Quien escribe, escribe no sólo experiencias, fantasías y pensamientos, en su interior surgen sentimientos y emociones que salen a la luz y a veces, hasta ayudan a cerrar heridas. Sin embargo, la mayoría de nosotros, al plasmar un texto, no es consciente de esto.
Leer, sin lugar a dudas, es crucial en el crecimiento y desarrollo de los individuos. Hace tiempo que nos hemos dado cuenta. De lo que aún no nos hemos percatado es del poder mágico y transformador que tiene la otra cara de la moneda: escribir.
¡Qué poca importancia se le da en la educación moderna!
Para muchos, esta actividad está reservada para aquellos que saben escribir. La mayoría de nosotros nos sentimos excluidos del olimpo de las letras, reduciendo nuestros actos a los correos electrónicos, las notas en casa o la oficina, o los redundantes y escuetos mensajes en las redes sociales. Y ni siquiera, porque los emoticonos han venido a salvarnos del penoso trabajo de pensar en qué poner, emitir un gesto cariñoso o decidir cómo despedirnos.
Pero pensar que esta actividad está reservada a los grandes literatos, sería tan estúpido como creer que no podemos salir a correr porque no somos Usain Bolt.
Todos tenemos cosas que contar, como mínimo a nosotros mismos. Y tener un diario personal o una simple libreta de notas, nos invita a volver a sentir momentos del día o de épocas ya pasadas, crear poesías, fantasías o hilar relatos, que por no considerarlos importantes, por vergüenza o por no querer comprometer el tiempo de tus afectos, no suelen salir de nuestro interior.
Los blogs, a los cuales tenemos acceso muchos de nosotros, han venido a llenar ese espacio de desahogo, a probar hasta dónde podemos llegar, hasta dónde mover los límites que creíamos tener.
El siguiente paso, aunque para mí fue anterior, es editar y publicar un libro con algo de lo que has estado escribiendo. Difícil decisión la de permitir que cualquiera (seres queridos, conocidos o el vecino de la otra cuadra) entre por la puerta recién abierta a tu mundo, a tu interior, a tu mente. Es algo así como dar un paso en el vacío.
Y además encarar el aprendizaje de miles de cosas, que desconoces totalmente, si es que quieres enfrentar el desafío de la edición por tu cuenta. Desde aplicaciones que nunca habías utilizado, hasta términos que forman parte del mundo editorial. Y ni digamos, si además pretendes conjugar textos con fotografías.
Hay momentos en que quieres tirar la toalla lo más lejos posible. Pero los retos tienen ese no sé qué de atracción fatal, por lo menos para mí.
En el año 2000, después de un golpe personal muy fuerte, decidí abrir mi horizonte a cosas que aún no había intentado.
A pesar de haber viajado mucho en mi vida, tenía pendiente un viaje a la India y Nepal. Allí partí, en un viaje muchas veces vivido en sueños y, cuando volví, decidí que había llegado el momento de volcar lo que acababa de vivir en algo escrito. Fue el comienzo de mi enamoramiento con la escritura.
Cuando tuve el primer libro en las manos, el nudo que tenía en la boca del estómago, comenzó a aflojarse. Y sentir que uno de esos objetos amados y admirados de toda mi vida, llevaba mi nombre, me dejó sin palabras. Nunca había contado esta emoción a nadie. Luego vinieron otras, algunas muy fuertes.
Desde aquél lejano viaje, otro de un viaje a La Habana, libros de canciones, de fotografías, un libro sobre la vida de mi familia y, sobre todo, varios libros de cuentos, han visto la luz.
Hoy quería contaros que ha salido publicado otro de mis libros de cuentos: “Cuentos para acercarme a las cúpulas”, un libro en el que he incluído fotos de mi Buenos Aires querido, específicamente de las cúpulas de mi ciudad.
Si uno pudiera convertirse en gorrión y volar por el cielo de Buenos Aires, no dejaría de mirar una y otra vez las cúpulas que se levantan en el centro de la ciudad, testimonios de los años de riqueza económica de la Argentina de fines del siglo XIX y XX, obras maestras de la arquitectura que permanecen como joyas urbanas.
Buenos Aires es ciudad de cúpulas. Basta con hacer un alto y alzar un poco la vista para descubrir un cielo salpicado de cúpulas de diversos tamaños y formas que coronan históricos y centenarios edificios.
Quienes las descubren, quedan impactados.
Distintos estilos se mezclaron con el art nouveau, que estaba de moda en Europa y empezaba a llegar a Buenos Aires.
