VadeReto (febrero 2023 – I)

VadeReto, ¿Jugamos a Inventar Historias? En el blog “Acervo de letras” de Jose Ant. Sánchez, existe este juego que me encanta. Es una invitación a escribir, sólo un tema cada mes que puedes desarrollar como más te guste. Así que, aceptando el desafío de Jose, aquí os presento mi relato que este mes va de ¡El viaje!

Volver al txoko

En ese momento, yo encaraba una nueva etapa en mi vida. A punto de cumplir 40 años, renunciaba a mi trabajo, dejaba casa, amigos, ciudad y país para volver a vivir a Euskal Herria. Y digo volver, aunque nunca antes hubiera vivido allí, porque mi infancia y adolescencia transcurrió entre las calles, los platos, los txokos (los rincones), las tradiciones, los cantos, los dichos de un lugar adorado y añorado por toda la familia.

Un nuevo viaje comenzaba en ese momento. Kurt y yo nos embarcábamos en una película que nos permitiría descubrir nuestra propia capacidad para adaptarnos y reinventarnos. 

Nacía “Trujamán”, una empresa de traducciones e intérpretes que me dejaba no sólo recuerdos. Y me unía a mi hermano y mi sobrino en nuestra empresa de electrónica industrial que iniciaba su andadura con coraje y muchísimo esfuerzo.

Vivíamos en el caserío, con mis padres, mi hermano y su familia, forjando un futuro. Y aprovechábamos cada momento libre para descubrir la tierra de mis ancestros. En cada rincón encontraba a mis abuelos, a mis padres, a mis tíos, a mi pasado.

En Hernani, descubría a mi abuela María Pilar jugando con sus hermanas de leche y hablando el euskera que nunca olvidó.

En San Sebastián, mi abuelo Venancio, que murió sin poder volver a su amada Donostia, me tomaba de la mano y me llevaba a Gastelubide a buscar a su hermano, el tío Paco, el mayor jatorra que nunca he conocido, que ensayaba para la Tamborrada. Los barriles atronaban y despertaban imágenes de instantes felices.

La Parte Vieja bullía de gente y de buen ambiente, las cuadrillas de hombres tomaban sus txikitos y, de tanto en tanto, se arrancaban con algún canto de esos que te estrujan el corazón. Que ya lo dice el dicho: “Un vasco, una txapela; dos vascos, un frontón; tres vascos, una trainera y cuatro, un orfeón.”

Txikiteando, se abría el apetito, los pintxos ya resultaban poco, así que nos sentábamos a alguna mesa a disfrutar de un marmitako, unas txuletas o un besugo asado, regados con un buen Rioja alavés.

Mi madre Maricarmen nos esperaba en “Casa Otaegui”, la Pantxineta nos aguardaba. Y luego, para bajar la comida, el paseo por la Concha, oliendo el mar hasta el túnel del Antiguo.

Pasábamos por Elcano,6, donde la familia vivía feliz, con trabajo y momentos de alegre diversión compartidos con padres y abuelos. Y por la zapatería de Venancio, enfrente de la mueblería de Antonio Eceiza, donde lo mismo se vendían muebles que se hacían trabajos de ebanistería, cerca de la juguetería El Candado, que estaba al lado del portal de su casa, y con la cual Maricarmen soñó toda su vida.

Paquito era bastante trasto y prefería jugar a la pelota o correr con sus amigos por la Plaza Guipúzcoa, su adorado parque. Maricarmen, en cambio, era muy estudiosa y le gustaban el francés y las matemáticas que aprendía en el Instituto Peñaflorida, el mismo que entre sus paredes hoy alberga el Centro Koldo Mitxelena. Entraba con mi madre, como si de un templo se tratara. Recorriendo sus salas y sus estanterías repletas de libros, yo me prometía que un día, mi libro estaría en ese lugar para que el mundo se enterara que la hija de Maricarmen había vuelto con ella.

Pasado, presente y futuro se entrecruzaban ante mis ojos.

