No quiero sentirme cómplice

Estos días y contrariamente a mi costumbre de los últimos tiempos, he visto el noticiero español. Por qué hace mucho he decidido dejar de oír los medios de comunicación masiva, es otro tema que ya he tratado en este blog. Pero estos últimos días, veo y escucho con angustia los sucesos que están ocurriendo en Afganistán.

Y mi preocupación no se debe a las consecuencias de política internacional, que genera el control de este país por parte de los grupos talibanes. Ni tan siquiera se centra en las posibles influencias que la existencia de un régimen como éste puede tener en la evolución de la actividad terrorista mundial.

Porque el terrorismo, en todas sus facetas, se desarrolla casi en cualquier ambiente. La experiencia me dice que el radicalismo y la intransigencia sobre la que se basa, puede arraigar lo mismo en la ignorancia como en las élites intelectuales, en la pobreza como entre los más poderosos, entre personas que viven en sociedades abiertas y democráticas, como entre las que viven oprimidas por imposiciones dictatoriales de cualquier tipo.

Por su parte, el terrorismo es parte de un juego de intereses y de poder dentro de la política internacional, en el que el propio terrorismo no es más que una pieza. Un juego en el que se olvidan las personas o son ignoradas en sus decisiones, sabiendo incluso que millones de ellas pueden sufrir las consecuencias de cada uno de los movimientos de esa “partida”.

Pero mi preocupación está precisamente en las personas. En las y los afganos que ahora van a sufrir las consecuencias de un gobierno cuyos intereses no son el bienestar de su sociedad y que no va a permitir que sea la propia ciudadanía afgana la que decida su futuro.

Me preocupan de una forma muy especial las mujeres y las niñas afganas que, casi con toda seguridad, van a  perder su estatus de personas, de iguales, para convertirse en invisibles.

Me preocupa la imposición de un gobierno que, con una visión muy concreta y radicalizada de una religión, va a determinar las leyes y la forma de funcionar de todo un país.

Me preocupan los derechos humanos y la libertad de expresión, de pensamiento, de creencias, o de conciencia, que van a ser anuladas. En definitiva, me preocupa cómo esa dictadura va a influir en la vida y en los derechos de las personas. Si, lo sé, también aquí al lado se producen atentados contra las personas, su forma de ser y sus creencias, pero aquí y ahora, aún tenemos el derecho a quejarnos sin ser asesinados. Y cada uno es libre de utilizar la forma que mejor le parezca para quejarse. Además, mirar un poco más lejos no implica dejar de mirar cerca.

Yo, como vasca, hija, nieta y descendiente de vascos por ambas ramas, al ver lo que ocurre en aquel país, no puedo menos que recordar lo que nuestro pueblo y mi familia sufrió con el alzamiento de los rebeldes en 1936 y con los cuarenta años de dictadura que se vivieron en España.

Ellos viven ahora lo mismo que vivieron mis padres, mis abuelos y tantos otros entonces: muerte, persecución, represión, cárcel, separación de sus familias y exilio. Un exilio que a algunos no les permitió regresar nunca a su tierra y que a otros no les permitió hacerlo hasta muchísimos años después.

Afganistán y Euskal Herria comparten también otra circunstancia trágica: la del abandono por las potencias que debían haberlas defendido del totalitarismo. El totalitarismo de 1936 y el de 2021. No hay excusa para abandonar a los pueblos en manos de los tiranos.

Me preocupa especialmente la actitud de una parte de la sociedad que no se inquieta por el inicio de un calvario para todo un pueblo, sino que analiza la situación actual pensando en las consecuencias que puede traer a nuestra sociedad del bienestar.

Por eso me alegra de que en medio de todo este desastre humano, haya gobiernos, que a pesar de las quejas de los de siempre, hayan mostrado su disposición a recibir a ciudadanos afganos que busquen refugio huyendo de su país.

No olvidemos que los vascos no sólo somos un país de emigrantes, sino que somos un país de exiliados. Que nuestras familias, nuestra gente, tuvo que huir de su tierra por causas políticas. Y que la mayor parte de aquel exilio encontró en América su tierra de acogida. Y allí crearon sus nuevas vidas aportando lo mejor de lo que tiene nuestro pueblo a estos países.

Hoy, 8 de setiembre, “Día de la Diáspora Vasca”, me parecía importante hacer estas reflexiones, pedir a los gobiernos e instituciones internacionales algo más que una reflexión. El abandono de un pueblo a manos de dictadores o regímenes totalitarios de todo tipo no es una opción, ni un mal menor. No se puede convertir a millones de personas en una pieza a sacrificar en la partida global. Reconocer a un gobierno dictatorial les hace cómplices de sus crímenes.

Las personas, los pueblos, o los estados, ni podemos, ni debemos, ni tenemos derecho, a mirar a otro lado.  Al menos sin convertirnos en cómplices de sus consecuencias.

Publicado por BlogTrujaman

Desconfío de aquellos autores, músicos, escritores que, escribiendo ficción, dicen no escribir sobre su propia vida. Al escribir, uno se va enredando en sus propios recuerdos y aparecen entremezclados en la obra. Es muy difícil que todo lo que cuentas le pase sólo a tus personajes. Detalles, pequeños gestos, lugares, contaminan lo que sale de tus manos y no puedes separarte de tus propias experiencias. A mí también me suele pasar. Por eso, en un momento dado, decidí escribir directamente sobre lo pensado y vivido en este planeta, en este viaje. O tal vez, el miedo a desaparecer sin dejar rastro, hizo que me decidiera a abrir la caja de mis recuerdos para contar sin filtro, instantes de un tiempo que no volverá.

3 comentarios sobre “No quiero sentirme cómplice

  1. Reblogueó esto en Andando tras tu encuentro…y comentado:
    Excelente entrada!! La población -las sociedades de todos los países del mundo deberían manifestarse pacificamente, exigiendo la INTERVENCIÓN GENUINA NO SOLO DE LAS NACIONES UNIDAS sino también de la OTAN. De lo contrario, seremos observadores cómplices como siempre pasivos y mansos de aberraciones como las ya sufridas por infinidad de desplazados, cuya cifra cada día es mayor y dramática. Un saludo. Reblogueo El Blog de Trujaman PARA poner un grano de arena, alentando a que se sumen a manifestarse en las redes. Gracias al Blog de Trujaman!!

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  2. Me sumo a tu angustia y sin embargo no he tenido a bien saber qué hacer para marcar una diferencia, a veces me siento insignificante frente a estos problemas demasiado grandes. A lo mejor no puedo hacer nada por las afganas pero trato de hacer algo por las mujeres que tengo cerca.

    ¿Cómo no ser complices?

    Saludos.

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  3. Es cierto Julieta, que la angustia se siente, sobre todo, por la impotencia de no saber qué hacer ante desastres de esta magnitud. Yo opto por comentarlo con quienes tengo cerca y, a través de los medios de comunicación, con nuestros gobernantes y con gente que si tiene el poder de actuar. Ya sé, es apenas un grano de arena, pero aliento a todos a que se manifiesten pacíficamente por los medios que puedan. Y ya sabes, grano a grano… Muchas gracias por tu comentario y un saludo cordial.

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