sus hijos, qué les gusta o qué les motiva. ¡Bastante tengo yo con mi trabajo y la hipoteca! ¡Para eso los mando a la escuela!
De por medio, están los «entendidos» que se inventan planes de estudios para justificar sus sueldos y sus sapiencias en puestos un poco mejor pagados que los maestros, sin siquiera pisar un aula para saber cómo se convive en aulas abarrotadas con planes delirantes.
Sé que es difícil enseñar, sé que el discurso de Fernando es, hoy en día y en este país, una utopía. Pero, si no nos fijamos en las utopías, ¿qué nos queda?
Además, como tú bien dices, algún profesor lo consigue y no es necesario quedarnos entre estas fronteras. Hay realidades distintas, hay niños que caminan mucho para llegar a su escuela, hay maestros que duermen menos horas buscando formas de enseñar atractivas, buscando la mejor opción para transmitir valores, ganas de pensar por si mismos, ganas de vivir con el esfuerzo del trabajo, hay padres que respetan y mucho lo que hacen los maestros, necesitan que sus hijos tengan modelos fiables a quienes confiar la educación.
Las cosas son como las vemos hoy y aquí. Es fruto de lo que se ha vivido en este país y de la clase de dirigentes (no sólo políticos) que están al frente. Eso no quiere decir que no pueda cambiar. Tal vez la vieja Europa ha perdido el rumbo. Tal vez es hora de mirar hacia otro lado. No lo sé. De lo que estoy segura es de que seguiré intentando que la esperanza no muera, que alguien abra los ojos, que se arrime otro granito de arena a este inmenso desierto.
En una cosa no estoy de acuerdo contigo. No es cierto que te pueda el pesimismo. Si fuera así, no te molestarías en escribir tus comentarios a estos delires que escribe tu amiga, no te llenaría de orgullo que te llamen «maestro», no te empeñarías en gritar como gritamos muchos. Así que no te acepto el perdón, no te prometo dejar de escribir positividades con mi esperanza en la mochila y no te aconsejo que tomes las pastillas que te recete tu médico. ¡Quién sabe! a lo mejor te cambian la forma de ser y de ver la vida. ¡Ni pensarlo! Como ves, yo también sé decir ¡NO!
Un gran abrazo, Amigo. Otro mundo es posible.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pues aunque no lo creas, leerte es mucho mejor que esas falsas pastillas. En el fondo vas inyectando gotitas de esperanza, optimismo y fe. Y gotita a gotita se termina llenando un lago, u oradando las piedras más duras.
Es curioso, como cuentas, que en lugares donde es inaccesible, casi imposible asistir a unas clases mínimamente decentes, tanto alumnos como profesores hagan lo imposible por crearlas y asistir. Se me ponen los vellos de punta, con lagrimitas de alegría, cuando lo veo. Será que nuestra comodidad de «primer» mundo tiene tantísimo que aprender. Será que cuando te lo dan todo hecho es más fácil despreciarlo.
¡Ay, si tuviera otra edad, otro cuerpo u otras energías!
Gracias, Marlen, amiga mía. Me haces creer en la humanidad y hoy en día eso es muchísimo.
Un abrashazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Buen fin de semana Jose.
Coincido contigo. ¡Ay si tuviera otra edad, otro cuerpo! Energías haberlas, haylas. Pero debo aceptar que cada cosa tiene su tiempo. Y eso no es fácil.
Creo que tienes razón. Nos hemos creído eso del «primer mundo», hemos dado por hecho que tenemos el derecho a «todo» sin ninguna obligación ni esfuerzo. ¡Y así nos va!
Lo que no cuesta obtener, no se valora. Eso hay que enseñarlo de chico, pero no está de moda enseñar esos valores arcaicos.
En otros lugares, no tan privilegiados, donde no es tan fácil tener educación o salud al alcance de todos, se les da el valor que deben tener.
Muchísimas gracias por tu comentario. Si he logrado, en la muy humilde parte que me corresponde, hacerte creer en la humanidad, aunque sea por un segundo, antes de volver a la inmersión en el día a día, me doy por muy satisfecha. ¡Voy a ver con qué me gratifico! 🤣🤣
Espero seguir llenando el hermoso lago de la esperanza, gotita a gotita.
Un abrazo grandotote, Amigo (la mayúscula no es corrección ortográfica del ordenata).
Me gustaLe gusta a 1 persona
Os leo a tí y a Jose y parece que estáis leyendo mi día a día. Soy maestra y veo como curso a curso todo se desmorona. Y lo que más me preocupa de todo son los niños y niñas (ahora hay que nombrarlos a los dos, «inclusión»), Esta generación de menudos lo tiene todo tan fácil, tan a la mano, que con solo pretar un botón tienen el juego que quieren, el juguete que buscan, al amigo que está lejos… esta inmediatez les hace perder el interés por todo lo que sea o les suponga esfuerzo, a ello se unen las voces de que deben ser felices y aprender jugando… Se está olvidando la importancia del esfuerzo, del trabajo y estamos creando generaciones de vagos desmotivados.
Es bueno hablarlo, sacarlo a la luz, darle voz a estos pensamientos.
Saludos
Me gustaLe gusta a 3 personas
¡Ay Jose, qué pena ser maestra y sentir que todo se desmorona! Sentir que estamos creando generaciones de tiranos egoístas y «vagos desmotivados» como tú dices.
