Buenos Aires, cosmopolita como pocas ciudades del mundo, ha sido por muchísimos años un poderoso imán para pueblos de todos los rincones del planeta. Desde luego las corrientes migratorias, lo que hoy llamamos exilio económico y exilio político, diversas en número y en tiempo, han aportado esa mezcla extraña a la ciudad. Pero lo que ha sido común denominador, es la necesidad que han tenido siempre los inmigrantes, de llevar un trozo de patria consigo: la gastronomía, las costumbres, el cancionero, la cultura, etc. Y cuando los grupos eran lo suficientemente numerosos, fueron creando los centros regionales, que han servido para mantener y transmitir sus tradiciones.
En los años 70 yo frecuentaba el centro vasco Laurak Bat en Buenos Aires y tenía una cuadrilla de amigos con los que aprendíamos algo de euskera y hacíamos teatro en euskera con el grupo de Euskaltzaleak (pero esa es otra historia). También cantábamos con el coro Lagun Onak y un día vimos un aviso en el periódico donde se pedían coristas para una agrupación de zarzuela. Como a todo el grupo nos gustaba cantar, nos gustaba la zarzuela y además nos enganchábamos en cosas divertidas, pues allí nos fuimos a presentar.
La zarzuela es ese extraño género musical donde se canta y se habla, como en la ópera, pero que por su carácter popular, costumbrista y a veces hasta regionalista, tiene menos fama que la ópera. Nació allí por 1657, con una obra de Calderón de la Barca, pero tuvo su auge en el siglo XIX, pasando desde entonces a ser representada en numerosos teatros de Latinoamérica.
Parte instrumental, números hablados, otros cantados por coros y solistas y números cómicos, en general representados por dúos. Hay algunas zarzuelas pequeñas de 1 sólo acto, pero la mayoría son de 3, y en ellas encontramos obras de gran calidad musical y magníficos autores como Francisco Barbieri, Emilio Arrieta, Federico Chueca, Fernández Caballero, Tomás Bretón, Ruperto Chapí, Pablo Sorozabal, Federico Moreno Torroba y Jacinto Guerrero.
La cuestión es que con la experiencia de haber escuchado algunas zarzuelas en los discos de casa y de haber visto la representación de alguna de ellas en el teatro Avenida de la Avenida de Mayo, hasta donde llegaban las compañías españolas en gira, nos presentamos en el Centro Navarro, lugar donde se reunía la Asociación Lírica Amistad. Luego de una prueba de voz, fuimos admitidos en el grupo, que contaba con un número ya bastante grande de integrantes.
Lo primero que llamaba la atención era lo heterogéneo del grupo. Allí estaban la directora Alba Serrano, argentina de familia valenciana, el actor y recitador Arturo Navarro, también de ascendencia valenciana, el checoeslovaco Esteban Crcek, la soprano Carmen Rodríguez y su marido Miguel, el tenor Nelson Sabaté, el tenor cómico Raúl Descoueit de abuelo vasco francés, la mezzosoprano argentina de ascendencia navarra Chichita Irigaray, la soprano Betty Mattiángeli, que como su apellido deja traslucir, era de origen italiano, Felisa de la Puente, el tenor Juan Francisco, los barítonos Luisito Tomaselli y Amador, Any Maragnani, Eduardo Capdevila, Clara Ostrogue, el galán de otros tiempos Gonzalito, además de un buen grupo de gente de muy diferentes edades, desde niños y jovencitos como los chicos de la familia Landeira, hasta mayores.
Y lo segundo es que allí se trabajaba muchísimo, porque además de ensayar las obras y aprender los papeles que cada uno tenía que representar, era la misma gente quien diseñaba y hacía la escenografía, quien se ocupaba del equipo de sonido, quien hacía toda la ropa para la compañía y quien preparaba la utilería para las diferentes obras.
