¡Brindemos por el futuro! ¡Salud! Sí, “salud” es lo primero que, la mayoría de nosotros, ponemos en nuestra lista de deseos. Y, aunque no solemos acordarnos de ella más que en los malos momentos, hay una entidad que se dedica a resguardar nuestra salud, la de todos los humanos del planeta. La Organización Mundial de la Salud celebró el pasado 7 de abril el 75 aniversario de su fundación. Y ese fue el día elegido en 1950 para conmemorar el Día Mundial de la Salud.
Ramsés V, cuarto faraón de la XX dinastía de Egipto, todopoderoso y Señor de las Dos Tierras, acumuló tantos honores como sus predecesores, pero nada pudo hacer para evitar la muerte con 35 años. Fue la primera víctima documentada de viruela, una enfermedad que se cree surgió hace miles de años en el nordeste de África y que a lo largo de la historia ha segado la vida de cientos de millones de personas en todo el mundo. No fue erradicada hasta 1980 gracias a un ambicioso plan de vacunación internacional auspiciado por una joven OMS.
La victoria contra la viruela, la primera enfermedad erradicada en la historia, ha sido uno de los mayores logros cosechados por la OMS, aunque no el único. En 1988 se fijó otro objetivo: la polio. No lo logró, pero podríamos decir que la enfermedad, arrinconada a sólo un par de países, ha sido prácticamente borrada del mapa.
Más recientemente, lo recordamos muy bien, el 30 de enero de 2020, la OMS decretó una emergencia sanitaria mundial ante la incidencia de un virus respiratorio que estaba empezando a causar estragos en el mundo entero. La historia es bien conocida: aquel patógeno, al que en un primer momento se llamó “Coronavirus de Wuhan”, por su lugar de procedencia, acabaría desatando la primera pandemia del siglo XXI.
Tres años después, la OMS ha comunicado que el COVID-19 dejará de ser considerado como una amenaza de alerta máxima y pasará a ser tratado como una gripe estacional. Prueba superada. Pero no podemos bajar la guardia. La organización sanitaria alerta ahora sobre el avance de otros patógenos antes inadvertidos, como el hongo “Candida auris”, cuya incidencia ha aumentado peligrosamente en países como Estados Unidos, o de viejos conocidos, como el cólera o la tuberculosis, enfermedades que siguen matando en distintas regiones del mundo.
La enfermedad forma parte de la condición humana y el planeta ha vuelto a enfrentarse a un fenómeno que no es nuevo, por mucho que la globalización, el turismo o la externalización de la economía hayan alentado su avance. Las epidemias tienen un carácter recurrente, y debemos ser conscientes de cómo, medidas que consideramos innovadoras, ya se les ocurrieron a otros hace siglos.
La séptima pandemia de cólera, en la que nos encontramos inmersos en la actualidad, se encuentra en uno de sus peores momentos, con brotes en al menos una treintena de países. En junio del año pasado, 2022, un caso fue diagnosticado en Toledo. Era el primer caso de cólera en España desde 1979.
Mientras España se esforzaba por apagar las alarmas, en Reino Unido se encendían otras ante la noticia de que la Health Security Agency había encontrado muestras de una transmisión comunitaria de polio en aguas residuales del norte y este de Londres. Como en Toledo, en Londres sólo se detectó el virus, no casos de enfermedad por polio. Pero hay un país en Europa del Este donde ambas se han manifestado recientemente en forma de brote. Por supuesto, hablamos de Ucrania. Gente desesperada bebiendo agua contaminada.
La tuberculosis, la segunda causa de muerte por agente infeccioso del mundo en 2021, sólo por detrás del COVID-19, acabó con la vida de 1,6 millones de personas ese mismo año. El mes pasado, la OMS instaba a los países europeos (donde esta enfermedad ha experimentado un notable incremento durante los años de la pandemia) a aumentar los esfuerzos colectivos para erradicar la epidemia en el viejo continente para el año 2030. Deberíamos haber aprendido la lección.
Las emergencias no son nuevas. El fenómeno es conocido desde los años noventa con enfermedades como la tuberculosis o el dengue en Argentina. La aparición de nuevas condiciones de salud, personas inmunodeprimidas, además de cambios en los factores ambientales, el cese de programas de control o la disminución de los programas de vacunación, generan las circunstancias donde pueden volver a emerger en formas distintas.
Viruela, polio, tuberculosis… Todas ellas enfermedades potencialmente letales, pero que pueden controlarse, e incluso erradicarse, si existe voluntad compartida, intercambio de información y campañas de vacunación masivas.
Si Ramsés V hubiera tenido estos medios a su alcance hace más de 3.000 años, es muy probable que los dioses hubieran sido más condescendientes con el gran faraón.