En su mayoría están ubicadas en el centro porteño, pero cualquier barrio de la ciudad ofrece, de tanto en tanto, una maravillosa cúpula para el sosiego visual del caminante desprevenido.
Entre ellas, entre sus fotos tratadas digitalmente, hay cuentos. Con ellos podrás acercarte a las cúpulas.
Buenos días, Marlen.
Con qué acierto y belleza has descrito la habilidad de escribir.
Estamos tan acostumbrados a leer, (bueno, no todos), que pasar al otro bando nos parece una grandísima proeza, y lo es.
Yo era de los que me cargaba de excusas diciendo «soy de ciencias» y con ello me echaba a un lado y me inhibía de la capacidad de conocer y usar convenientemente las letras. Ahora que di el paso de intentar contar por escrito mis locuras, mis sentimientos, mis aventuras oníricas y mentales, me doy cuenta del tiempo que perdí con estúpidas justificaciones.
Ya hemos hablado de la torpeza de la educación, cada vez más, de dejar de lado la escritura. No se incentiva, e incluso se ridiculiza, al que intentan sus primeros pinitos escritoriles. Pero, como bien dices, con los emojis, los memes, los anagramas y la estúpida costumbre de reducir frases y sentimientos a dos o tras letras nos estamos olvidando de la belleza de una buena escritura y lo que transmitir con ella.
Intentar escribir y no olvidarse de aprender a hacerlo cada vez mejor, aprendiendo ortografía, gramática, lengua y demás destrezas, también te ayuda a hablar mejor, a saberte expresar con un vocabulario adecuado y, lo más importante, captar la atención del que nos escucha y hacernos entender mejor.
Tantas cosas se están quedando de lado en nuestra educación, la de las nuevas generaciones, que terminaremos expresándonos como los monos, aunque más torpes que ellos, porque estos saben hacerse entender.
FELICICIDAAAADES por ese nuevo libro. 👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼😍😍😍😍
No me olvido de los que ya tengo, me miran con ojitos angelicales desde la estantería que ahora está forrada en plásticos por la obra. 😅😂
Un abrazo, amiga contadora maravillosa de cuentos. 🤗😊😘
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Buenos días Jose.
Como siempre te digo, gracias por tus palabras que reconfortan y animan.
Si, hemos hablado ya de la terrible educación que se está prodigando a los niños y adolescentes actuales. Entre la desmemoria, la falta de interés por las humanidades y la preocupación porque no se frustren ni tengan ningún aprendizaje de lo que es el esfuerzo y el volver a intentarlo después de un fracaso, estamos modelando un lamentable futuro.
Espera, que llueve desde hace varios días, todo es gris y se me ha metido dentro de casa. ¡Ya está! Acabo de poner «Carmina Burana» de Carl Orff, dirigida por Zubin Mehta. El pesimismo sale espantado ante los acordes grandiosos. Y puedo seguir.
¡Qué importante lo que dices!: «Intentar escribir y no olvidarse de aprender a hacerlo cada vez mejor». Todo un desafío, una voluntad empeñada en seguir aprendiendo siempre, SIEMPRE. Todo proyecto de escritura lleva consigo no sólo una lectura tenaz y un trabajo de volcarte en el relato, de permitir que se abra la puerta de las emociones y las vivencias, también un permanente trabajo de aprendizaje para intentar lograr la belleza de la letra escrita. No es fácil, lo sabemos. Pero a veces, sólo a veces, sonreímos con lo logrado. Y esa noche, dormimos mejor.
Si, los últimos cuentos ya se pasean entre las cúpulas de Buenos Aires. Algunos han nacido dentro de Trujamán, otros se colaron entre los jirones del sueño. Y creo que, por un tiempo, será el último libro de cuentos que aparezca por este lado. Me apetece hacer algo totalmente diferente. Varias ideas andan por ahí, pidiendo cancha. Ya veremos.
Por de pronto, he logrado que la mayoría de los libros aparezcan en Amazon. Hasta hace algún tiempo, no aceptaban la venta de libros autoeditados con texto y fotos. Cuando cambiaron las reglas, me empeñé en incluirlos, no por la esperanza de venta, sino más bien porque, en este momento, es uno de los escaparates más importantes.
También he logrado recuperar mi Cambalache, la revista digital que escribía hace muuuucho tiempo, más de 20 años, con temas sobre Argentina. Así que he estado muy trabajadora y me gusta llegar al fin del día con un: ¡Pero ya es de noche! ¿Cómo se me pasó el día?
Bueno amigo, en cualquier momento me cortan la extensión de los comentarios. Me voy a comer, tengo una sidra argentina que me espera.
Un abrazote grandotote, maravilloso incentivador de relatos y confidencias.
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