O sea que teníamos ensayos dos veces por semana a última hora, después del trabajo, porque ninguno nos dedicábamos a eso, éramos todos vocacionales, actuación casi todos los fines de semana y el resto del tiempo libre nos dedicábamos a pintar, coser, reparar telones o hacer utilería.
Los ensayos terminaban a las diez y media, once de la noche y luego, como nos daba pena separarnos porque aún teníamos mucho que compartir, muchos de nosotros seguíamos la farra en algún boliche de la ciudad donde tomábamos algo, comíamos a veces, charlábamos y cantábamos, claro hasta las tantas. Más de una vez los mozos se ponían a fregar el piso, como muda insinuación de que la hora de cerrar había llegado.
Recuerdo que la primera vez que Kurt, quien luego fue integrante de la Asociación y también mi esposo, y a quien en ese tiempo sólo conocía como compañero de trabajo, participó de un ensayo, se quedó boquiabierto cuando le dije que nada de irse a casa, que viniera con nosotros a un bar de Congreso, lugar donde por aquel entonces terminábamos nuestras veladas.
La escenografía se hacía en general los fines de semana que no actuábamos. Esteban era el encargado y ayudábamos Kurt que se daba mucha maña para diseñar y que luego diseñó los decorados y muebles de las obras de teatro que representamos con la Agrupación El Caserío (https://trujaman.net/2022/11/30/alejandro-casona-me-regalo-el-tachado/), Raúl (alias el Gordo), Eduardo Capdevila y yo.
Me acuerdo una vez que Esteban me propuso hacer el telón de fondo del último acto de la obra “El Dúo de la Africana”. La obra se desarrolla en la sala de ensayo de un teatro, durante los ensayos de la ópera de dicho nombre y el acto final es la representación en sí, frente al público ficticio, o sea de espaldas al público real.
Un hermoso telón de grandes proporciones, con palcos, butacas, cabezas de oyentes y hasta una lámpara de caireles, como las de los grandes teatros, todo ello pintado de rodillas en el enorme telón desplegado sobre las baldosas del salón del segundo piso del Centro Navarro, en Moreno y Colombres. Y aunque está mal que yo lo diga, ¡quedó precioso!
Hay que pensar que, siendo una compañía que se trasladaba de un lugar a otro para realizar las representaciones, la escenografía debía ser fácilmente transportable. Así que estaba formada por un telón de fondo que se llevaba enrollado y luego se colgaba del fondo del escenario y paneles móviles que servían para crear los espacios: habitaciones de casas, calles, mercados, iglesias, puertas de diferentes edificios que permitían entrar y salir a los actores-cantantes, ventanas a las que se asomaban, todo un mundo que se reproducía con dichos paneles.
Y esos paneles estaban hechos con un gran bastidor de madera y papel que lo forraba y podía pintarse. Pero como el papel era demasiado frágil y no resistía, se recubría con capas de gasas embebidas en pegamento, lo que le daba firmeza y resistencia, sin perder su condición de ser fácil para pintarse.
¡Cuántos sábados y domingos habremos dedicado a forrar los bastidores y a crear nuestro mundo de fantasía!
Claro que, si de fantasía se trata, no puedo olvidarme de la utilería necesaria para cada zarzuela. Recuerdo que para “La Revoltosa” hicimos cientos de tiestos de flores, que luego se colgaban en las paredes, ventanas y en la escalera del patio de la vecindad. Pero como los recursos económicos no eran muchos, ¿cómo hacer tantas macetas? Muy fácil, con potes de yogur pintados de rojo y flores de papel maché de diferentes colores. ¡La imaginación al poder!
Para la primera escena de “Gigantes y Cabezudos” había que recrear un mercado, así que tomates, lechugas, rabanitos, manzanas, peras, racimos de uvas, pescados y trozos de carne de papel maché, invadieron el cuarto donde bien organizado, guardábamos todo.
