VadeReto, ¿Jugamos a Inventar Historias? En el blog “Acervo de letras” de Jose Ant. Sánchez, existe este juego que me encanta. Es una invitación a escribir, sólo un tema cada mes que puedes desarrollar como más te guste. Así que, aceptando el desafío de Jose, aquí os presento mi relato que este mes va de ¡¡¡EL PUENTE!!!
Viejo puente Transbordador de La Boca
El Bocha era un pibe de rioba que vivía en la Isla Maciel, Avellaneda. Desde chiquito se había acostumbrado a hacer la suya. Sin la mirada de un padre tano, gritón y violento, que un día se fue para no volver nunca, el mayor de cuatro hermanos, se sentía el hombre de la casa.
Para ayudar a su madre, que trabajaba de día y de noche porque cargaba sola con toda la familia, el Bocha vendía diarios en La Boca. Había abandonado la escuela cuando apenas sabía leer y escribir mal. Todo lo que mostraba de bruto, lo había heredado de su padre. Todo lo que ocultaba de tierno y sensible, lo había heredado de su madre, que en su juventud supo ser una buena cantante de tangos.
Como había que parar la olla, él se había apuntado a canillita. ¡No era tan difícil! Recorrer el barrio, estar temprano para tener la mejor esquina, vocear los nombres de los periódicos, entrar en los bares, chamuyar con los clientes, tener buena memoria y buena labia para ofrecer a cada uno lo que le gustaba.
.- Oiga, diga, se nos viene la final con las gallinas.
.- ¿Hoy se va para Palermo? Cuidado con el 12 en la tercera, que es un matungo.
.- Mire que hoy va a haber quilombo a eso de las 2. No se meta por el centro.
Comentarios acertados que al cliente habitual le hacían gracia y al Bocha le hacían sentir que tenía amigos por todas partes.
Todos los días, se despertaba muy temprano, daba un beso a su madre y subía al Puente Transbordador que cruzaba el Riachuelo y lo llevaba a la capital. El puente era su puerta milagrosa, que lo transportaba a un mundo de colores y sensaciones. Ese momento del día en que lo cruzaba, no lo cambiaría por nada en el mundo. Tomaba el transbordador y no el servicio de botes que en dos minutos le dejaba del otro lado. No como creía su madre, por no pagar a los boteros, sino porque amaba al monstruo de hierro.
Esos minutos colgando dentro de la canastilla, amontonado con otra gente, algún coche y carros de caballo, desplazándose despacio, volando sobre las aguas del río, de los barcos, de la intensa actividad portuaria, del mundo, eran lo más parecido a cruzar el umbral del Reino Mágico.
Un día El Bocha entró a vender diarios en el Café “La Perla”, de Pedro de Mendoza y Del Valle Iberlucea y conoció, en buena hora, a Quinquela Martín, esa paleta que hizo del barrio el eje de su obra y dibujó a la Boca para la eternidad. Solía frecuentar el bar con Juan de Dios Filiberto, su gran amigo, y otros tantos bohemios que hallaban en los conventillos de la Boca su musa inspiradora.
Aunque no eran los únicos que le daban impronta al barrio: los hombres de mar y el malevaje también lo caracterizaban. Los trabajadores del frigorífico “El Anglo” junto a los marineros, procedentes de distintos lugares del mundo, frecuentaban “El Dante” de Almirante Brown entre Suárez y Olavarría. “El Dante” podía ser considerado el precursor de las famosas cantinas de la Boca, ya que en él, por las noches se reunían payadores y músicos ambulantes. Allí solían organizar sus fugaces actos de vodevil.
La esquina de Suárez y Brandsen era la elegida por los “hombres de color”, como se decía en aquellos años, de ahí que al café se lo denominara “De Los Negros”. Y hablando de color, en la calle Pedro de Mendoza, estaba el Bar de la “Negra Carolina”, una antillana gorda nacida en Nueva Orleans, muy sabia y con mucho mundo recorrido, que siempre hablaba de los bares que tuvo en diferentes ciudades. Según cuentan, una noche la negra Carolina atendió a un gringo que mataba el tiempo acodado en una mesa. El rubio era Jack London, el autor de Colmillo blanco. ¡Qué personajes!
El Bocha vendía sus diarios mientras se empapaba como una esponja del ambiente, de las conversaciones y de los personajes que lo rodeaban. En una mesa le convidaban con una medialuna, en otra se quedaba escuchando una anécdota, un poema o mirando el bosquejo de una escultura.
.- ¡Che, traéle al pibe un vaso de leche!
.- ¿Qué vas a ser de grande Bocha, pintor, poeta o marinero?
.- Che, cómprenle el diario al chico, así saca unos mangos.
