Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca

Esta frase es del escritor argentino Jorge Luis Borges y estoy totalmente de acuerdo con ella. Hoy, 24 de octubre de 2023, en el día de las bibliotecas, quiero mostraros una de las obras de arte del barroco tardío más grandes de Europa. Se trata de la biblioteca de la Abadía de Admont, en Austria, perteneciente a la orden de los monjes benedictinos, que es a la vez el monasterio más antiguo de la región, fundado en el año 1074 y terminado de construir en su forma actual en 1776.

A lo largo de toda su existencia, la orden ha tenido tiempo suficiente para conservar, entre otros tesoros, tres de valor incalculable: arquitectura, arte y libros. Y es esa combinación perfecta la que ofrece un espectáculo sorprendente, conmovedor y casi increíble. 

Según los datos disponibles, la biblioteca de la Abadía de Admont consta de más de 200.000 volúmenes, 1.400 manuscritos cuya antigüedad se remonta hasta el siglo VIII y 530 libros impresos antes del año 1500. Además, la biblioteca está adornada con obras de arte notables, entre las que destacan los frescos del pintor barroco austríaco Bartholomäus Hohenberg y las esculturas en madera de su compatriota Josef Stammel.

La biblioteca del monasterio es un espacio dividido en tres habitaciones y cubierto por una serie de siete grandes cúpulas. La sala central está cubierta por una sola bóveda grande, mientras que cada una de las otras dos habitaciones al norte y al sur posee tres cúpulas elípticas.

Esta división del espacio en tres, le da a la sala proporciones agradables y una apariencia general armoniosa. Una galería sostenida por consolas corre a lo largo de las dos largas habitaciones laterales y enfatiza el efecto de dos pisos al tiempo que disminuye la sensación de la altura de las cúpulas. Doce pilares de mármol sostienen la bóveda de la parte central, que prescinde de galería.

El tema básico de las imágenes de las bóvedas de la cúpula central es la relación de la religión con las artes y las ciencias. La personificación de la Sabiduría Divina está entronada en el centro de la imagen. A su izquierda está Moisés como representante del Antiguo Testamento y a su derecha una figura femenina, personificación de la Iglesia como representante del Nuevo Testamento.

Las seis cúpulas vecinas están dedicadas respectivamente a las artes y la tecnología, la medicina y la ciencia, la teología y la religión, la jurisprudencia, la investigación histórica y, finalmente, la última cúpula honra el despertar del intelecto a través del habla y el pensamiento.

Hay un dicho que dice que «un monasterio sin libros es como una fortaleza sin armería». Este dicho se entiende si pensamos que, desde los primeros tiempos, los libros siempre han sido las «armas» intelectuales de los monjes y fueron necesarios tanto para la liturgia y la lectura espiritual como para la enseñanza.

La historia de la biblioteca del monasterio de Admont no sólo comienza con la construcción de la magnífica sala de lectura, sino con la fundación de la casa. El pequeño grupo de monjes de Salzburgo que asumieron su vida monástica en Admont en 1074, trajeron consigo un número básico de libros de su monasterio madre, St. Peter’s. Estos fueron seguidos por los primeros regalos del fundador del monasterio, el arzobispo Gebhard de Salzburgo.

El orgullo mayor es la Biblia gigante de tres volúmenes, regalada por el propio fundador. Del mismo período es el Libro de los Evangelios con espléndidas ilustraciones. 

Desde mediados del siglo XII, el monasterio de Admont tenía su propia sala de escritura (scriptorium) en la que se produjeron numerosos libros tanto para su uso como para otras casas religiosas.

La Biblia de Admont de 1140-50 es el último manuscrito que cuenta con grandes composiciones de página completa, dominadas por figuras altas, paisajes irreales y colores brillantes, es un fenómeno paralelo a los grandes libros ingleses contemporáneos, como la Biblia de Lambeth y el Salterio de Enrique de Blois. 

Para completar mi paraíso particular sólo me hubiera faltado borrar todas las vallas que impiden actualmente tocar siquiera los libros. Un sillón cómodo y una mesa con buena luz donde acomodarme y abrir plácidamente los libros elegidos. Y ya podría esperar el Juicio Final tranquila.

Visita a la Biblioteca del Monasterio de Admont

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

4 comentarios sobre “Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca

  1. ¡Qué rabia! Una cámara colosal a varios niveles, unos volúmenes particularísimos, ingredientes de sobra para disfrutar de una colección de libros en todo su esplendor… y una prohibición de utilizar una biblioteca como una biblioteca. Que sí, que se entiende el contexto de las restricciones, pero claro… ¡da rabia igual!
    Muchísimas gracias por acercarnos a este lugar en el Día de las Bibliotecas. ¡Un saludo!

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    1. Desde luego, yo también entiendo la protección de un bien cultural y sus consecuentes restricciones. Pero una biblioteca sin lectores es como un traje de buzo en medio del desierto.
      Gracias a vosotros por congregarnos. Un abrazo.

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