En cuanto al vestuario, la ropa de los solistas era propiedad de cada uno y cada cual se arreglaba para tenerla, pero la ropa de la gente del coro era de la Asociación y eran Loly (la mujer de Esteban), Gioco (la hermana de Betty) y la madre de Alba quienes se encargaban de coser y preparar todo. La primera vez que vi el vestuario me llamó la atención la cantidad de faldas de diferentes colores, todas ellas con cintura ajustable, chalecos, vestidos, sombreros de paja, sombreros canarios, guantes, cintas y mil cosas más.
Y no nos olvidemos que en la zarzuela una parte fundamental es la música. El primer pianista que tuvo la Agrupación fue el excelente maestro Mario Maurano, quien con su orquesta en Radio Belgrano, había acompañado en su tiempo a Libertad Lamarque. Cuando él murió, fueron pasando diferentes pianistas (no es nada fácil acompañar el canto de personas no profesionales) hasta que llegó al grupo Sonya Brandeis, una excelente pianista que nos acompañó hasta que la Agrupación se disolvió y con la que conservamos por muchos años, como con algunos integrantes más: Chichita, Arturo, Luisito, Any, Eduardo, una hermosa y permanente amistad.
Tuvimos también, durante un tiempo, un violinista uruguayo marido de Rosarito y una encantadora contrabajista que completaban la música a la perfección. ¡Era realmente increíble que, con tan pocos medios, la música sonara tan bien!
Bueno, bueno, se está haciendo tarde y vosotros tendréis que hacer otras cosas. Así que, si os parece bien, mañana os sigo contando, que tengo que hablaros de las funciones.
¡Hasta mañana!





¡Hola! Vaya experiencia bonita que cuentas. Yo tambien he conocido en alguno de los pueblos donde he trabajado que alguna comunidad de inmigrantes se ha ido asociando y han acabado integrandos en la localidad y compartiendo su cultura. Yo no he ido nunca a ver una Zarzuela en directo, pero mi padre era un gran aficionado y por televisión y por disco si he conocido y disfrutado de varias de ellas. Que ahora me acuerde, además de la que nombras «Gigantes y Cabezudos», recuerdo «La verbena de la paloma».
Encantada de leerte.
¡Feliz año nuevo!
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Buenas tardes Jose.
Pues ver una zarzuela es ver un pedazo de vida en directo. Ahora que están de moda los musicales, me parece increíble que no se encuentre un espectáculo tan bonito, ni siquiera en Madrid. ¡Te lo recomiendo! Es cierto que armar un espectáculo así es costoso porque trabaja mucha gente, actores y cantantes de diferentes edades. Pero es una pena que se pierda. Supongo que si se pusiera en televisión, seríamos unos cuantos a quienes nos gustaría verla. Por lo menos, nos gustaría verla mucho más que algunos programas donde lo único que saben hacer es discutir sin razonar.
Me alegro que te haya gustado.
¡Feliz 2023 para ti también. Un abrazo.
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¡Wow! No me cansaré de repetirlo, Marlen, ¡Qué vida más rica la tuya!
Llena de experiencias como esta que no solo enriquecen tu recuerdo, también nos trasladas un trocito de la historia y nos enriquece a nosotros con su conocimiento.
¿Te lanzo un reto? A lo basko-andalú 😜😝
Estás experiencias se merecen un precioso libro, bien documentado gráficamente, como el que estoy ojeando ahora mismito. 😍
Felicidades por todas estas vivencias y gracias por compartirlas. Son una delicia degustarlas. 🤗❤️
Abrazo
P.D. Yo no soy muy de Zarzuela musical, pero si a la del manjare. Aquí en Cádiz se le llamaba zarzuela a la caldereta o batea de barro. Así, pedíamos una Zarzuela de Berza, de pescado o marisco, o unos huevos con chorizo. 😜😋
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Hola Jose, espero que estés mejor y que pronto estés al 100%.