“Llueve. La tarde entra al aposento, difundiendo su sombra: ¡El viento pasa! ¡Somos ahora un solo pensamiento, un solo corazón, en nuestra casa!”. Francisco Isernia le removía algo por dentro con sus poesías. Y Antonio Porchia le hacía pensar, sus poemas se quedaban dando vueltas como el guiso caliente en invierno: “Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.”
Quinquela le hablaba de Alfredo Lazzari, su maestro, que había llegado de Italia a fines del siglo XIX y tenía un taller donde enseñaba a un grupo de muchachos que lo seguían en sus caminatas a lo largo de la ribera y de la isla Maciel.
.- Cuando seas un poco más grande, hablamos con él y te puede enseñar.
Alguna vez lo llevaba a ver al italiano Francisco Parodi, que tenía un taller de escultura y dorado, sobre la calle General Rodríguez, a pocos metros de la esquina donde había nacido el primer artista nativo de la ribera boquense: Francisco Cafferata. Según le había contado Quinquela, Cafferata hizo unas esculturas geniales antes de suicidarse. Una de ellas: “El esclavo” que él había visto, le había impresionado. La pusieron en un bosque de la ciudad que el Bocha no conocía, en Palermo.
Los anónimos hacedores de mascarones de proa dejaban vistosas expresiones en los barcos que se botaban en los astilleros del Riachuelo. A veces, entraban en sus moradas de patios anchos, cubiertos de higueras y de parrales y se quedaban charlando con los artesanos o acribillándolos a preguntas que bullían en la cabeza del chico.
Quinquela Martín pintaba en la carbonería de su padre. Ir a tomar un vaso de leche, mientras se quedaba mirando cómo la sinfonía de colores se desarrollaba ante sus ojos, era un premio especial. Se quedaba muy callado, él, que no paraba de hablar ni para comer. Callado y quieto para no romper esa burbuja de placer que los envolvía a los dos y al cuadro que se iba perfilando a grandes pinceladas.
Un día se encontraron con otro paseante al que Quinquela admiraba: Don Pío Collivadino, Director de la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Siendo un señor tan importante, Quinquela le contó que cuando vio sus cuadros en la carbonería, le dijo unas cuantas frases que le cambiaron la vida. Le dijo que tenía una manera nueva de ver y pintar, que en sus obras había personalidad y vigor y que podía ser el pintor de La Boca. Por supuesto esto, en la voz nada menos que del director de la Academia, le sonó a voces celestiales y le animó a seguir su sueño. Además, gracias a su influencia, Quinquela había realizado su primera exposición individual en la galería Witcomb del centro. Y, en esa oportunidad, el mismo Collivadino compró el óleo “Impresión del astillero”, y se le abrieron las puertas para su primer viaje a Europa. Las ilusiones se cumplen, pensó el Bocha.
Volver a cruzar el Riachuelo al atardecer para volver a casa, era para el Bocha descubrir los efectos de los rayos del sol, las sombras del puente sobre las aguas, ver cómo se acentuaban los colores en las ondas del río y sentir el secreto anhelo de querer ser pintor, escultor, compositor, poeta… para poder mostrar a los demás la magia de esos momentos.



Léxico lunfardo:
pibe: persona que está en la etapa de la niñez o de la adolescencia
rioba: barrio
parar la olla: hacerse cargo de las responsabilidades económicas de la familia
canillita: vendedor de periódicos por las calles
chamuyar: hablar, conversar
las gallinas: los hinchas de fútbol del club River Plate
el 12 en la tercera: el caballo número 12 en la tercer carrera del Hipódromo de Palermo
matungo: caballo viejo e inútil
quilombo: lío, desorden, situación complicada. En este caso por las manifestaciones en el centro de Buenos Aires, que cortan el tránsito y generan conflictos para desplazarse por la ciudad







Una excelente aportación para el VadeReto de este mes. Bravo!!! He disfrutado al leerlo. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias por tu comentario, Nuria. Me alegro que te haya gustado la entrada.
Ahora iré a ver la tuya.
Un abrazo para ti también.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un precioso relato costumbrista, donde acompañamos al Bocha en sus correrías por el barrio de La Boca. Me encanta cómo profundizas en la personalidad del chico y pintas muy bien sus interacciones con los personajes mencionados. Un relato muy bien logrado, donde el puente es un actor principal junto con el Bocha. Hace algunos años tuve oportunidad de conocer el barrio de La Boca, que se me hizo muy pintoresco aunque demasiado turístico, en tu relato intuyo que tuvo tiempos más interesantes. Te dejo un abrazo.
