El Museo San Telmo de San Sebastián/Donostia, fue inaugurado en 1902, y es el más antiguo de Euskal Herria. En 2011 se renovó totalmente y cuenta en la actualidad con más de 35.000 piezas inventariadas en diversas categorías: Etnografía, Bellas Artes, Fotografía, Arqueología e Historia.
San Telmo se presenta como un museo y, al mismo tiempo, un espacio para la divulgación del conocimiento y para la creación de pensamiento, y pretende ser un instrumento para entender el presente y construir el futuro desde el conocimiento del pasado. Para ello ofrece una amplia programación de actividades, como la exposición “Indésirables. Del bombardeo al campo – Trayectos del exilio”, que hoy os traigo y estuvo expuesta en el museo hasta el 29 de enero.
El texto de su folleto, escrito por la comisaria de la exposición Piedad Solans:
“Indésirables aborda la discriminación política y racial, las guerras y bombardeos, los transportes de personas exiliadas o deportadas y el control de una parte de la población en “campos” de internamiento, concentración o exterminio, a través de la obra multidisciplinar de dieciséis artistas internacionales, aguafuertes de los Desastres de la guerra de Francisco de Goya (Colección San Telmo Museoa), dibujos y cuadernos de “campo” procedentes de Elsbeth Kasser Stiftung – AfZ Zürich (Zürich) e IAACC Pablo Serrano (Zaragoza), fotolibros (Gabriela Cendoya Bergareche Collection) y documentación histórica procedente del Museo de Aquitania (Bordeaux), Sammlung KLR-S (Berlín) y ACHAC (Paris).
El control y confinamiento de masas de población civil y los genocidios políticos, ideológicos y raciales del siglo XX, que se prolongan en el XXI, fueron posibles gracias a un desarrollo industrial que transformó los espacios y flujos abiertos del sistema colonial en fronteras y zonas cercadas con alambradas de espino, barreras y muros de hormigón. De la explotación colonial del trabajo esclavo o procedente de territorios conquistados, personas y poblaciones pasaron a ser consideradas una sobrecarga inútil para los Estados, siendo desplazadas, bombardeadas o de- portadas a “campos” de trabajo, de “reeducación ideológica”, de concentración o exterminio. Ideologías coloniales, nacionalistas y totalitarias utilizarían desde el siglo XVIII ciencias como la biología, la antropología, la paleontología, la medicina o la psiquiatría para argumentar la categoría irracional de “inferioridad humana” y legitimar las herramientas y (ab)usos de su dominación. Grupos étnicos, políti- cos, de género, sociales y marginales (incluida la enfermedad y la pobreza) fueron considerados degenerados, primitivos o salvajes, “débiles” para la evolución, pe- ligrosos para la “civilización” y despojados de derechos y de ciudadanía.
De la “Puerta del no retorno” de las fortalezas de esclavos a los barracones del campo de concentración y los módulos carcelarios; del espacio ilimitado de la “Nave de los locos” medieval y los ensacados de Goya a los trayectos de personas exiliadas y desplazadas; de los Desastres de la guerra a los tanques, drones y granadas, de los bombardeos, la población civil asesinada y los muertos en paisajes de escombros y cenizas; de las barreras, las alambradas y las masas de población ambulante a la dispersión de campo-ciudades de refugiada/os sin derechos de ciudadanía, Indésirables plantea una violencia sistémica que pervive en conflictos ideológicos y religiosos, las guerras, terrorismos y tráfico de armamento bélico, la trata y explotación de personas y el confinamiento y exclusión de quienes se considera “indeseables”. Interpela, a una población acostumbrada al espectáculo mediático de la violencia, a un cambio de sus estructuras y al desarrollo de formas civiles de igualdad y cooperación.”



No es una exposición para incitar al miedo, sino para hacer ver la vulnerabilidad en la que vivimos y, sobre todo, para tomar conciencia e incentivar una acción de ser solidarios con esa gente. Suelo hablar en mi blog de estos temas, suelo hablar de las guerras porque amo la paz, suelo hablar de los Indésirables, de los exiliados, porque mi historia familiar me lo pide y porque siento la necesidad de justicia y de empatía.
La memoria no es sinónimo de rencor, ni el olvido de reconciliación. El final de la guerra civil española y el inicio de la represión franquista condenó a muchos españoles al exilio. Una diáspora hacia Europa, América, África, Asia y Oceanía, que se alargaría durante toda la dictadura. Alrededor de 1,5 millones de españoles entre ellos niños, ancianos, mujeres, milicianos, intelectuales, políticos… todos desterrados, renunciaron a lo poco que les quedaba y cruzaron con lo puesto la frontera. Experimentando la humillante acogida, la lucha por la supervivencia, la lucha contra los fascismos, los campos de concentración, la persecución, en muchos casos la extradición, acabando gran parte de ellos nuevamente en las cárceles franquistas y muriendo otros en tierras extranjeras.
En palabras de Alfonso Guerra “El que abandona forzosamente su país, el que es acogido en otro lugar; debe hacerse perdonar su presencia, a fuerza de humildad y servidumbre, come el amargo pan del exilio, lleva una vida de nostalgias y recuerdos, entre los impulsos frustrados de regresar a su patria”.
En el siguiente video Piedad Solans hace una introducción de la exposición y resume el contenido de la misma: