El amor de los porteños por la palabra escrita I

«Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído» decía Jorge Luis Borges. Y es cierto, el conocimiento no ocupa espacio y jamás será en vano. Y al parecer los argentinos tenemos una apasionante relación con los libros. La Capital Federal cuenta con una población de más de tres millones de habitantes. Con un total de unas 750 librerías, se desprende que hay un promedio de 25 librerías por cada 100 mil porteños, uno de los sitios con más librerías en sus calles y la posiciona por encima de ciudades como Berlín, Ámsterdam, Londres, Roma, Madrid, Moscú, Barcelona, entre otras.

En el prólogo de “El nombre de la Rosa”, Umberto Eco habla de un misterioso manuscrito que atribuye a un escritor al que bautiza como Milo Temesvar. Dicho manuscrito es hallado “curioseando en las mesas de una pequeña librería de viejo en Corrientes, cerca del Patio del Tango de esa gran arteria” de Buenos Aires. La mención no es casual. A los argentinos y extranjeros que recorren esta tradicional avenida, les gusta curiosear por las librerías que están abiertas a horas insólitas (Viernes y sábados están abiertas, como mínimo, hasta las 02:30 de la madrugada. “Es que a esa hora sale la gente de la última función de los teatros y muchos vienen a curiosear). Allí, en sus mesas de ofertas, se pueden conseguir libros usados, antiguos, primeras ediciones, ejemplares agotados y hasta firmados por sus autores. Los precios varían, algunos hasta se pueden conseguir por un puñado de pesos. Es cuestión de pasarse una tarde entera buceando entre libros y el olor a tinta vieja y papel rancio.

En los cafés de Buenos Aires es normal que haya seis o siete ejemplares de periódicos. Y que todos estén ocupados. Es una ciudad lectora. Sus librerías constituyen una gran estructura que sustenta esa necesidad, la de la lectura. Hay de muchos tipos, desde las históricas, como la de “Ávila”, la “Norte” o la “Losada” de la Avenida Corrientes, donde todavía perviven rastros del exilio español republicano, hasta las imponentes, las que de por sí deslumbran a los turistas, como el “Ateneo Grand Splendid”, levantada en un antiguo teatro de la Avenida Santa Fe y considerada entre las más hermosas del mundo. Una tarde es poco para recorrerla en profundidad. En sus pasillos se ve a muchos turistas tomando fotos de su restaurada cúpula, de su viejo escenario convertido en bar y de los balcones transformados en salas de lectura.

Yo os puedo contar de algunas a las que siempre vuelvo. Además de la Ateneo, en la que me instalo en alguno de sus palcos y no sólo para hojear algunos libros, sino para ver la función del deambular de lectores.

La “Librería de Ávila”, en Alsina 500. En ese lugar estuvo la librería más antigua de la ciudad y durante muchas décadas se llamaba “Librería del Colegio” y era a la que recurríamos para los libros de la escuela.

Casi al final de la calle Florida está el Pasaje Buenos Aires, en cuyo subsuelo está “Memorias del subsuelo”, una librería de anticuario que muchos argentinos mencionan, porque allí se consigue lo inencontrable.

“Eterna Cadencia” está en la calle Honduras 5574 y parece que llevara toda la vida, pero hace sólo 12 años que se instaló en una casa antigua que recuerda a librerías de otra época, con grandes lámparas colgando del techo, un patio interior con un bar-restaurante de techo acristalado y, subiendo las escaleras, una terraza a cielo abierto.

“Clásica y moderna” está en la Avenida Callao 892. En sus 80 años de vida ha sido lugar de encuentro de los autores de cada época. Por allí pasaron desde Borges y Bioy Casares hasta Mujica Láinez, han cantado Liza Minelli, Olga Guillot y Mercedes Sosa y varios artistas plásticos han expuesto sus obras. Como su nombre indica, en sus baldas conviven libros clásicos y modernos y desde hace varias décadas es galería de arte y bar.

No podría terminar esta pequeña lista sin mencionar las librerías de viejo. En una sola cuadra de la Avenida Corrientes, entre las calles Rodríguez Peña y Montevideo, conviven cuatro librerías en la misma vereda. Enfrente hay una quinta, todo en sólo 100 metros. Y en la Avenida de Mayo, entre Florida y Chacabuco, hay varias con saldos irrisorios, de las que me resulta imposible salir sin mi paquete de tesoros invaluables. “El Túnel” está en Avenida de Mayo 767. Basta bajar unos pocos escalones para encontrar a la izquierda obras antiguas y ediciones especiales, mientras que al fondo la variedad se multiplica. Allí hay un pequeño espacio con fotografías en las paredes y mesas, anaqueles y vitrinas pobladas de libros llenos de historia y de historias.

Debo admitir que, a mis librerías favoritas, he tenido que agregar algunas de nuevo cuño que han surgido en mi viejo barrio San Telmo. Instaladas en casonas refaccionadas del barrio, coquetas, agradables para estar, además de mirar y comprar, ofreciendo una charla, una presentación, un té y el ambiente propicio para disfrutar. Algunas de ellas son: “La Libre”, la “Librería Nueva”, “Fedro” y la librería “Club Burton”.

Aunque los libreros admiten que la venta, comparada con los años de oro de los 70 y 80, bajó un poco, siempre se sigue viendo gente parada en las mesas de saldos y los eternos que leen los libros sin comprar y sin que nadie les moleste, un decorado clásico de las librerías porteñas.

Libros que han llegado para formar librerías que han rehabilitado edificios y zonas, libros que salvaron una casa antigua a punto de ser derrumbada, libros que dieron un respiro a uno de los pasajes bonaerenses que empiezan a desaparecer, libros que acompañaron momentos felices, de euforia o de melancolía.