Me gustaLe gusta a 2 personas
¡Gracias Ana! ¡Qué bonitas palabras! Me alegro que te hayan gustado las correrías del Bocha y que destaques las diferentes interacciones con los personajes secundarios.
El personaje del Bocha es inventado, pero los demás, incluído el maravilloso pintor Quinquela Martín, son personajes reales a quienes quise rendir mi pequeño homenaje, incluyéndolos en el texto.
Tienes razón, hace bastante ya que el barrio de La Boca se ha convertido en un cliché para turistas ávidos de lo typical argentinian. Entiendo el deseo de los turistas que tratan de absorber lo más posible del lugar visitado, pero es una pena que aunque muchos tienen el dinero necesario para hacer un viaje, no todos saben cómo aprovecharlo y dan pie a los listillos de siempre. Lamentablemente, vosotros en México tenéis el mismo problema. ¡Con lo bonito que es charlar con la gente del lugar y conocer su modo de vida, sus costumbres!
Te mando un abrazo a ti también.
Me gustaLe gusta a 2 personas
Me estoy acordando que el barrio turistico que conocí se llamaba creo Caminito, no se si sea parte de lo mismo… saludos! Por cierto me encantó tu país!🇦🇷
Me gustaLe gusta a 1 persona
Caminito es la calle (más bien el pasaje) más famosa del barrio de La Boca. Sigue el curso de una antigua vía abandonada de un ramal del Ferrocarril Buenos Aires al Puerto, con uno de sus extremos frente al Riachuelo, en la Vuelta de Rocha. Su nombre inspiró la música del famoso tango «Caminito», compuesta por Juan de Dios Filiberto.
El ramal se abandonó y el lugar se fue convirtiendo en basurero. Y hacia 1960, a iniciativa de Quinquela Martín, el gobierno municipal la convirtió en una calle museo, con el nombre «Caminito». Las casas de madera y chapa que tienen su frente al pasaje, muchas de ellas «conventillos» como los del barrio de San Telmo, se pintaron de vivos colores al gusto de Quinquela.
Los fines de semana se instala un mercado artesanal en el que se venden pinturas, souvenirs, artesanías, pinturas y collages con imágenes del barrio. Y los turistas se sacan fotos, llevándose el recuerdo de la calle, aunque no sé si les explican siquiera quién fue Benito Quinquela Martín.
Me alegro que te haya gustado Argentina. ¿Recorriste algo más que Buenos Aires?
Me gustaLe gusta a 1 persona
Conocí un poco de Buenos Aires, tomé un tour turístico y nos llevaron a varios lados, recuerdo un parque, El Rosedal, tambien su avenida super ancha, no recuerdo el nombre, donde está el obelisco, y pues el estadio del Boca, Caminito y bueno caminé ya por mi cuenta un poco por las calles. Fue una escapada rápida pues en realidad mi viaje había sido a Chile y estando en La Serena, se me ocurrió dar el «brinquito». Espero poder volver para conocer más. Saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si Ana, El Rosedal es precioso. La avenida ancha es la 9 de Julio. Hay que tomar aire para cruzarla 🤣🤣. Tienes que volver porque Buenos Aires es muy grande y hay mucho que ver. Mi barrio es San Telmo, el barrio viejo de la ciudad, mucho tango, muchos boliches y artesanías y una feria los domingos donde hay cosas de anticuarios. Nací ahí y tengo mi piso de escaparme del mundo, en la misma calle donde nací.
Otra sugerencia es que salgas de la capital y conozcas lugares tan diferentes como los 4 puntos cardinales. Climas desde el sofocante del norte hasta el helado sur, mucha naturaleza, gente muy diferente, un hermoso paseo. Saludos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Buenos días, Marlen.
¡Vaya maravillosa película me has hecho disfrutar!
Usando el puente como vehículo de traslación y a un personaje ficticio, aunque mucho más real de lo que parece, nos muestras las vivencias de un barrio genuino y significativos personajes de la historia argentina.
Me encanta esa forma de introducirnos en la atmósfera del relato con ese habla tan particular bonaerense, tan parecido al gaditano. Esa convivencia tan mundana y natural que, cada vez más, se está perdiendo.
El relato es una lección de humanidad y de historia. De vida y de emociones. Como siempre, nos regalas la voz de una CuentaCuentos fabulosa que nos hace vivir, más que leer, tus historias.
Además, genialmente ilustrado con las pinturas y escenas del puente, que no conocía. Leo en la wiki que estuvo en funcionamiento hasta el 60 y, aunque soy propenso al mareo, debía ser muy especial y excitante ese corto, pero fantástico paseo. Parece más una atracción de feria que un modo de comunicar esas dos avenidas. ¡Ay, Argentina, siempre curiosa y distinta!