Zortziko de Lanz. Ayer y hoy, grandes y pequeños se unen a la fiesta

En Tolosa, la abuela María (a la que no pude conocer) había ido a comprar alubias al Mercado del Tinglado, el tío Juan acababa de salir a la Plaza Euskal Herria. Como era lunes, había feria de ganado. Y el tío Esteban me venía a buscar para ir con su hermano Víctor, mi padre, a Navarra.

El viaje en el coche del tío, escuchando jotas y zortzicos y ahumándonos con su puro cubano, se deslizaba por la A-1, la antigua vía que conectaba San Sebastián con Pamplona. Hoy en día es una carretera secundaria, tranquila y relajada, porque la A-15 ha tomado su relevo, pero en aquel tiempo, era la ocasión para adentrarse en tierras de mi familia paterna.

La ruta daba vueltas y revueltas, atravesábamos prados con sus caseríos blancos, trigales, pequeños pueblos como Betelu, y en cada uno de ellos los hermanos tenían anécdotas que contar. ¡Qué ilusión! ¡Mirar y mirar una y mil veces esos impresionantes paisajes verdes de montaña!

Comprábamos un queso y una barra de pan en Idiazabal para el amaiketako, ya sabéis, esa merienda mañanera que acorta el camino.

Se acercaban las fiestas por antonomasia del invierno navarro: los carnavales. Una explosión de rituales, personajes mágicos y esa extraña mezcla de color y oscuridad propia de sus diferentes celebraciones. Brujas, osos, fantasmas de arpillera rellenos de paja, carboneros, gigantes y bandidos con varas, se adueñaban de las calles y recuperaban algunas de las danzas y rituales mágicos más ancestrales. 

En Navarra, cada localidad vive de forma única esta fiesta. En Alsasua los reyes son los temibles momotxorros, unos personajes que cubren sus cabezas con cestos de los que cuelgan pieles de oveja y adornados con cuernos de vaca. A la espalda, los cencerros con los que anuncian su llegada, y en la mano, un sarde (la horca para aventar en la era), para asustar a los que se atreven a acercarse.

Desde Etxarri-Aranaz, dábamos un paseo por la Ruta de Robles Milenarios, precioso lugar de olor a tierra, bosques de hayas y robles, entre la sierra de Aralar y el Parque Natural de Urbasa-Andía.

Hacíamos un desvío para saludar a San Miguel en su santuario, y aprovechábamos para comer en su restaurante unos huevos con txistorra y un cordero guisado que estaban de rechupete.

El tío Esteban me contaba la leyenda de Teodosio de Goñi, un caballero navarro que vivió en tiempos del rey Witiza, en el siglo VIII, que se casó con Constanza de Butrón y Vianda y vivían en Larrañarenetxea. Eran tiempos de guerra en que los pueblos del norte se defendían de la invasión musulmana y Teodosio marchó a la guerra. Tras una larga ausencia pudo volver a su valle y poco antes de avistar su pueblo, en Errotabidea (camino del molino) se cruzó con un peregrino, que en realidad era el demonio disfrazado, quien le dijo que su esposa le era infiel con un criado y que éste compartía con ella el lecho en la casa conyugal.

Ciego de ira por esta afrenta, Teodosio llegó a su casa, entró en su dormitorio y entrevió dos cuerpos que yacían en la cama. Seguro de su deshonra, sacó su espada y arremetió contra ellos una y otra vez, hasta que sus manos se cubrieron de sangre. Salió de la casa y, con gran estupor, vio en la plaza a su esposa, que regresaba de la iglesia. La alegría por el regreso de su marido se convirtió en horror y desolación al darse cuenta que a quienes había asesinado Teodosio era a sus propios padres, a los cuales Constanza había invitado a vivir en su casa durante la ausencia de su marido. Este confesó su horrendo crimen y el Papa Juan VII le impuso la penitencia de vivir fuera de toda población, llevando una gruesa cadena ceñida al cuello y a la cintura y una cruz de madera a cuestas, hasta el día en que, por el desgaste, la cadena se rompiera.

