Hace unos años, mi tío Paco casi se ahoga bañándose en las aguas del Mar Menor. Y cuando le preguntábamos cómo pudo sufrir ese episodio, sabiendo nadar y sin que le hubiera dado ningún ataque que le imposibilitara moverse, nos contaba que el lodo del fondo lo atrapaba y le resultaba imposible nadar, ni siquiera desembarazar sus pies y luego sus pantorrillas de ese fango que le hundía lentamente.
“Cuidar de los ecosistemas implica velar por un fragmento de mundo con un amor alejado del discurso identitario, más allá y desvinculado del afán de posesión, del empeño en someter una fracción de tierra a los deseos humanos”. Esa es una de las reflexiones de “Lodo”, el nuevo libro de Begoña Méndez publicado por la editorial Lengua de Trapo. La novela se aproxima al drama ecológico de la albufera de Murcia, repasa la actividad política y sufre en primera persona el desastre medioambiental.
El Mar Menor perece con lentitud, víctima de la explotación del suelo y el turismo. “Lodo” es una aproximación literaria a este crimen ecológico perpretado con la venia del poder de la Región de Murcia, que lejos de frenar las políticas que degradan la albufera, han sido incentivadas para exprimir el rédito económico.
«Sientes que te metes en una llaga —describe Begoña, sobre su experiencia al introducirse en el lodazal que es el Mar Menor—. Desde fuera es una cosa verdosa, pero al entrar me hundí y me clavé hasta la pantorrilla. Sientes una sensación de arenas movedizas que te tragan y te envuelven. La piel se enrojece rápidamente y empieza a picar. Son aguas totalmente intoxicadas», relata la autora.
Ella recuerda echarse a llorar y percibir el Mar Menor como un «cuerpo vivo». De ahí sus reflexiones en defensa de la naturaleza, escritas de forma intencionada con la misma densidad que el lodo que pisaba. El ensayo mezcla una experiencia personal abrumadora con el entorno murciano, un reencuentro con sus orígenes paternos y un recorrido por la historia que ha llevado a convertir a Murcia, en el hazmerreír nacional.
No hay atisbo de esperanza en las páginas de la novela. Es una oda al desastre y el terror, que se aprecia durante la lectura. Una pequeña demanda, una denuncia desesperada ante un atentado asimilado por la ciudadanía. ¿Cómo se detiene el daño? ¿Cómo se para esto?, se pregunta la obra, sin capacidad ni ilusión de encontrar una respuesta.
«El ecosistema lagunar del Mar Menor ha perdido su capacidad de regulación, se han roto muchos de los equilibrios ecosistémicos», tal y como indican desde el “Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico” (MITECO).
Esto se extiende desde la «sopa verde» en 2016 que aniquiló praderas de vegetación, las lluvias torrenciales de la DANA en 2019 que asfixió a miles de seres vivos que murieron en las orillas de la playa o el exceso de sustancias nutritivas en el agua que provocó en 2021 otra masacre medioambiental.
En mayo de 2016, la masiva proliferación de algas asfixió literalmente al 80% de la laguna (fauna y flora) y convirtieron al Mar Menor en una “enorme sopa verde”, provocada por un exceso de nutrientes procedentes de la agricultura, que acabó colapsando el ecosistema.
Era la primera vez que se visibilizaba un problema largamente denunciado por las ONG ecologistas e instituciones científicas como el Instituto Español de Oceanografía (IEO), y ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste), del deterioro sufrido por la mayor laguna salada de Europa. El 80% de la vegetación desapareció, colonizada por la aparición de macroalgas y mermando por supuesto la capacidad filtradora de las aguas. Se elevó la voz de alerta, se avisó que si se aplicaban las medidas correctas, el ecosistema podría recuperarse, pero se subestimó el papel filtrador de la vegetación.
A pesar de las innumerables denuncias y de la alarma social generada desde entonces, en 2019 y 2021, se sucedieron varios episodios de falta de oxígeno y de mortandad masiva de animales, que se saldó en 2021 con la recogida de 15 toneladas de animales muertos y algas. En agosto sus aguas eran una deprimente “sopa marrón” y millones de peces y crustáceos (anguilas, blénidos, doradas, lenguados, lubinas, magres, mújoles, peces mula, quisquillas, cangrejos de laguna… hasta los muy resistentes e invasores cangrejos azules) se agolpaban muertos o moribundos en las orillas, a las que iban en busca de oxígeno que respirar.
No podemos permitir perder este patrimonio natural por falta de previsión y de reacción de las administraciones y, sobre todo, de prevención. Cada día unas cinco toneladas de nitratos y fosfatos entran en la laguna a través de las ramblas y el acuífero procedentes de un modelo de producción agrícola que ha crecido sin ningún control y sin tener en cuenta el entorno, llevándose por delante cualquier esperanza de vida para la biodiversidad de la laguna.
Lo explica Óscar Esparza, experto del Programa Océanos de WWF España: “La laguna era un sistema oligotrófico (o sea que ofrece poco para mantener la vida) que con el tiempo y las actividades humanas (dragados y conexiones con el Mediterráneo), urbanismo y turismo, puertos deportivos, el trasvase del Tajo y el cambio en el modelo de producción agrícola en el Campo de Cartagena (que ha pasado del secano al uso intensivo del agua), junto a otras ilegalidades en el uso del agua, han ido alterando el equilibrio del ecosistema hasta que los mecanismos de amortiguación no soportaron más y terminó colapsando.”
Un breve gobierno del PSOE tuvo la pretensión de poner medidas de control, que pronto fueron desreguladas por el Partido Popular. Con Ramón Luis Valcárcel como presidente, la “Ley de Protección y Armonización de Usos del Mar Menor” fue derogada con la aprobación de la “Ley del Suelo”.
El resultado son casas que lindan sin mediación con las aguas infernales, chalets cuyos muros impiden los accesos al baño del Mar Menor.
«Me impresionó (reconoce la autora de Lodo) darme cuenta de que había habido intentos de regular todo esto. Se habían dado cuenta de que esa explotación intensiva iba a generar daños, todos lo sabían. Los magnates del ladrillo ganaron con la conveniencia del PP, que estaba aliado con todas estas empresas», sostiene.
A estas alturas y ante la llegada de nuevas olas de calor, se hacen imprescindibles actuaciones urgentes para la recuperación de esta laguna. Podrían resumirse en los siguientes puntos: reducir significativamente los cultivos intensivos del entorno, cerrar los pozos ilegales, instalar filtros verdes y humedales para el tratamiento de aguas contaminadas por nitratos, mejorar las redes de alcantarillado para implementar redes separativas de aguas pluviales, naturalizar grandes superficies en el entorno y garantizar vertidos contaminantes cero a la laguna.
Otorgar a la naturaleza una posición activa, un elemento más dentro de la ecuación. Para vivir en el siglo XXI, debemos desplazarnos desde el antropocentrismo al ecocentrismo.
Sopa verde en el Mar Menor Rambla del Abujón, la cual vierte aguas con excesos de nutrientes al Mar Menor Peces y crustáceos muertos en el Mar Menor Más de 4.500 kilos de peces muertos en una semana 20/8/2021 Voluntarios limpiando las aguas