El impresionismo cumple 150 años

En abril de 1874, un grupo de jóvenes artistas, cuyos cuadros habían sido rechazados por el Salón de París, se agruparon para celebrar una exposición independiente a la muestra de la Academia de Bellas Artes. Aquel acto desafiante y rompedor significó el inicio del Impresionismo, el movimiento artístico que revolucionó la pintura de la segunda mitad del siglo XIX y que, a su vez, fue el punto de partida de las vanguardias.

Esta exposición fue precedida por una revuelta de los pintores contra el establishment que comenzó en 1855, año en que el pintor Gustave Courbet, tres de cuyos cuadros fueron rechazados en la Exposición Universal, hizo construir el “Pavillon du Réalisme”, en el número 5 de la Avenue Montaigne, para exponerlos junto con treinta y siete de sus obras. Este evento atrajo a muchos pintores jóvenes.

Entre 1860 y 1871, el grupo Batignolles que toma su nombre del barrio donde se reunían en torno a Édouard Manet, ya sea en el estudio de Manet o en el Café Guerbois, lanzó la idea de que los artistas debían exponer sus obras ellos mismos.

Ya en 1866, tras la negativa del jurado a admitir en el Salón cuadros de Paul Cézanne y Frédéric Bazille, Cézanne declaró: “En realidad hemos triunfado, y esta negativa masiva, este inmenso exilio, es una victoria. Ahora lo único que tenemos que hacer es exponernos y competir a muerte con todos estos viejos idiotas tuertos”. En 1867, Courbet volvió a abrir su propio pabellón al margen de la Exposición Universal de 1867.

En el Salón de 1874, la Academia de Bellas Artes que había acogido algunos de estos pintores en ediciones anteriores, sin embargo, fiel a su línea conservadora, no aprobó las nuevas técnicas y estilos que estos jóvenes habían empezado a trazar sobre el lienzo y rechazó a muchos artistas. De Berthe Morisot sólo fue aceptado un cuadro, “Blanche”, una obra muy convencional que sin duda representaba a Blanche Pontillon cuando era un bebé.

A partir de ahí se tomó la decisión: los artistas se exhibirían por su cuenta. Negándose a aceptar la censura del Salón, los artistas crearon una cooperativa llamada “Sociedad Anónima de pintores, escultores y grabadores”, con la intención de reunir sus obras y presentarlas en una muestra alternativa. No proponía ningún manifiesto ni declaración, ya que no quería ser escuela.

El mismo año, el crítico de arte Paul Alexis anunció el proyecto de la asociación en el periódico “L’Avenir National”, precisando “[…] que esta asociación no será una capilla. Los artistas sólo quieren unir intereses y no sistemas y quieren el apoyo de todos los trabajadores…”

La exposición tuvo lugar en el estudio del fotógrafo de moda Nadar (Gaspar-Félix Tournachon), amigo de algunos de ellos, situado a pocos pasos de la Ópera, en el 35 del Boulevard des Capucines.

Como si de un guión perfectamente hilado se tratara, era el lugar más oportuno porque planteaba la cuestión central de los distintos modos de captar la realidad: la máquina de fotos y el pincel, el fotógrafo y el pintor… emplean el mismo material, la luz, para revelar una imagen antes oculta en la mente y en la retina del creador.

A propósito, fue con motivo de esta exposición y del cuadro de Monet “Impression, soleil levant”, cuando se utilizó por primera vez, y de manera irónica, el término “impresionista” en una reseña del periodista Louis Leroy publicada en la revista satírica Le Charivari del 25 de abril de 1874. Si al principio fue utilizado como arma arrojadiza, acabaría por convertirse en orgullosa bandera de muchos de los participantes del grupo.

Impression, soleil levant, de Claude Monet (1872)

Tengo la sensación de que, desde ese mismo momento, todo hubiera sido orquestado para convertir el cuadro en gran catalizador de las disputas entre los defensores del arte tradicional y los del moderno. El icono por excelencia, el centro de la polémica.

