Yanqhachasiwi

El juego era, al mismo tiempo, totalmente desconocido y el más popular. ¿Cómo es posible? Me explico. Su nombre no formaba parte de propaganda alguna, ni era promocionado por medios habituales ni por redes sociales. Pero, de vez en cuando, una pantalla con su nombre se colaba por una fracción de segundo en cualquier web. Sólo su nombre, ninguna explicación, ningún link.

Y no era sólo en pantallas de juegos, pasaba en alguna del Banco Mundial, en Amazon, en Uber, Booking o en Glovo, en las más usadas a diario por millones de personas. Aparecía el logo, arco iris multicolor sobre negro y desaparecía, dejándote la impresión de que lo que habías visto no era real, que había sido un bug del sistema  

Cuando el fenómeno empezó a afectar a los Big Five: Google, YouTube, Facebook, Twitter e Instagram, fue noticia por primera vez. Se habló de ciberataque, se habló de que se había blindado la seguridad y que los sistemas informáticos de las organizaciones no habían sido comprometidos. Pero nadie explicó qué era esa palabra y cuál era el objetivo de quienes estuvieran detrás de ella.

Se consultaron los mejores desarrolladores de la historia de los videojuegos, expertos en marketing, ingenieros en animación industrial, programadores, genios en animación, se llamó a los personajes más importantes de Silicon Valley, y nadie logró explicar cuál era el nuevo juego que estaba arrasando en pedidos, sin haber salido al mercado.

El viernes en el telediario de la noche, un indiecito chaparrito y viejo, con un gorro de colores típico de los collas, del pueblo aymara, herederos de la civilización tiahuanaco, que habitaba la región en torno al 2000 a.C., aclaraba el significado de la famosa palabrita. 

El improvisado reportero que hacía las preguntas era un turista que, esa misma tarde, mirando su ordenador mientras tomaba una cerveza en el bar del pequeño pueblo de Purmamarca, en el noroeste argentino, estaba escuchando por enésima vez la noticia y vio la reacción del indio que estaba sentado en la mesa de al lado. Inmediatamente subió un tuit con ese momento:

-. Eso que dicen es aymara, la lengua que nosotros hablamos. Este lugar, por ejemplo, quiere decir “ciudad del desierto, Purmamarca.

-. ¿Y usted sabe hablar aymara?

-. ¡Cómo no voy a saber, señor? Es mi lengua, es el pueblo al que pertenezco.

-. ¿Y sabe lo que quiere decir Yanqhachasiwi?

-. Claro, señor. Significa “maldición”.

Twitter se colapsó. El teléfono del turista, también. Google Translator se puso al rojo vivo. Y Aruskipiri (el conversador, según su lengua) en un segundo, pasó del anonimato a la fama.

Así fue que descubrimos algo que debería estudiarse en las escuelas de todo el país, pero que, como todo pueblo originario, es silenciado y menospreciado. El aymara es un pueblo andino milenario dedicado al pastoreo y a la agricultura, que tiene su origen alrededor del lago Titicaca, comprendiendo lo que en la actualidad es parte de Bolivia y Perú, norte de Chile (región de Tarapacá y Puna de Atacama) y norte de Argentina (Salta y Jujuy).

Al día siguiente, Yanqhachasiwi, el juego estrella de la temporada, ya estaba al alcance de cualquiera, en todas las plataformas. Como si hubieran estado esperando que Yanqhachasiwi fuera descubierto por el turista, como si todo formara parte de la campaña de marketing, en apenas unas horas se bajaron en todo el mundo, millones de ejemplares de la aplicación, en forma gratuita.

El objetivo era mantener con vida y hacer progresar una aldea aymara, respetando las costumbres y creencias del antiguo pueblo. Compras y ventas se realizaban por trueque, no encontrabas en la zona más que los animales y plantas nativas.