¡Felicidades! ¡Qué rico se hace el VadeReto con vuestros relatos!
Un abrazo, amiga.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Buena semana, Jose.
La verdad es que fue un placer recordar a tantos personajes que enriquecieron la cultura de la hermosa Argentina.
En principio, mi relato se quedaba restringido a El Bocha y Quinquela, dialogando bajo el puente y en las calles de La Boca. Pero cuando Quinquela empezó a hablar, todo un mundo de pintores, escultores, poetas y artesanos se empezó a pelear para tener voz en lo que se iba escribiendo. Recordando esas reuniones en bares de otros barrios de Buenos Aires, donde, esponja como el Bocha, aprendía más que en cualquier aula de filosofía, me entusiasmé y al final, tuve que dejar varios nombres fuera, porque el cuento se hacía demasiado largo. Debo aclarar que todos los nombrados era gente del barrio y que frecuentaba los cafés de La Boca.
Cada vez que voy a Buenos Aires, suelo ir a visitar el Museo Benito Quinquela Martín, que fue fundado en 1938. Es hermosísimo y no por su arquitectura. Con la misión de que se hallaran representados todos los artistas de la Argentina, sin olvidar a los precursores e iniciadores de las artes plásticas y a los artistas boquenses, Quinquela Martín donó el terreno y diseñó este edificio donde debía funcionar una escuela, un museo de artistas argentinos de obra figurativa y donde también instaló su atelier y su vivienda.
En la planta baja funciona la escuela primaria Pedro de Mendoza.
En las amplias salas se exhibe el patrimonio, junto a exposiciones temporales.
En sus imponentes terrazas, hay esculturas y una sala de Mascarones de Proa, esos que miraba El Bocha de la mano de su maestro. Actualmente se han instalado unos huertos urbanos para ser utilizados con fines educativos, culturales y artísticos. También se hacen lecturas de poesía.
En el tercer piso se encuentra la Casa-Museo de Quinquela Martín, donde se exhiben sus grandes obras y objetos personales.
Al estilo del trabajo en comunidad desplegado por las instituciones culturales y de socorros mutuos que, creados por las diferentes colectividades, florecían en toda la ciudad, en el lugar creado por Quinquela iban a funcionar sus actividades, complementándose en beneficio de la población boquense.
Creo que es una de las apuestas más ambiciosas de un artista, que atravesó buena parte del siglo XX promoviendo una concepción del arte como factor decisivo en los procesos de construcción de identidad.
En cuanto al Puente Transbordador, se inauguró en 1914 y estuvo en funcionamiento hasta 1960. En 1995 Buenos Aires lo declaró sitio de interés cultural, impidiendo de esta manera que fuera desguazado y vendido como chatarra. A partir del 2011 se empezaron a hacer trabajos para rehabilitarlo y en 2020 el transbordador volvió a funcionar. Entretanto, en 1940 se construyó, a escasos metros del antiguo puente transbordador, el Puente Nicolás Avellaneda, una de las primeras obras del mundo en acero y cemento. En realidad, es un puente transbordador y un puente levadizo, que se acciona cuando van a pasar barcos de más de 20 metros de altura. La canastilla se reemplazó por escaleras mecánicas para subir y pasarelas peatonales. Hay una foto muy bonita con el Transbordador delante y el Puente en rojo, detrás.
Bueno, menuda chapa te he dado, pero me apetecía contarte todo esto. Deja de bostezar Jose, que no era para tanto.
Un abrazo grande, amigo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Cuánta historia! ¡Qué maravilla!
Gracias, Marlen. Qué gran placer aprender de tu mano.
Un abrazo, lleno de polvo y cal.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Impresionante tu aportación al reto de este mes. Bravo!!! Un relato que anima a releerlo. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 2 personas
Gracias Nuria. Siempre es bueno aprender algo de otros países, de su gente, sus costumbres. Y si se logra que sea fácil de leer (y releer 😂😂😂) mejor todavía.
Me alegro de haberlo logrado. Un abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Amiga Marlen, siempre nos sorprendes con tus escritos. Eres única retratando en tus letras la vida y costumbres de un país que se nos antoja lleno de texturas.
Bonito relato. Felicidades.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Virtu, por tus bonitas y estimulantes palabras.
Argentina es un país muy grande, donde la emigración se ha ido mezclando y aportando tradiciones y costumbres, que aparecen reflejadas en el día a día. Una riqueza que he tenido la suerte de vivir y me afano en contar (ya sabes, para que no se pierda en el olvido). Me alegra mucho poder llegar a vosotros y que disfrutéis de los relatos.
Es un placer leer vuestros comentarios.
Un abrazo, amiga Virtu.
Me gustaMe gusta