A falta de mar, bueno era el Río de la Plata (I)

Buenos Aires no siempre le dio la espalda al río. Hubo un tiempo, durante el siglo XX, en que la Costanera Sur se destacaba entre los puntos de encuentro más importantes de la ciudad. En la Buenos Aires de antaño, a falta de mar, bueno era el río. ¿Acaso la Reina del Plata alguna vez tuvo playa? ¡Claro que sí! El balneario Costanera Sur, era lo más parecido a una playa que teníamos a nuestro alcance. Y viviendo en San Telmo, sólo teníamos que caminar por la calle Estados Unidos hacia el río, cruzar Paseo Colón, entrar en el Puerto y llegábamos a la Costanera con todos los pertrechos necesarios para disfrutar del río, del balneario, de las olas y el viento Sucundum, sucundum (como diría Donald).

Pero empecemos por el principio. Allá por el 1900, en terrenos ganados al río, entre las avenidas Belgrano y Brasil, se proyectó la joya de los veranos porteños. En diciembre de 1918, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, quedó inaugurado el Balneario Municipal Costanera Sur, toda una novedad para una Buenos Aires que no paraba de crecer, que ganaba en espacios verdes y sitios de esparcimiento. Y el flamante balneario no fue la excepción. La zona se convirtió en un coqueto parque arbolado, adornado de acacias y tipas, provisto de maceteros y faroles importados de Francia. Y hasta una refinada pérgola construida en estilo griego, poblada de glicinas, vistosas y coloridas enredaderas, que la cubrían y perfumaban el aire, situada a la altura de la avenida Belgrano. ¡Eso sí que era nivel!

En la “Pérgola de Luis Viale” estaba ubicado el monumento que llevaba tal nombre para recordar a Luis Viale que sacrificó su vida en el naufragio del vapor América, ocurrido en estas aguas del Río de la Plata el 24 de diciembre de 1871. Muchas familias partían para cruzar el río y pasar con familiares y amigos de la otra orilla las fiestas. Una explosión en las calderas a la 1 de la madrugada de la noche de Nochebuena, generó un incendio y partió el barco en dos a 7 millas de la costa uruguaya. Los salvavidas no alcanzaron para todos los pasajeros. Entre ellos iban Augusto Marcó del Pont y Carmen Pinedo Quesada, su mujer que se encontraba embarazada. También viajaba Luis Viale, un comerciante italiano de 50 años, cofundador del Banco de Italia. Luis ya se había puesto el salvavidas cuando advirtió que una señora muy joven embarazada no lo tenía. Entonces, sacándoselo, se lo ofreció. Él desapareció en el río y ella se salvó. Se ahogaron 130 personas.

Cuando el esplendor del balneario se apagó, la escultura fue retirada del lugar por la intendencia de Cacciatore, que se caracterizó por quitar de los sitios públicos verdaderas obras de arte e interés histórico. Tiempo después, la estatua de Viale fue ubicada en un viejo corralón municipal al costado de las vías, frente al Hipódromo de Palermo y fue colocada nuevamente en la Costanera.

Todo el balneario era realmente una hermosura. En la parte inferior al parque, se construyó un amplio paseo ribereño, flanqueado en toda su extensión por una escalinata que conducía al lecho fluvial. ¿Y era posible adentrarse en las aguas? Para ello estaba el famoso Espigón Plus Ultra, una especia de lengua de tierra que se internaba en el río haciendo las veces de mirador.

En el extremo del espigón estaba el «Monumento al Plus-Ultra» conmemorando el primer viaje aéreo que unió Argentina con España. Proeza llevada a cabo en 1926 a bordo de un hidroavión, comandado por Ramón Franco y los navarros Julio Ruiz de Alda y Pablo Rada Ustarroz, como copiloto y mecánico respectivamente. La travesía duró poco más de 15 días y su amerizaje, en la Costanera Sur, fue un acontecimiento ampliamente festejado. El monumento representa un Ícaro de bronce parado sobre un pedestal de piedra. Fue hecha hacia 1928 por el escultor español José Lorda con aportes del pueblo.

La “Fuente de las Nereidas” de la escultora Lola Mora, llegó de Roma en 1903 y fue instalada frente al espigón de la Costanera Sur en 1918, el mismo año que se creó el Espigón Plus Ultra.

Y también el «Monumento a España» que se inauguró en 1936. Obra de otro notable escultor argentino, Arturo Dresco, fue realizada en retribución al recibido por la ciudad con motivo del Centenario: el «Monumento de los Españoles» en los bosques de Palermo. Hecha en granito rojo, mármol y bronce, la parte central exhibe la leyenda «A España Fecunda Civilizadora Eterna». Los grupos escultóricos representan algunos momentos históricos mientras que las figuras femeninas simbolizan la Argentina (joven y de pie) y España (madura y sedente).

El espigón era el sitio más concurrido del balneario, puesto que allí se situaban los vestuarios que los bañistas frecuentaban antes y después del chapuzón. ¡Se instalaron nada menos que 300 casillas! En ellas, mujeres por un lado y hombres por el otro, se ponían sus trajes de baño de la época para darse el chapuzón o simplemente refrescarse en los días veraniegos. ¡Eso sí! era imprescindible que el bañador cubriera la mayor superficie de piel, ¡que no se viera nada! Durante la intendencia de Carlos Noel, en la presidencia de Marcelo T. de Alvear, las normas eran claras: los bañistas debían proveerse de toalla (nada de andar secándose al sol) y de ningún modo podían permanecer en el lugar más allá de las 19hs, no fuera a ser que la nocturnidad despertara vicios y pecados en la zona. ¡Si me habré bañado, años después, en noches de luna llena!

Las multitudes que frecuentaban la zona aumentaron en 1936, cuando debido a los problemas generados por los carnavales en la urbe, el gobierno municipal porteño decretó que los juegos de agua tuvieran lugar únicamente en la Costanera Sur.

Lo cierto es que el paseo no tardó en convertirse en la opción por excelencia de la clase media, aquella que no se desplazaba a centros estivales más lejanos, como Mar del Plata. En 1924, el intendente Carlos Noel decidió ampliar la costanera hasta la altura de la avenida Córdoba. No conforme con ello, ese mismo año decidió convocar a don Andrés Kálnay, arquitecto húngaro al que le fue encargada la construcción de una serie de locales para alquilar a modo de confiterías y cervecerías. Pero de esto, hablaremos mañana.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

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