Las decisiones correctas eran premiadas con la llegada de nuevos miembros de la tribu. Si, por el contrario, el jugador contravenía las leyes no escritas de la filosofía aymara, iba perdiendo posesiones y el respeto de sus conciudadanos, hasta que al final, Yanqhachasiwi (la maldición) caía sobre el jugador, el juego se bloqueada y no podía volver a ser instalado en ese dispositivo, nunca más.

Como consecuencia de la moda de Yanqhachasiwi, se expandió rápidamente el estudio y la divulgación de la filosofía aymara. Así fue que todos aprendimos los conceptos que rigen su vida, su cosmovisión.

¿Cuáles son esos conceptos? Relacionalidad, conciencia ecológica, complementariedad, reciprocidad, concepción cíclica del tiempo y de la vida, correspondencia entre el orden cósmico y el humano.

En su mundo, el concepto de salud no se restringe sólo al bienestar físico y psíquico, sino que incluye la buena suerte, el equilibrio y bienestar social de la persona, su relación armoniosa con su familia y comunidad, con sus difuntos, sus espíritus protectores, la Madre Tierra y en su convivencia correcta y afectuosa con la chacra, el ganado, la casa y la naturaleza. Ese sistema de relaciones múltiples es garantía para la vida. Va unida a la idea de reciprocidad. Las diferentes formas de reciprocidad en una comunidad, hacen posible el bienestar y se oponen al aislamiento del individuo.

El arte de la medicina andina está relacionado con los rituales y la labor terapéutica de los curanderos. Tiene como finalidad establecer las transiciones entre elementos opuestos pero complementarios, para protegerse del peligro que está latente en las transiciones. Está relacionado con la inhalación de humo que producen las koas, arbustos resinosos y aromáticos, que se suelen mezclar con copal e incienso. Y se utilizan ya sea para curar dolencias físicas, como procedimientos simbólicos de purificación, expulsión de males espirituales y ofrendas. Una medicina ritual y naturista cuya práctica es realizada por los Yatiris (sabios).

Por otro lado, está la conciencia ecológica, la idea de que todo está relacionado con todo. El cosmos es un sistema de relaciones múltiples. Una perturbación de estas relaciones tiene consecuencias cósmicas. Las secuelas de los actos humanos afectan la salud y la vida de toda la comunidad y de todo el universo, inclusive la vida de la tierra y del clima. ¿Pensábais que la ecología era una noción muy moderna?

El cuidado y profundo respeto del ser humano hacia la totalidad de la naturaleza, implica la afinidad fundamental entre naturaleza humana y no humana. Si el hombre se desliga de las múltiples relaciones con el mundo natural, sufre su destrucción, sea como individuo o como especie.

El dualismo occidental entre lo animado y lo inanimado, entre lo vivo y lo inorgánico, no se da en el pensamiento andino. La Pachamama es una persona que tiene sed y que siente dolor cuando es arañada, es decir, arada. Vicuñas, llamas y alpacas, manantiales y cerros tienen alma y entran en contacto con el hombre.

A cada ser y cada acción corresponde un elemento complementario, que juntos constituyen un todo integral. El contrario de una cosa no es su negación, sino su complemento y correspondiente necesario. Así ocurre con el cielo y la tierra, sol y luna, varón y mujer, día y noche.

Y si, cada ser y cada acción tiene su complementario, en el terreno de lo moral y lo práctico, cada acción cumple su fin en la reciprocidad. La relación con lo divino, por ejemplo, es una relación de correspondencia mutua. Si Dios me bendice (en la cosecha, la vida, el negocio…), yo estoy obligado a cumplir los requisitos rituales.

Para los aymara la vida es concebida como eterna en el Pacha (universo). La muerte es vista como la continuación de la vida bajo la forma de un “pasaje/viaje”, que al cerrar el ciclo, permitirá al ser volver a la vida entre los vivos. Esto explica la ceremonia previa a un entierro, donde se aporta al difunto el equipaje necesario para su viaje: utensilios, instrumentos, alimentos, etc. ¿Os acordáis de los egipcios?