Vagó Teodosio por los montes de Andía y Aralar durante siete largos años. Un día, se encontraba en una de las cumbres de esta sierra, próximo, sin saberlo, a la boca de una sima en cuyas profundidades vivía un dragón que mataba personas y ganados fulminándolos con su lengua de fuego. Repentinamente el monstruo surgió de la caverna y Teodosio se encomendó a San Miguel. El arcángel descendió del cielo dentro de un gran resplandor, aniquiló al dragón y rompió las cadenas del navarro. Liberado de su penitencia, Teodosio volvió a su casa y tras abrazar a su esposa y a su hijo, regresó a la cumbre de Aralar, donde consagró el resto de su vida al culto a San Miguel, construyendo este templo en su honor.

¡Vaya, esto lo tenía que haber recordado en el VadeReto de diciembre!

Seguíamos nuestro paseo por Navarra y llegábamos a Irurzun, ese pueblo que siempre le escuchaba nombrar a mi padre, porque a su feria de ganado solía acompañar a su madre, que vendía comida en un puesto. Y ya que estábamos allí, nos acercábamos a Gulina, para ver el caserío donde él nació en las Ventas.

Acabábamos en Pamplona, dándonos una vuelta por la Plaza del Castillo. ¡Volveré el 7 de julio! me decía, muy valiente.


Stephen Hawking nos enseñó que, en esta noche sin nubes, vemos estrellas que ya no existen. Pero, si miráramos desde una de esas estrellas hacia nuestro planeta, veríamos dinosaurios caminando por la tierra. Pasado, presente y futuro. El tiempo ¡¡gran misterio!! Un viaje regido por una distancia que no tiene que ver con lo efímero y lo eterno.

Zortziko “Pensando hacer fortuna” Pasado, presente, futuro, los caseríos siguen ahí, formando parte del paisaje, de la vida

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

13 comentarios sobre “VadeReto (febrero 2023 – I)

  1. ¡Vaya, Marlen!
    Como decimos por aquí, te has abierto en caná. 😱
    Efectivamente, es un viaje de cambio, de reencuentro, de iniciación, de tantísimas emociones que, además de compartirlo, nos has llevado a vivirlo contigo. ❤️
    Aunque lo has relatado fenomenalmente, solo podemos entenderlo superficialmente, al menos yo. Es un cambio tan drástico y sensitivo. Tuvo que ser bestial.
    Me ha encantado el vídeo en donde se ve a tanta gente, espontánea presupongo, que se hace cómplice para unirse en ese baile callejero. Eso sí, (aquí viene la guasa gaditana), hay que repartir más txakoli para cambiar esas caras tan serias. 😅😂
    La leyenda de Teodosio de Goñi es bárbara. En un principio, con mi habitual despiste, creí que le había pasado a un familiar tuyo. Luego ya me di un par de cachetes y bajé al plano terrenal. Sí, hubiera encajado perfectamente en el VadeReto de diciembre, pero ¿quién te dice que no vamos a hacer otro reto de cuentos populares y leyenda? Con lo que me gusta el tema. 😝
    Felicidades, Marlen. Ha sido un viaje expléndido lleno de vivencias y emociones que hemos disfrutado al leerlo. ¿Deduzco por el «I» del título que tendrá continuación? 😂
    Abrazo, amiga viajera. Qué gueno tenerte en la familia. 🤗😊👍🏼

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  2. Sí Jose, por eso decía que me había desnudado en esta entrada. Porque «este viaje» fue muy especial y merecía ser contado sin disfrazar nada (o casi nada).
    ¡Bestial! lo has descripto perfectamente. Tantas emociones, tantos cambios y reencuentros, tanta mezcla y cruces de presente y pasado (lo habrás notado en los tiempos verbales), tantos recuerdos de cosas no vividas y por fin «descubiertas».
    He tardado mucho en contarlo. Me ha resultado difícil compartirlo. No sé si lo he logrado. Pero me alegra que hayas sentido que lo has vivido conmigo.
    El Zortzico de Lanz es uno de los que habitualmente se bailan en fiestas. No es algo organizado. Está bailado en la calle, lo inicia cualquier cuadrilla (grupo de amigos) a los sones de una txaranga, y se va agregando la gente que pasaba por allí. En cuanto a las caras serias, puede ser que aún fuera temprano y aún no se habían abierto muchas botellas de txakoli, puede que no quisieran perderse en los pasos o puede que los vascos somos muy serios cuando hacemos algo «serio». 🤣😂🤣
    En lo de la Leyenda de Teodosio de Goñi, realmente me la contó mi tío Esteban cuando fuimos la primera vez a San Miguel y me hizo ilusión que estuviera en el relato, porque es una forma de meter las tradiciones y costumbres en ese mundo viejo/nuevo que estaba aprendiendo a redescubrir.
    Por fin, lo del «I» en el título no tiene que ver con ninguna continuación. Este relato será único, como el viaje. Pero cuando nos contaste el tema de este mes, primero pensé en otro viaje y empecé a escribirlo. Luego, creí que ya era hora de remover sentimientos. Aquí está su fruto. Pero me quedé con las ganas de contar también el otro, y, para no arrepentirme, apareció el «I». Así que ya sabes, habrá un segundo aporte, cuando tenga tiempo de respirar.
    Un abrazo goxo goxo, amigo. Y gracias por tus palabras.