Aunque se ha hablado mucho, en los últimos años, de los bajos índices de lectura, el aumento de las ventas por internet, el libro electrónico, el crecimiento de otros formatos de ocio como la televisión o las redes. Sin embargo, no hay lector al que no le guste una librería, incluso aquellos que han cambiado el papel por el digital, no renuncian a visitar una librería. Aunque pueda parecer más fácil y rápido comprar un libro desde casa o poder disponer de él al instante, a través de un e-book, sentir el tacto de un libro deslizándose entre los dedos es algo difícil de explicar, una sensación incomparable. Pero no sólo es el tacto, también es la vista de los estantes con sus portadas con los títulos e ilustraciones y el olfato, incluso podemos escuchar el paso de las páginas. Parece magia, pero es sencillamente: mi librería de siempre.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

9 comentarios sobre “El amor de los porteños por la palabra escrita I

  1. Buenos días y feliz domingo, Marlen.
    La segunda frase me ha hecho reír y si se la digo a mi mujé me hubiera puesto una de esas caras raras e irónicas: «el conocimiento no ocupa espacio». Je, je, je. En mi habitáculo-estudio ocupa muuuuchoooo y ya no sé dónde meter más libros porque no caben más estanterías.
    Otro gran aliciente para visitar Buenos Aires, si me decidiera a viajar, sus muchas librerías. ❤️❤️❤️
    Además de sus gentes, sus calles y su cultura, evidentemente.
    «… el olor a tinta vieja y papel rancio.» 🥰🥰🥰
    Esas fotos me enamoraron. Bueno, la entrada convirtió mi domingo en amor literario.
    Aquí en Cádiz, como en casi todo, escasean las librerías. Las más antiguas cerraron y algunas superviven, más por ilusión que por economía. Unas siguen fieles a sus primeros deseos, otras se han convertido en un «todo en papel», pues venden revistas, libros de texto, fascículos y demás añadidos de lecturas.
    Sin embargo, una librería que me capturó el corazón, y que se ha convertido en MI LIBRERÍA, es LA RATONERA. Chiquitita, pero tan acogedora como su librero, Manuel Moreno. Aquí puedes echarle un vistazo, aunque las fotos no pueden mostrar lo que se siente al entrar en sus pequeños metros cuadrados: https://www.facebook.com/Laratoneralib (Si vienes a Cádiz no dejes de visitarla, aunque supongo que me darías antes un toque y te acompañaría yo, porsupu 😉👍🏼).
    Si algún día me decido a ir por aquellos lares, te llevaré en una maletita. 😜😝
    Abrazo, amiga literaria (entre otras preciosas cosas).

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    1. Buenas noches, Jose.
      El conocimiento no ocupa lugar… los libros ¡¡¡SI!!! El viernes llegó Katixa a casa, entró en el escritorio y dijo: «¡Pero aquí cada vez hay más libros!». Yo le contesté: «Porque tienen crías.» Y me miró con cara de «Mi tía cada vez está más chiflada.» ¡Somos unos incomprendidos!
      Me alegro que hayas pasado un bonito domingo, «en amor literario». ¡Qué bonito!
      Aquí, en Donosti, pasa lo mismo. Las librerías mas viejas cerraron. Ahora se compra en la FNAC. Y a mí, no me gusta.
      La ratonera ¡me encantó! Chiquita, pero colorida. Y con esos ratoncitos que están en todos lados. Y ¿a quién me encuentro? A Karlos Arguiñano, mi vecino rico, rico. Lo único que me faltaría a mí, es un sillón cómodo para seleccionar con comodidad. Pero me imagino que si pones un sillón, no entra ni el librero. Cuando vaya a Cádiz, vamos.
      Y cuando vayas a Buenos Aires, avisa con tiempo.
      Un abrazo Amigo, ya entrando en lunes.

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        1. Buenos días, Marlen.
          Sí, me impactó su imagen, se me olvidó comentarlo.
          Porque no solo me encanta por haberse convertido en esa bellísima librería. Es que, además, se parece muchísimo al teatro más emblemático y rechulo de Cádiz: El Gran Teatro Falla. O al menos, a mí me lo parece. (En realidad, el único que queda. Además de este hay dos multicines y pare de contar).

          Así que, amor doble. ❤️❤️
          Para mí, entrar en cualquier librería es como entrar en un gran Teatro, donde los personajes de cada obra están escondidos hasta que te atreves a abrir algún libro y ojearlo. A veces, creo que incluso me hablan, me avisan, captan mi atención para que me acerque a ellos.
          Cosas de los majarones amantes de libros. 😜😝
          Feliz semana, amiga. Abrazo librero.

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          1. Buenos días, Jose.
            ¡Qué bonito eso de que, para ti, entrar en una librería es como entrar en un teatro, con actores escondidos a la espera de ser descubiertos! Y susurrando para llamar tu atención y que los abras.
            Me alegra que te haya gustado. No olvides ir a verla, cuando vayas a Buenos Aires. Aunque no sé yo si es una buena recomendación. Los libros pesan también en los aviones. Y los empleados tienen la peregrina idea de que tienes que pagar por el sobrepeso. ¡Como si uno no tuviera bastante con acarrearlos! Lo sé por experiencia. 🤣🤣🤣
            Feliz semana a ti también. Un abrazo en capítulos.

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    1. Hola Nino. Gracias a ti por tus palabras. Me alegro que te haya resultado un recorrido estimulante. Y, menos mal que decidí parar y no seguir escribiendo, porque cuando se refiere a librerías, me entusiasmo y no puedo hacerla corta. Pero, estate atento, que un día de estos os contaré otra faceta del amor de los porteños por la palabra escrita.
      Un abrazo a ti también.

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