Sí, me siento una privilegiada por haber tenido la oportunidad de que se me presentaran tantas cosas increíbles en el camino y por haber sacado ese carácter de… vaya uno a saber de dónde lo he sacado, de meterme en cuanta cosa extraña andaba cerca. ¡Porque mira que meterme en una compañía de zarzuela, qué idea!
El mundo del teatro y la zarzuela forman una época preciosa que guardaré en mi corazón por siempre, con todo mi cariño. Y me lanzas un reto, pero lamentablemente este reto no puedo cumplirlo. Y no por falta de ganas de contar, sino porque las fotos que aquí aparecen son las únicas que conservo. En aquella época yo no sacaba muchas fotos. ¡Bastante tenía con todo lo que hacía! Y los que tenían más material ya no están con nosotros.
Por otro lado, el tiempo pasa y las cosas se van desdibujando. Cuando hablé, en un momento dado con el presidente del Centro Navarro, no tenía ni idea de que había existido una compañía de zarzuela en el Centro, ni que habíamos configurado una Comisión de Fiestas que trabajábamos como enanos. Algún día os contaré esa etapa.
Pero es que en la web del Centro Laurak Bat, ni aparece mencionado el hecho de que existiera un grupo que hacía teatro en euskera por gente que no hablábamos en euskera, para gente que no entendía el euskera. Y el salón del primer piso se llenaba. Por el mero hecho de demostrar que había que hacer el esfuerzo de recuperar el euskera. Aunque eso también es otra historia que ya os contaré.
Si hablamos de la zarzuela gastronómica, es más del Levante, no suele comerse por aquí. He comido alguna en Valencia, pero tendría que recorrer un poco más el Mediterráneo para darte mi opinión. Y a la caldereta o batea de barro, la llamamos cazuela de barro. Yo la uso para guisos de cordero o de ternera y para las algóndigas. Aunque tengo una cazuela de hierro que confieso que me encanta y suelo usar más.
Bueno, Jose, gracias por tus palabras, que siempre animan. Un abrazote.
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Bueno, Marlen, nos conformamos con leerlo y vivirlo con tus entradas.
Lo que ya da pena, más bien rabia, es que se pierdan estas experiencias en el limbo de la memoria, sobre todo, de las gentes que deberían tenerlo documentado.
Cómo labor cultural es fabulosa y ese silencio da idea de cómo hacemos las cosas aquí. ¡Qué manera de perder la información!
Pero bueno, lo tienes tú en tu memoria, nosotros a través de este blog, y todo aquel que quiera ilustrarse. Es un verdadero tesoro. ❤️
Abrazooo
P. D. No sé si saldrán cosas raras en el comentario o se publicará también de forma parcial. Escribo desde el móvil y se queda bloqueao en medio de la redacción. Si vez un ovni por tu cielo, lo mismo es este trasto que me hizo perder la paciencia del to. 🤦🏻♂️😅
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Sí Jose, da mucha rabia que las propias autoridades de los Centros Regionales no se enteren de lo que pasó antes que ellos, por un lado porque no es gente que antes participó de la vida del centro y sus actividades. y porque, al ser un cargo más político que por amor, como lo hacíamos nosotros, se rodean de otra gente y les importa un corno quiénes son los socios y cómo se llegó al tiempo presente.
Y por otro lado, porque no hablan con los socios, sobre todo con los más viejos. ¡Total, para qué! Para que me cuenten batallitas… Así irán desapareciendo los centros regionales o se convertirán en un restaurante más, que no tiene el sabor de la región que debería representar. En fin, que seguimos hablando de lo mismo, de perder el carácter propio para parecernos a los demás y ser aceptados.
PD: Ovnis por aquí no se ven mucho, estos días con el «fresquito» que está haciendo, creo que hacen sus expediciones más al sur. No te preocupes, tus comentarios salen perfecto y es un placer escucharte. ¡¡¡PACIENCIA!!!
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