De hecho, la crónica de Leroy intentaba burlarse del cuadro haciendo una descripción muy objetiva de cómo la luz, la atmósfera o el contraste simultáneo de colores eran lo único que se podía deducir de ese cuadro. Algo así como un “ahí no hay nada más que eso” que, de hecho, la historia del arte moderno convertiría en un “por suerte, ahí no hay nada más que eso”. Pintura pura, sin argumento, sin protagonistas humanos ni divinos, sin religión ni mitología, pintura que no pretendía moralizar sino enseñar a ver con otros ojos.

Claude Monet, Pierre Auguste Renoir, Edgar Degas, Paul Cézanne, Camille Pissarro y Alfred Sisley. Seguro que conoces el nombre de estos pintores hoy mundialmente famosos, que cambiaron el modo en el que percibimos el arte y el mundo. Ellos, junto con otros 24 artistas, algo menos conocidos hoy en día, inauguraron en aquellos años el impresionismo con un espíritu de rebeldía que aún hoy fascina.

Es cierto que esta primera exposición no estuvo reservada sólo a los «impresionistas» y que la atención de los 3.500 visitantes también la ocuparon otros artistas que la historia y la crítica del arte dejaron en gran medida olvidados, tal vez porque no fueron lo suficientemente impresionistas.

Se los clasificó bajo el término de «Petits maîtres” (Pequeños maestros), incluido Eugène Boudin, que sólo abandonará esta clasificación después de la Segunda Guerra Mundial.

La crítica y la prensa de ese año 1874 se interesaban especialmente, en alabar o derribar las costumbres, los estilos en Renoir, Pissaro, Degas, Monet, Sisley como resume el crítico de arte Castagnary en el periódico “Le Siècle”.

Bajo el título “París 1874. L’instant impressionniste”, 150 años después de que sucediera este fascinante acontecimiento histórico, París esta primavera vuelve la vista atrás para recuperar el atrevimiento de este grupo de artistas y la esencia del movimiento con una exhibición organizada en el Musée d´Orsay.

Con la intención de recrear el contexto en el que surgió este movimiento artístico, ha recuperado muchas de las obras que formaron parte de la primera exposición impresionista y las ha expuesto junto a otras que sí fueron aceptadas por el Salón de París en 1874. Desde la pinacoteca han explicado que «esta confrontación sin precedentes permite recrear el impacto visual de las obras expuestas por los impresionistas en aquel momento, pero también matizarlo a través de paralelismos y comparaciones inesperadas entre la primera exposición impresionista y el Salón». 

Durante la visita, se pueden contemplar más de 130 pinturas y esculturas, algunas que pertenecen a los fondos del museo y otras que han sido traídas de museos y colecciones privadas de Europa y Estados Unidos a propósito del aniversario.

Entre ellas se encuentran “Impression, soleil levant”, “Les coquelicots”, “Le Boulevard des Capucines” de Claude Monet, “Bal du Moulin de la Galette” de Pierre Auguste Renoir, “Répétition d’un ballet sur la scene” de Edgar Degas, “Une moderne Olympia” de Cézanne, “Le berceau” de Berthe Morisot.

Haciendo el recorrido por la exposición, la diversidad de las obras permite descubrir las contradicciones y la infinita riqueza artística que se vivió durante aquellos años en la ciudad del Sena, así como el choque que supuso para la sociedad francesa la radical modernidad con la que los impresionistas irrumpieron en el escenario parisino.

La exposición del año 1874 no fue la única y el impresionismo continuó como un proceso de evolución en los modos de representar el mundo, que empezó Gustave Courbet y que continuarían, de inmediato, Édouard Manet y los miembros de la llamada Escuela de Barbizon, confirmando esa estirpe de pintores que salían a la naturaleza para descomponer el mundo de las apariencias en fragmentos cada vez más etéreos. Pero eso es otra historia. 