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  3. ¡Hola, Trujamán! Un viaje que se precie debe ser algo más que un desplazamiento espacial, debe significar que la persona que lo inició es distinta a la persona que lo ha terminado. Que ese viaje ha logrado cambiar nuestro chip, enriquecer nuestra percepción de lo que somos y de lo que queremos ser. En tu narración has dado muestra de lo que este viaje significó para ti, eso se nota en cada frase. Y eso lo disfruta el lector. Un abrazo!

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  4. Hola David. Desde luego, si he conseguido transmitir lo que significó este viaje para mí, está logrado el objetivo. Y si, además, lo has disfrutado, me das una alegría.
    Así que gracias por tus palabras y un abrazo a ti también.

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  5. ¡Hola! Un gran relato para el reto de José Antonio, a mí me han parecido como varios microrrelatos dentro de otro relato extenso, es un gran viaje el que descubres y dibujas como si de un cuadro se tratara y que has pintado con pequeñas pinceladas a modo de los pintores impresionistas. Buen relato. Un abrazo. 🙂

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  6. Hola Mercedes. ¡Qué bonita forma de ver el relato, como un cuadro impresionista! ¡Me encantan los impresionistas! Y me hizo mucha ilusión imaginar mi viaje así.
    Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado.
    Un abrazo para ti también.

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  7. ¡Hola! me ha encantado leerte, con tantos lugares conocidos que nombras, hasta mi Tolosa natal, que a pesar de haberla dejado atrás hace años, siendo una niña de 10 años, la añoro mucho. Me has sabido transmitir emoción, sentimiento… Un relato muy emotivo.
    Saludos

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  8. Hola Jose. Me alegro mucho que te haya gustado el viaje y que hayas paseado un ratito por tu Tolosa. ¿Has visto qué bonito está el Mercado del Tinglado? Pues no veas las alubias que nos hemos comido, con todos sus sacramentos. ¡Para chuparse los dedos!
    Si he logrado transmitirte mis emociones y sentimientos, es que aún te remueve cosas por dentro y eso es muy bonito. ¿Hace mucho que no vienes? ¿Aún tienes familia aquí?
    Gracias por tu comentario. Un abrazo.

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    1. Hola José.
      Teodosio de Goñi, un caballero navarro que no perdía mucho tiempo pensando en posibilidades y consecuencias.
      Sí, las sorpresas suelen ser problemáticas. Más de uno se ha llevado una sorpresa por querer sorprender. Claro que si me dijeras, en nuestro tiempo, un llamadito, un WhatsApp… está alcance de casi todo el mundo. Pero ¿te imaginas cómo serían las comunicaciones en aquellos tiempos? Y no hablemos de una capital o una gran ciudad. Se trataba de un caserío en el medio del monte. Para cuando llegara la cartita, Teodosio ya estaba en la cárcel.
      En lo que estamos de acuerdo es en que, antes de hacer una carnicería, podía haber preguntado, como decía Gila: «Alguien se ha acostado con alguien. Y no me gusta señalar, pero los estoy viendo bajo las sábanas. Alguien me está convirtiendo en un cornudo…» 😂🤣😂
      Un abrazo.

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