Sí, aunque ya no nos acordemos de la guerra, aunque los noticieros tengan “cosas más importantes de las que hablar”, hoy 24 de febrero de 2023, se cumple un año del anuncio del presidente ruso Vladimir Putin del inicio de lo que denominó la “operación militar especial” en Ucrania. Su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski respondió poco después, declarando la ley marcial y la movilización general.
En los días siguientes, al menos un millón de ciudadanos huyeron del país en medio de los bombardeos y se iniciaron las primeras sanciones occidentales contra Moscú: Estados Unidos anunció bloqueos a bancos rusos y exportaciones de tecnologías, mientras la Unión Europea prohibió el uso del sistema SWIFT en algunos bancos rusos.
Rusia atacó por tierra, mar y aire teniendo a Kiev como objetivo principal, en un intento por derrocar al gobierno en una ofensiva relámpago. Con las tropas rusas superando a las ucranianas en armamento y número, el temor de que Ucrania quedara bajo dominio ruso se esparció por el mundo. Sin embargo, esos temores se fueron diluyendo a medida que pasaba el tiempo.
En marzo, negociadores rusos y ucranianos se reunieron por primera vez en Estambul, sin llegar a acuerdos. Fuimos conociendo los horrores de la guerra, muertes, torturas, violaciones, asesinatos a sangre fría, fosas comunes descubiertas en las ciudades recuperadas, ataques, bombardeos, explosiones, ciudades arrasadas, sanciones de la comunidad internacional (especialmente Estados Unidos, Europa y la Organización de las Naciones Unidas).
Acabábamos el año con 7,8 millones de personas en situación de refugiados, cerca de 7 millones de desplazados internos y la cifra de personas con necesidades alimentarias o de subsistencia ascendía ya a los 9,3 millones. Miles de ciudades han sido destruidas y en las poblaciones que Ucrania ha recuperado, miles de ciudadanos se enfrentan a la titánica tarea de reconstruir sus hogares.
Entretanto, Rusia ha sufrido fuertes golpes a su economía, que han afectado a la calidad de vida de sus habitantes y a los precios de los combustibles en Europa. De esto, sí que nos enteramos.
Y la guerra, debido a la escasez de combustible por las sanciones a Rusia y la limitación de producir granos en el territorio en guerra, también ha influido en un aumento de la inflación en otras partes del mundo y sigue amenazando la seguridad alimentaria en muchos países.
Cada vez es más complicado para el Kremlin aislar a la población rusa de la guerra en Ucrania, consecuencia de la prolongación del conflicto y «la movilización parcial» decretada por Putin. Los doce meses de conflicto ya han cambiado profundamente la sociedad rusa. En Moscú, San Petersburgo o en remotas ciudades medianas, la maquinaria de seguridad expulsa a los traidores, se celebra la patria y la oposición hace lo que puede para resistir.
A día de hoy, el presidente francés Macron ve imposible negociar con Putin, y aboga por “intensificar el apoyo” que el bloque comunitario ofrece a Ucrania, para así “lanzar una contraofensiva” que obligue a Rusia a negociar. La OTAN y los aliados, mientras velan porque el conflicto no traspase sus fronteras, aseguran no estar en guerra contra Rusia, pero se han posicionado a favor de Ucrania con el envío masivo de armas y municiones. Lo cual les exigirá potenciar la producción de su industria militar.
La guerra continúa librándose en el este de Ucrania, donde las fuerzas del Kremlin y las de Kiev se disputan cada centímetro de territorio, los ucranianos se enfrentan a cortes en los suministros, lo que también incluye la calefacción, en un país en el que se han alcanzado temperaturas en torno a los 0ºC. Aseguran haberse “acostumbrado” a algunos fenómenos totalmente inusuales para los que no viven la guerra, por ejemplo a las sirenas que anuncian los bombardeos y a la falta de… prácticamente todo.
Sin embargo, la incertidumbre todavía rodea al final del conflicto, la guerra continúa y no hay señales de paz a la vista, a pesar del visible cansancio de los vecinos en conflicto.
Este es el rincón de «Imágenes de una guerra». Fueron sacadas por el fotógrafo Nacho Doce para la revista 5W. Y mi intención es, únicamente, recordarnos que la guerra continúa. ¡No lo olvidemos!
Los hermanos ucranianos Stepan y Volodymir Kovalyov, de 80 y 77 años, en la fotografía aparecen brindando con horilka, el vodka ucraniano, en el sótano en el que Stepan vive con su esposa Tetyana, desde que su casa fuera destruida durante la ocupación rusa de su aldea, Posad-Pokrovske, al noroeste de Jersón (sur de Ucrania). Volodymir vive con su esposa Tetiana, de 76 años, duermen en la última habitación de su casa que aún tiene techo.
No tienen electricidad ni calefacción y los campos colindantes están repletos de minas, lo que hace que sea imposible cultivarlos. Pese a ello, ambos hermanos han decidido quedarse en esta aldea rural y pasar la última etapa de sus vidas en el lugar que mejor conocen. La de los Kovalyov es una situación que viven, en diferente medida, miles de personas en Ucrania, un año después de la invasión. Muchos dejaron sus pueblos y aldeas cercanos al frente de batalla cuando estalló la guerra, pero otros muchos, entre ellos personas ancianas, se negaron a marcharse.
“Tenemos 80 años, hemos trabajado toda nuestra vida, en el mismo jardín y ahora estamos esperando la muerte”, dijo Stepan a Reuters en una visita al pueblo a finales de enero. «¿Qué más podemos esperar?» Sobreviven, sólo sobreviven.
La historia nos enseña que la guerra, además de ser una dura prueba, es el último recurso de los incompetentes. Un abrazo.
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Hola Carlos.
100% de acuerdo contigo. Y además, no son ellos quienes sufren sus consecuencias, por supuesto. En la mayoría de los casos se van de rositas. Es la población quien pierde a sus seres queridos, pasa las mayores penurias de todo tipo, en muchos casos debe abandonar su casa y su tierra y quedan marcados de por vida, la de ellos y la de sus descendientes. Porque los estragos de la guerra no sólo afectan a quienes la viven, también a las generaciones siguientes.
¿Alguna vez aprenderemos?
Un abrazo a ti también.
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