Esta concepción cíclica de la vida, se asimila a la del tiempo. El pensamiento andino recalca la discontinuidad del tiempo. Hay tiempos importantes y vacíos temporales, tiempos señalados y otros irrelevantes, decisivos e insignificantes. Estas cualidades del tiempo están relacionadas con cambios cósmicos. En ciertos tiempos la Pachamama, es particularmente activa, y por eso tiene que ser dejada tranquila.

El microcosmos humano y el macrocosmos no están separados totalmente uno de otro, sino que interfieren de diferentes maneras, a través de puentes, de transiciones frágiles que necesitan cuidado especial y profundo respeto. Por ejemplo, el relámpago, el arco iris y la niebla, son puentes entre cielo y tierra. También los manantiales son fenómenos de transición, porque emanan del vientre de la Pachamama.

Por otro lado, las transiciones en la vida humana requieren, en el mundo andino, de un acompañamiento ritual simbólico. Así están los ritos en torno al embarazo y al parto, el primer corte de cabello, la entrada a la adolescencia y el acompañamiento ritual en la muerte.

En cuanto a la vida diaria, tienen una economía en la que se generan relaciones de intercambio de productos entre pastores y agricultores. Esta forma de subsistencia se basa en el principio del Ayne, que se refiere a la reciprocidad entre los aymaras. La petición de ayuda en el presente, será correspondida en el futuro.

Los tres espacios espirituales del aymara son: Arajpacha, Akapacha y Manquepacha.

El Arajpacha, mundo de arriba, donde habita el sol y la luna, simboliza la luz y la vida. Es el este u oriente, lo que está adelante. El sol y las lluvias nacen allá, y hacia allí se dirige la mirada.

El Akapacha es el centro, dimensión ubicada entre el Arajpacha y Manquepacha, son los valles y quebradas, es lo que está cerca, aquí, donde habita el hombre.

El Manquepacha, mundo de abajo, donde se guarda lo que ya pasó, simboliza la muerte y la oscuridad. Es el oeste. Allí es donde se pierden las aguas y termina la vegetación, es el desierto y también la dirección hacia donde van los muertos.

Para la cultura Aymara, el Akapacha (el mundo de acá) permite percibir todo lo que nos rodea sobre la base de la naturaleza, que constituye el eje de todas las cosas.

El Akapacha se divide en tres grandes conceptos, tres divinidades claves interrelacionadas.

Mallku es el Espíritu de las montañas que circundan sus pueblos. Representa la fuente de la vida. Las montañas proporcionan protección a los seres humanos.

La Pachamama es la Madre Tierra. Constituye una categoría cósmica que mantiene un vínculo muy fuerte con el pueblo aymara. La Pachamama les brinda el fruto de su esfuerzo a los hombres, los que a cambio le ofrecen pagos en libaciones.

Finalmente, Amaru es la serpiente que da vida a las aguas de los ríos y canales. Amaru es el recurso agua como germinadora de vida, como semen que llega a la Pachamama y la fertiliza para generar el fruto que le es concedido al hombre.

El pueblo aymara persigue el equilibrio entre el Arajpacha y el Manquepacha y trata de vivir en armonía, buscando la sabiduría en el Akapacha. El Tinku representa este principio de equilibrio y reciprocidad entre el pueblo, la comunidad y estos espacios.

En este mundo, son muy importantes los Achachilas, espíritus protectores de la comunidad, que habitan en las montañas y los cerros y protegen al hombre.

Un grupo de chicos y chicas jóvenes, amantes del juego, llegaron a la Quebrada de Humahuaca y ocuparon unas casas semidestruidas, enclavadas en el altiplano. Allí comenzó el renacer de los aymara, un pueblo para el cual la tierra y toda la realidad cósmica es el gran teatro universal, en donde se realiza la representación de la existencia en un diálogo permanente de los sujetos que ocupan este espacio, sean estos materiales o espirituales, tratando de mantener el equilibrio armónico de relaciones.