La importancia del esfuerzo se perdió en el momento en que una generación machacada por el hambre y los horrores de la guerra, intentó criar a sus hijos en un mundo imaginario, en el que no les faltara todo aquello que a ellos les faltó y en el que no se enteraran de lo que ellos vivieron. La consigna era callar y olvidar. Y cuando escondes una bomba bajo la cama, lo más probable es que explote en algún momento.
Desde luego, lo hicieron con la mejor de las intenciones, para que sus hijos y nietos no sufrieran. Y lo que han conseguido es que no sufran, pero que ellos trastoquen el sistema de valores: esfuerzo, paciencia, orgullo por sus mayores, respeto, valorar la historia real. ¿Cómo van a valorar lo que no conocen? ¿Cómo van a respetar a sus mayores si no les han explicado lo que tuvieron que sufrir unos, lo que se aprovecharon otros? ¡Ya está el abuelo con sus batallitas! ¿Cómo van a aprender que hay que esforzarse y trabajar para conseguir lo que quieren, si antes de que lo pidan ya tienen el juguete o el móvil de última generación, si les pagan por sacar buenas notas o pasar de curso? A mí me enseñaron que esa era mi obligación. Pero claro, eran tiempos en que además de derechos, todos teníamos obligaciones.
Yo sigo convencida de que vemos la situación desde el prisma de donde vivimos. Y también estoy convencida de que la vida es una sucesión de subidas y bajadas. ¡Quién sabe lo que pasará con las generaciones que vienen por detrás!. La pena es tener que lidiar con estos niños y adolescentes.
Además, creo que enseñar que lo que no cuesta obtener, no se valora, y que todo (lo bueno y lo malo) tiene sus consecuencias, está en nuestras manos. Aprovechemos a agregar un granito de arena, nosotros, que somos conscientes de que debemos hacerlo.
Gracias por tu comentario y saludos a ti también.
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡¡¡Joseeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!
¡¿Qué eres compi de sufrimiento?!
Coincido contigo totalmente y esta frase la he repetido muchas veces:
«Se está olvidando la importancia del esfuerzo, del trabajo y estamos creando generaciones de vagos desmotivados».
Yo siempre digo, aunque se enfaden o me peguen, que estas son las «generaciones del mínimo esfuerzo». Veremos en un futuro cuando tengan que pelearse con la vida cuando se les planteen los problemas cotidianos. Creo que la gran realidad es que les estamos poniendo un futuro muy difícil (me meto yo también para que el tartazo toque a menos).
Sí, al menos si lo hablamos por aquí nos desahogamos.
Gracias, Marlen, por dejarnos gritar en tu rinconcito. 😜😅🥰
Un abrazo para las dos.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Vaya entrada más interesante, Marlen, a la par que importante ¿se enseña a pensar?
Te dejo este enlace de la maestra Mar Romera, a lo mejor lo conoces, sobre las emociones no se aprenden por apuntes al hilo de la educación: https://www.youtube.com/watch?v=_rhH5dQr8S8
Tiene una duración de 1 hora sin desperdicio. A mí me emocionó porque da luz entre tanta oscuridad como lo haces tú con esta entrada.
Un fuerte abrazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Lola, gracias por tu comentario y gracias por acercarme a esta maravillosa maestra a quien no conocía, que lo más importante que tiene es sentido común y la cabeza bien puesta en su sitio. ¿Por qué no tomamos a gente así para organizar la educación? ¿Por qué no escuchamos más a gente que nos hable de una forma tan clara sobre la forma de enseñar? ¿Por qué, si es exactamente lo que yo escuchaba de mis profesores y que aprendí cuando estudiaba para ser maestra, luego se perdió y hemos pasado a esta educación y a estas reglas para educar? ¿Qué ha pasado en la sociedad? ¿Os suena de algo la involución?
Míralo, conecta con él/ella y juega al por favor, escúchalo porque debe enterarse que te importa, sin emitir juicio de valor, respétalo y respeta su realidad sin imponer la tuya, convirtiéndote en un referente digno, intuye porque ni él sabe qué piensa o quiere, y saborea cada minuto de su existencia. Porque educar a un niño es aprender de él y con él hoy. Estoy a tu lado, te quiero por quién eres y necesito que juntos entendamos lo que te está pasando.
Me alegra muchísimo escucharla y sé, estoy convencida, que hay más Mar Romera, a quienes sólo habría que dejar actuar sin encorsetarlos. Las nuevas generaciones lo están necesitando, la sociedad lo está necesitando. Para lograrlo, hay que seguir hablándolo, hay que seguir mirando estos videos, hay que seguir gritando Jose Antonio y Jose Lezcano. ¡Por favor, no dejemos de intentarlo!
Muchas gracias, Lola, Jose y Jose. Un abrazo esperanzador a vosotros también.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Me lo apunto, Lola. (Creo que ya lo vi, pero como tengo menos memoria que fondo de atleta).
A ver cuando saco tiempo.
¿Enseñar a pensar? ¿Hoy en día? ¿Cómo van a conseguir entonces el borreguismo?
Bueno, me relajo, que con este tema me engorilo y saco la catana. 😅😝
Besos y abrazos para todas. 🤗😘
Me gustaLe gusta a 2 personas
Pues no me extraña que saques la catana y derivados porque en eso están, en el aborregamiento.
Igualmente besos y abrazos de vuelta. Y respira jondo😝.
Tomemos conciencia y hagamos lo que esté en nuestra mano como dice Marlen.
¡Buen día!
Me gustaLe gusta a 2 personas