Inaugurada el 26 de marzo, “París 1874. L’instant impressionniste” se podrá disfrutar hasta el próximo 14 de julio. Es una buena ocasión para volver a Paris en primavera.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

4 comentarios sobre “El impresionismo cumple 150 años

  1. Hola, Marlen.

    Ya sabes que siempre digo que cualquier tipo de creación es más importante, cuánto más haga sentir a su observador. Ya sea un libro, una película, una escultura, una pintura… puede ser muy realista, impresionista, abstracta o «sin-clasificar», que por mucho que su autor haya querido expresar algo, es el que la disfruta, el que le da su propia valoración.

    Entiendo, dentro de mi absoluto desconocimiento de la materia, que el impresionismo va más allá de copiar una realidad. Por eso, supongo que esta técnica es capaz de emocionar más y de distintas formas que el realismo fotográfico.

    Como para casi todo, creo que tenemos unas lagunas muy grandes en nuestra formación para ser capaces de sacarle todo el jugo a la pintura. Necesitamos mejores divulgadores en nuestras escuelas que, más que enseñar, contagien el entusiasmo por el arte y nos guien a mirarlo con los ojos del corazón, más que con la vista.

    Preciosa entrada, bellamente ilustrada. Gracias, amiga divulgadora.

    Abrazo grande.

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    1. Hola Jose.

      Totalmente de acuerdo. No es el valor cultural, o el valor monetario lo que me hace admirar una obra de arte. Es simplemente lo que me transmite, si me conmueve o me deja indiferente, con toda la gama de sensaciones entre uno y otro. Me pasa con todo el arte y también por supuesto, me pasa con la pintura.

      En cuanto a conocimiento, estudié Historia del Arte hace muuuucho tiempo y me interesé por los diferentes períodos. Pero, si te fijas en mi biblioteca, son los impresionistas los que están más representados. Y es que el impresionismo es un tipo de pintura que ¡¡¡me encanta!!! No todos los pintores impresionistas, por supuesto, pero mi fondo de pantalla del ordenador es un Monet, mi bolso especial un Van Gogh, mi cajita de pastillas un Renoir, mi boli es otro Monet y he ido a cargarme de energía muchas más veces al Museo Quai d´Orsay que al Prado o al Louvre. Pero, si no me equivoco, nunca he hecho un circuito con guía. Me molesta cuando me empiezan a explicar que las pinceladas bla bla, la influencia bla bla. Sólo quiero que me dejen sentarme tranquila delante de lo que me gusta y respirar en silencio, disfrutando de las olas de emoción que me van invadiendo. La pintura, la música, la literatura, la fotografía, la cinematografía, la arquitectura, a veces, me hacen llorar. ¡Y cómo se disfruta!

      Me alegro que te haya gustado la entrada. Gracias por tus palabras, Amigo «Alentador» porque con tus palabras siempre me incitas a seguir contando, a seguir mostrando lo que me gusta, lo que recuerdo, a seguir compartiendo sentimientos en carne viva. ¡Y eso se agradece tanto!

      Un beso grandote.

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  2. Quizás muchos puristas de hoy, que atacan modalidades artísticas dentro del arte contemporáneo, si hubieran vivido en aquellos años hubieran denostado a estos grandes maestros. Quien puede arrogarse el decir lo que es arte y lo que no?…un saludo.

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    1. Estoy segura que hubiera sido así. Aún hay muchos «puristas» o «creídos de que tienen la verdad absoluta en sus manos» que hubieran arremetido contra estos pintores. De hecho, fue por ese motivo que se organizó la primera exposición que conmemoramos. Es que, como comentábamos con Jose «JascNet», una obra de arte me gusta simplemente lo que me transmite, si me conmueve o me deja indiferente, con toda la gama de sensaciones entre uno y otro. Me pasa con todo el arte y también por supuesto, me pasa con la pintura. Lo demás, es retórica.
      Gracias por comentar. Un abrazo.
      Marlen

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