Esto que acabáis de leer es sólo un cuento sobre un supuesto juego de ordenador. ¡No lo busquéis, aún no ha sido inventado! Por lo menos hasta hoy, porque tal vez mañana… Pero la civilización Aymara existió y existe. He intentado contaros su filosofía, sus creencias, sus hermosas palabras y me limito a reflexionar con vosotros, sobre toda la sabiduría que desconocemos y despreciamos, dando por sentado que todo lo importante es lo que ocurre en este, nuestro tiempo, nuestro lugar.

Yanqhachasiwi caiga sobre vosotros, si eso creéis.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

2 comentarios sobre “Yanqhachasiwi

  1. Buenos y calurosos días, Marlen.
    Al leer el título, pensé que te había resfriado o te había poseído un espíritu extraterrestre.
    Sin embargo, la explicación es mucho más bella y poética.
    Me encantan estas filosofías ancestrales: «Relacionalidad, conciencia ecológica, complementariedad, reciprocidad, concepción cíclica del tiempo y de la vida, correspondencia entre el orden cósmico y el humano». Pero qué lejos queda de nuestra conciencia y forma de vida.
    Sería un videojuego maravilloso, aunque sin batallas ni contiendas no creo que durara mucho en las mentes de nuestros jóvenes «guerreros».
    Yo me llevaba horas y horas jugando a uno que se llamaba «Egipto» y que trataba precisamente de levantar una aldea hasta un imperio. Podías hacerlo guerreando o no. También había otro «Civilization», creo, para épocas más actuales y que te enseñaba lo difícil que es llevar una ciudad, mantenerla y hacerla prosperar.
    Juegos educativos y para inculcar virtualmente los problemas cotidianos.
    Si te decides por sacar el Yanqhachasiwi, apúntame en la lista de espera. 😝
    Gracias por acercarnos estas Culturas tan preciosas.
    Un abrazo.

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  2. ¡Aaatttchissss! Que no, que no me he resfriado. Que simplemente estaba recordando maravillosas palabras que me gustaría no fueran olvidadas. Y esta «Yanqhachasiwi» se presentó con toda su fuerza y su rabia. Creo que suena mucho más contundente que otras que se escuchan a diario, para acordarnos de algunos innombrables.
    Tendríamos que hacer un diccionario de palabras que deben perdurar en estas generaciones y las siguientes. Palabras fuertes, sonoras, con mucho sentido. ¡Sería bonito!
    En cuanto a esos juegos educativos en los que aprendes, por ejemplo, que si no siembras, cuando llegue el momento no tendrás comida para tus animales, que si no compartes, cuando los necesites, los demás no estarán ahí, cosas tan lógicas y elementales, me parece que son bastante más positivos para los chavales que los mata-cualquier-cosa. Y no estoy tan segura que no tuviera éxito entre los jóvenes. Al fin y al cabo, la vida diaria también es una batalla contra los elementos, contra tus malas decisiones, contra ciertos impulsos.
    No conozco «Egipto» ni suelo jugar a otros juegos, salvo al Mahjong. Pero les instalé a mis sobrinos el «Golden Farm» y ahí andan sembrando, cosechando, dando de comer a sus animales y vendiendo leche o huevos. ¡Como la vida misma, vamos!
    Me alegro que te haya gustado la filosofía aymara. Tal vez, lo del grupo de jóvenes que llegaron a la Quebrada y comenzaron a vivir de acuerdo a ella, no esté tan lejos de una realidad cada vez más violenta y agresiva. ¿Nuevos hippies? ¿Por qué no? En circunstancias así, suelen darse respuestas diametralmente opuestas. Yo, por las dudas, ya me estoy buscando un diccionario.
    Gracias por tus palabras Jose, y un abrazo grande.

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